LOS HONORES, EN VIDA
Ene 03 2014

POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

Bernardo Ruiz homenajeado por un grupo de oriolanos. A.M.O. Sección Archivo Gráfico. Legado j. Ezcurra.
Bernardo Ruiz homenajeado por un grupo de oriolanos. A.M.O. Sección Archivo Gráfico. Legado j. Ezcurra.

Es una costumbre, creo que hasta cierto punto equivocada, el reconocer los méritos de las personas una vez que han dejado de existir. Incluso, cuando han sido enemigos políticos o de otra clase, después de producirse el óbito, si el finado era un borde de tomo y lomo, todos sus contrincantes no dudan en alabarlo en una actitud cínica, a pesar de haber sido un verdadero quebradero de cabeza. Así, en las honras fúnebres se deslizan palabras vacías de puro compromiso, por aquello de quedar bien ante la opinión y así desfigurar un posible rencor. Pero otra cosa es cuando una persona por su trayectoria y dedicación hacia una causa justa merece ser distinguida por sus méritos. Es posible que estas distinciones, en algunos casos traicionen a aquellas instituciones que las otorgan, pues si el comportamiento del homenajeado cambia en sentido contrario al motivo por el que se le otorgó, el dilema es peliagudo: ¿le quitas la distinción o se la mantienes?

Por ello, un buen amigo mío defiende que hay distinciones que no se deberían otorgar en vida, como por ejemplo el rotular una calle o una plaza. Bajo esa perspectiva la satisfacción de la distinción siempre quedaría para los deudos y se establecería un extraño ceremonial de rotular calles a difuntos. Yo no pienso como él, ya que creo que lo que se debe de hacer es meditar antes sobre los méritos a la hora de otorgar el honor, y por otro lado, ¿por qué se va a privar a una persona de poder disfrutar durante unos años de esa distinción? Dicho todo esto, mantengo que se deben conceder las distinciones a personas vivas, siendo así reconocidas por sus vecinos y pudiendo disfrutarlas junto a sus familiares. Tenemos muchos ejemplos de estos otorgamientos, y me quiero centrar en un oriolano, de cuyos méritos no me voy a extender, salvo que siempre que ha podido ha hecho gala de su oriolanismo, hasta el punto que en una entrevista que se le efectuaba, en la por desgracia desaparecida `Orihuela Digital´, al ser preguntado si tenía algún comentario o alguna crítica sobre la Orihuela de hoy día, respondía: «Yo de Orihuela ni hago crítica ni permito que la critiquen: yo he nacido en Orihuela, vivo en Orihuela y moriré en Orihuela». Ese mismo oriolano, no dudaba tras lograr el triunfo en la décima etapa del Tour de Francia de 1951, entre Clermont Ferrand y Brive, al ser entrevistado por un locutor si hablaba francés, le respondió que no, pero añadió que «es igual porque, así como yo entiendo el francés, los que escuchan sabrán lo que dicen en español», y añadió un saludo afectivo para sus paisanos de Orihuela y para todos los españoles. Aquél 14 de julio de 1951, el nombre de nuestra ciudad resonó en toda Francia gracias al ciclista Bernardo Ruiz `El Pipa´, que se encaramaba al tercer lugar de la clasificación general. Al final de la ronda francesa ocupó el noveno puesto, el mejor conseguido hasta entonces por un español en el Tour. Bernardo Ruiz, en esta ocasión ganó una etapa más y se clasificó el tercero en el Gran Premio de la Montaña. Su trayectoria de éxitos motivó que, en 1951 fuera nombrado como el mejor deportista español del año. Orihuela no podía ser menos, recordaba su triunfo en la Vuelta a España de 1948 y su sexto lugar entre los diez mejores ciclistas del mundo de ese año, entre los míticos Bartali, Kubler, Bobet y Coppi. Así, el Ayuntamiento de Orihuela presidido por José Balaguer Balaguer, en la sesión extraordinaria del día 7 de agosto de 1951, le otorgó por unanimidad la Medalla de Plata de la Ciudad. En esa sesión asistieron los tenientes de alcalde Eduardo Almunia y Roca de Togores, Andrés Lacárcel Galindo, Mariano Belda Garriga y Jesús Guillén Carmona, y los concejales Enrique Roca de Togores y Fontes, Ignacio Sánchez Ballesta, José Gil Díaz, Emilio Wandosell Calvache y Emilio Marcos García. En el trascurso de la sesión intervino Mariano Belda, indicando: «por la admirable labor realizada por el gran oriolano Bernardo Ruiz, al destacarse de forma tan impresionante en la Vuelta Ciclista a Francia, corrida durante el presente año, en la que ha logrado ser el primer clasificado en diferentes etapas y un puesto de honor al final de la carrera, dando una prueba en sus declaraciones de su gran oriolanismo y un ejemplo a todos los deportistas, propone se premie esta labor con la concesión de la Medalla de Plata de la Ciudad y que se le imponga en acto solemne celebrado por la Corporación». De esta forma, con 25 años, Bernardo Ruiz pasó a ver su nombre inscrito entre aquellos que ocupan un lugar destacado dentro de los honores y distinciones de nuestra ciudad. Al año siguiente vivimos su gran triunfo el alzarse con el tercer puesto en el podio francés del Parque de los Príncipes de París. Bernardo Ruiz en su carrera como ciclista cosechó grandes éxitos además de España y Francia, en Italia, Suiza, Marruecos, Argentina, Uruguay y Argelia, dejando muy alto el pabellón español, y portando siempre como enseña el nombre de Orihuela, que lo recibía apoteósicamente al regresar a su ciudad natal tras los triunfos franceses. De igual forma, en los primeros años de los ochenta del siglo pasado Bernardo Ruiz dio nombre al Pabellón Deportivo Municipal, y recientemente, el 21 de diciembre de 2013, la hasta entonces conocida como Plaza de la Ocarasa, ha quedado rotulada como del `Ciclista Bernardo Ruiz´. Así, este legendario deportista del pedal ha podido disfrutar con su familia de estas distinciones. Le deseamos, que durante muchos años más pueda seguir ostentando su Medalla de Plata, al igual que presenciando acontecimientos deportivos en su Pabellón, o paseando por la Plaza que lleva su nombre. De esta manera, Orihuela, desde 1951, ha sabido reconocer en vida los méritos de esta legendaria figura del ciclismo internacional.

Fuente: http://www.laverdad.es/

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