
SEGÚN LOS HISTORIADORES JESÚS ORTEGA DEL RÍO Y MARGARITA TORRES SEVILLA, CRONISTA OFICIAL DE LEÓN, LA COPA APARECE CITADA EN LA CRÓNICA DE LUCAS, OBISPO DE TUY, EN EL SIGLO XIII

“Cuando allá por los años 70 cayeron en mis manos diversas fotografías y documentación bibliográfica sobre el célebre Cáliz de Doña Urraca, conservado en la Colegiata de San Isidoro de León, pensé que me gustaría realizar una réplica del mismo a modo de estudio, por el gusto de trabajar técnicas que hasta el momento no había tenido oportunidad de realizar”, dice Antonio Piró López, uno de los orfebres religiosos más prestigiosos de España, que tiene su taller artesanal en el castizo barrio del Carmen de Valencia.
De sus manos han salido numerosas cruces pectorales, báculos, anillos episcopales, y con ellas ha restaurado antiquísimas piezas artística de iglesias de todos los lugares. Una de las que más encargos recibe es la reproducción facsímil del Santo Cáliz de la Cena del Señor, que se conserva desde el siglo XV en la Catedral de Valencia. Estos días ha concluido la labra de del Santo Cáliz de la Cena del Señor que le han pedido desde Colombia. Continuamente está haciendo reproducciones, desde que logró su patronaje.
Como buen artesano, su taller se encuentra en una antigua casa del popular barrio del Carmen, una planta baja, que por fuera para nada expresa la gran realidad que hay dentro. Es la suya una empresa familiar, en que la sabiduría y experiencia se traslada de padres a hijos. Entre todos ofrecen a diario resultados sorprendentes. Estos días de confinamiento y pandemia, además, han recibido muchas consultas de sacerdotes y religiosas sobre cómo cuidar y desinfectar las obras artísticas metálicas, los cálices, los copones.
Sus vitrinas muestran piezas de todo tipo que considera como las mejores conseguidas en su orfebrería. Una de ellas el Cáliz de Doña Urraca, de la Colegiata san Isidoro de León, ejemplar el que se enamoró por los años 70. “En aquellos años se hacían en el taller numerosas piezas inspiradas en el arte románico, usando cabujones, estampados de cierta tosquedad, esmaltes a fuego sobre fondos vaciados (cloisonné) y tabicados, etc… Pero la técnica de filigrana con la que está realizada dicha obra, era para mí un reto que debía abordar y conseguir”, explica Piró.

“Me propuse hacer una copia del mismo, por sentir la emoción y experiencia de un trabajo nuevo. Una pieza que quedara en casa, como una obra que sirviera de muestra del trabajo del taller, pudiendo ser utilizado en las celebraciones familiares o en alguna exposición. Aún después de los años que han pasado, puedo decir que ha sido uno de los trabajos más importantes y satisfactorios que he realizado: apenas contaba con unas imágenes para calcular sus proporciones, en su composición hay empleadas más de mil piezas y las piedras hubieron de ser talladas una a una”, añade.
“En esos días, vino al taller un posible cliente interesado en la misma pieza. Con familia vinculada al mundo del arte y decepcionado con el trabajo de otro taller, decidió encargármelo al ver cómo iba lo poco que tenía hecho de mi réplica, y tal vez a la vista de mi entusiasmo. En cierto modo fue una suerte, ya que el trabajo en mi cáliz me servía de prueba y experiencia para la realización de la réplica encargada”.
“También por esas fechas venía por el taller un joven acompañando a un sacerdote amigo y cliente de la casa. Aún recuerdo sus palabras “cuando yo sea cura, me tienes que hacer uno igual”. Le perdí la pista unos años, el tiempo que tardó en formarse en el seminario (creo que en Granada), hasta que volvió a Valencia para ordenarse, y para tal ocasión encargarme una nueva réplica”, cuenta.
“Son las tres únicas réplicas del cáliz de Doña Urraca con punzón de nuestro taller. Con posterioridad, numerosas personas se han interesado en ellas, pero dada la complejidad para ejecutar una pieza de tal calidad, y los materiales y técnicas empleados en ella, resulta una obra poco asequible desde el punto de vista económico. Como he comentado antes, son más de mil piezas soldadas y ensambladas entre sí, pedrería tallada exclusivamente para éste cáliz, diversas pruebas en la copa y base de ágata morisco (un tipo de mármol también conocido como ónice) hasta dar con piezas del color lo más cercano al tono de la copa original; o el mascarón de marfil -debido al impedimento de realizarlo en piedra natural- cuyo modelo en grande lo realizó mi amigo Vicente López, con quien en tantas ocasiones colaboré”, agrega.
“Ahora, pasados cincuenta años, se le suma una dificultad más: la imposibilidad de reproducirlo, puesto que hace poco se ha registrado el diseño industrial del cáliz por parte de los responsables de patrimonio de la Colegiata de San Isidoro. Entiendo la voluntad de salvaguardar un elemento importantísimo para el patrimonio, lo que no me cabe en la cabeza es que se limite su promoción y conocimiento, dificultando a los orfebres la realización de réplicas. Se me antoja algo confuso el mero hecho de registrar una obra del S. XI. En Valencia, por ejemplo, han sido numerosos los orfebres que han reproducido el Santo Cáliz. A través de estas réplicas debidamente diferenciadas y punzonadas -cuya realización ha sido impulsada precisamente por el Arzobispado- se ha promovido su conocimiento, su difusión, su devoción, y lo que realmente debe trascender: la exaltación de la eucaristía”, explica Antonio Piró.
El cáliz de doña Urraca es una pieza de orfebrería románica donada a la infanta leonesa Urraca de Zamora (1033-1101), señora de Zamora e hija del rey Fernando I de León. Tal como lo conocemos, se remonta a la segunda mitad del siglo xi. En la actualidad se guarda en el museo de la colegiata de San Isidoro de León (España). En palabras del arqueólogo español Manuel Gómez-Moreno se trata de una «[…] pieza excepcional, única más bien».
De Egipto, a Denia y León
Supuestamente, un texto traducido decía que la copa adorada por los cristianos por haber pertenecido al Mesías había sido enviada al sultán de Denia, Ali ibn Muyahid ad-Danii. El sultán de Denia (Aliante) había enviado un barco con alimentos al sultán fatimí Al-Mustansir hacia el 1055 para que Egipto superara una hambruna. En agradecimiento, el imán Al-Mustansir envió un barco cargado de tesoros, entre ellos la copa, al sultán de Denia. En el viaje, la reliquia habría sido escoltada por el obispo de León, que entonces se encontraba de peregrinación en Jerusalén. En el texto se dice que la intención del sultán de Denia era enviar la copa al rey de León, Fernando I el Magno, para fortalecer su amistad con él.
En un segundo texto se habla de que el jefe de la expedición a Denia fue Bani-l-Aswad. En dicha expedición el primero de sus hombres habría desprendido con una gumía un trozo de la copa. Dicha esquirla habría sido enviada a Saladino y habría sido utilizada para curar a su hija poniéndole el trozo de piedra sobre el cuerpo.
Según los historiadores Jesús Ortega del Río y Margarita Torres Sevilla, cronista oficial de León, la copa aparece citada en la crónica de Lucas, obispo de Tuy, en el siglo XIII, en la obra Viages del humanista del siglo XVI Ambrosio de Morales y en la vida de san Isidoro de Sevilla redactada por Fray Tomás Granda y el padre José Manzano en el siglo XVIII.
En el año 2010 la copa fue desmontada para la realización de una réplica y pudo apreciarse que le faltaba una esquirla, lo cual encaja con la teoría de que esta fue enviada a Saladino.
Frente a las aseveraciones que identifican el cáliz de doña Urraca con el Santo Grial, la mayor parte de los arabistas coinciden en rechazar las interpretaciones de Ortega del Río y Torres Sevilla. Abandera esta postura el investigador Luís Molina Martínez, vinculado al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, quien argumenta que se están confundiendo las fechas e, incluso, produciendo graves errores de traducción:
“Se trata de un panegírico del cadí cordobés Ibn al-Salīm (914-978) al califa omeya al-Ḥakam al-Mustanṣir (r. 961-976) −que parece haber sido confundido por los autores con el Mustanṣir fatimí−, es decir, una poesía escrita casi un siglo antes de que el Grial supuestamente llegara a Denia. Pero este tremendo error no es lo más grave; lo más llamativo e hiriente es la traducción en sí, porque, aparte de que su fidelidad al original árabe es absolutamente inexistente, constituye el primer indicador de que a lo largo de Los Reyes del Grial el propósito de presentar pruebas favorables a la tesis mantenida por los autores es excesivamente dominante.”
Fuente: https://www.religiondigital.org/ – Baltasar Bueno
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