UNA INVESTIGACIÓN DEL HISTORIADOR VALLISOLETANO JOSÉ MIGUEL ORTEGA JUNTO CON LA CRONISTA OFICIAL DE LEÓN MARGARITA TORRES
La leyenda de la Copa de Jesús, más conocida como Santo Grial, ha inspirado numerosos libros de ficción y de investigación, además de otras tantas películas. Una colección a la que se suma la investigación del historiador vallisoletano José Miguel Ortega, que junto con la cronista oficial de León y profesora universitaria Margarita Torres, acaba de publicar ‘Los reyes del Grial’.
Su exhaustivo trabajo, desarrollado durante tres años, les ha llevado a establecer «sin lugar a dudas» que el Santo Grial, «la copa que la comunidad cristiana de Jerusalén en el siglo XI consideraba que era el cáliz de Cristo se encuentra ubicada en la Basílica de San Isidoro de León». Eso sí, lo primero que se deja claro en su texto es que «este es un libro de Historia, puro y duro, que nadie busque uno de religión, leyendas o exoterismo. Está hecho por dos historiadores con la documentación existente hasta el momento». «Nosotros aseguramos que la parte superior del cáliz de Doña Urraca es la misma que en el año 400 las comunidades cristianas reverenciaban como el cáliz de Jesús. Esa es nuestra tesis. No defendemos que fue lo que ocurrió sino lo documentado», asegura contundente José Miguel Ortega.
Esta advertencia no es baladí dado el amplio eco que ha tenido el libro en los medios de comunicación, tanto nacionales e internacionales. La repercusión ha sido tan amplia, que este miércoles saldrá al mercado la cuarta edición del libro, que lleva varias semanas entre los más vendidos en Valladolid. Y las previsiones son muy optimistas ya que sus autores participarán la semana que viene en la Feria del Libro de León, además de acudir a la de Madrid. Aunque antes esperan cerrar la venta de los derechos internacionales, lo que incrementará «notablemente» sus ventas.
Las pesquisas de este investigador vallisoletano y su compañera se iniciaron gracias a un proyecto para completar otras investigaciones sobre la iglesia de San Isidoro, en León. Concretamente para estudiar las piezas orientales del templo, por lo que en su proyecto inicial no figuraba llegar a una tesis como lo que ahora presentan. Pero todo cambió a colación de la investigación de un arabista. «El profesor Gustavo Turienzo descubrió en la biblioteca de El Assar, en el Cairo, una serie de documentación desconocida hasta ahora. Nos lo comentó, repasamos el estudio, y vimos con sorpresa que hablaba del traslado de la copa de Jesús desde Jerusalén hasta León».
Ahora, tras la enorme repercusión del libro, José Miguel Ortega vive estos días entre abrumado por el interés despertado y con el vértigo del éxito cosechado. «Por ahora estamos disfrutando de esto. Aunque estoy convencido de que habiendo encajado las primeras piezas, en los próximos años aparecerán más textos que apoyarán nuestra tesis», advierte.
Eso sí, ambos investigadores están tranquilos ante las posibles críticas porque aseguran haber sido «extremadamente escrupulosos en la investigación». Tanto que, según Ortega, «la documentación que tenemos podrá convencer o no, eso es una cuestión personal, pero de lo que no cabe ninguna duda es que hemos tratado de ser lo más exactos posibles desde el punto de vista historiagráfico». Por eso se muestra abierto al debate porque entiende que «la ciencia avanza con él». En este sentido, no olvida que este Santo Grial se suma a los casi 200 que se han «localizado» hasta el momento en Europa. «Todo lo que sea debatir desde el punto de vista científico me encanta. Creo que el ser incrédulo es síntoma de salud. Pero primero hay que ver qué decimos y luego ya se puede criticar».
En este sentido entiende que el revuelo generado deriva de que «nadie había conectado las fuentes musulmanas con las cristianas. Pero a partir de ahora que ya se sabe el recorrido que tuvo el cáliz durante esos siglos, estoy convencido de que en los próximos años, al saber ya dónde hay que buscar, aparecerán más textos».
Eso sí, el historiador vallisoletano no tiene claro si serán suyos o de otros compañeros porque «es literalmente imposible vivir de estos. Sólo habrá una docena de personas que puedan vivir de lo que escriben. Los demás debemos combinarlo con otro trabajo», finaliza.