
POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA

En medio del jolgorio y la alegría de las fiestas, ferias y fiestas con nombres llenos de recuerdos y de vida, como son el barro y los ajos, hemos de destacar con emoción y entusiasmo el sencillo acto de inauguración en el museo de nuestra capital de una exposición de nuestro pintor Jesús Gallego Marquina motivada por la donación de nueve obras del citado artista por doña Anabel Almendral Opperman. Por cierto, la ciudad nunca se olvidará de su padre, don Pedro Almendral.
La dirección del centro ha sabido presentar con gran acierto una magnífica exposición de veintiséis obras cedidas para celebrar esta generosa acción pidiendo pinturas del autor a entidades e incluso particulares.
Al acto celebrado en la mañana del viernes, día 27, asistió la donante y estuvo acompañada por la dirección y destacados miembros de las instituciones provinciales. En ella podemos admirar una auténtica síntesis de Gallego Marquina, desde retratos de personalidades de la tierra, como muestras de dolorosos recuerdos de los años de su triste encierro, en el cual, y a pesar de las circunstancias, no dejó ni un momento parada su inspiración y sobre cartón, único material del que disponía, dejó bien marcado su sello creador.
En el conjunto de la exposición se pueden seguir con gran precisión y rigor a través de sus paisajes esos lugares en los que Gallego Marquina estuvo como artista profundamente encanalado en ellos, de un lado la verde y atractiva Sanabria que fue siempre para él un auténtico don creador y, ya en sus años más lejanos las llanuras claras e inspiradoras de Medina de Rioseco, paisajes que llevan envuelta en sus colores y en sus composiciones esa dulce mística que brota cada amanecer.
La donación de Anabel Almendral ha dado lugar a que la dirección del museo haya organizado esta magnífica exposición que nos permite disfrutar de la obra de este artista de la tierra en obras algunas no conocidas y recordarle como tal, a la vez ese gesto de esta zamorana ausente de la tierra desde hace años pero que lleva consigo esa carga espiritual e intelectual que le hace ser fiel a su apellido. Gracias ese honorable y siempre reconocido gesto podemos disfrutar de esta magnífica exposición a la vez que recordar a otro zamorano de la cultura y también muy vinculado a la historia de nuestra ciudad. Gracias, Anabel, por tu gesto que no olvidaremos.
Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/