
POR GOVERT WESTERVELD, CRONISTA OFICIAL DE BLANCA (MURCIA)
Y dejadme transportar mi pensamiento nuevamente al año 1890. Pues bien, llegará como todas sus predecesoras. Quizás venga con rayos de sol amables, con un verdor fresco y tierno; con brotes hinchados y, no se puede descartar, con un cielo azul uniforme y apacible sobre nosotros. Vestirá a la antigua Madre Naturaleza con un impecable y fragante atuendo nupcial, rejuveneciéndola de tal manera que sus profundas y viejas arrugas se volverán completa-mente invisibles. Los fragantes huertos y las numerosas flores anunciarán su llegada, mientras los laboriosos agricultores, siempre trabajando, riegan sus limoneros con el agua que fluye por las acequias.
Colocará un rubor y una sonrisa en su rostro, indistinguibles de las de hace miles de años. La primavera que está por venir hablará con la misma dulzura a miles de corazones, sonreirá con la misma ternura, tal como lo hizo en el pasado lejano; y enviará fragancias florales hacia el alto cielo azul, que también entonces se habrá extendido sobre las alegrías y las penas de los hombres, sobre gritos de júbilo y lamentos de tristeza, sobre lágrimas derramadas y no derramadas, sobre miedos silenciosos y palabras contenidas, sobre cruces con y sin rosas.
En el territorio de la Madre Naturaleza, la dulce y nueva Primavera será agradecida por los cálidos y suaves rayos de sol y por todos los ricos dones que ella le brinda. Y los héroes despertarán de nuevo esperanza y confianza en miles de corazones… como antes. La rica y floreciente Naturaleza, en sus días de primavera y verano, no mencionará lo que ya ha presenciado en las innumerables primaveras que han pasado, aquellas que han despertado esperanza y decepciones en los corazones de los pobres, que han confiado en su sonrisa solar, en sus muchas promesas.
A lo largo de las pequeñas callecitas, donde las mujeres tejen alfombras a mano y su canto se escucha por doquier, los hombres irán a caballo hacia sus tierras fuera del pueblo. Mientras tanto, las viejas mujeres vestidas de negro llevan sus cántaros al río, en un ritual ancestral en busca de agua, mientras que los mulos con pesadas cargas avanzan lentamente hacia Murcia para vender los productos de la tierra.
Ella se mantendrá ignorante de las muchas escenas conmovedoras que ha visto desarrollarse, ella, la testigo más antigua. Solo nos recordará, a través del impactante contraste de su sillón de novia con la difícil lucha por la supervivencia, con las necesidades y el sufrimiento muchas veces insoportable de la mayoría de la humanidad, lo que ha debido ser padecido y sigue siendo soportado en la existencia humana desde tiempos inmemoriales.
Solo en su vestimenta invernal parece que la Naturaleza se adapta en cierta manera al luto y al sufrimiento de los hombres y los animales. ¡Cuando llega la Primavera, parece que la Madre Naturaleza pierde su compasión por el cambiante destino humano, para entregarse embriagada de amor por completo a la joven y encantadora estación, para disfrutar del calor y el abrazo del sol!
Y la dulce Primavera, cuando llega, pregunta por aquellos, por todos, que recibieron a su antecesora con alegría y júbilo, o con lágrimas contenidas. ¡Pero no! Ella es una nueva Primavera; y le es desconocido quiénes faltan en la fiesta de su llegada. Por eso su alegre risa se desliza también sobre las tumbas silenciosas de los miles y miles que yacen en el regazo de los campos de muertos.
La Primavera que llega no lee en el diario de las primaveras pasadas. No debemos sorprendernos, por tanto, de cómo su amable luz solar puede brillar y darle a toda la Naturaleza una apariencia tan sonriente y alegre, cuando también hay tanto dolor y sufrimiento, tanta tristeza, tanto desconsuelo, tanta preocupación y angustia, tantos recuerdos melancólicos que abruman los corazones de innumerables seres humanos; el agua amenazante del río salvaje, que a veces inunda los huertos y destruye la cosecha. Aunque en momentos de desaliento nos preguntemos a veces a nosotros mismos: ¿para qué es necesario todo ese sufrimiento y por qué la Suprema Potencia lo permite?
La Primavera que pronto llegará, traerá consigo, con sus hermosas promesas, también nuevas decepciones. ¿Por qué entonces deberíamos recibirla con júbilo y no adoptar una postura reservada ante su dulzura, como hacemos con las personas cuya sonrisa amable y hermosas palabras no confiamos?…
¿Por qué no hacer esto último?… Porque la Primavera, con su luz solar más cálida, es realmente una enviada de Dios, que una y otra vez viene a nosotros con ricos dones, que, aunque despierta una profunda melancolía, también nos alienta. Porque no solo fertiliza el campo, sino también al hombre, otorgándole fuerza para crecer; y también porque despierta el recuerdo de todo lo que ciertamente hemos perdido y seguimos echando de menos, pero cuyo recuerdo se vuelve nuevamente más claro y, si es posible, más valioso para nosotros, cuando vemos las imágenes y escenas de nuestra Primavera, iluminadas por la luz solar de la nueva benefactora, por el aire primaveral fragante y acariciante, y por el cielo azul brillante, acercándose a nosotros.
Debemos darle la bienvenida porque expulsa el Invierno de nuestra Tierra y, en parte, también de nuestros corazones, al menos temporalmente. Sus flores nos traducen el Amor y la Alegría de nuestros años primaverales y nos permiten leer en el primer y hermoso capítulo de nuestro Libro de Vida. Y en el canto de los pájaros aún podemos escuchar la Canción de la Primavera, en la que tantas de nuestras voces queridas cantaban, las cuales ahora aún hacen vibrar suavemente en cada cuerda de nuestra arpa del alma, una sutil resonancia que solo nosotros podemos comprender.
Por eso, sé bienvenida, oh Primavera, que pronto llegarás.
Foto: mujeres lavando
FUENTE: https://www.facebook.com/govert.westerveld