POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
El 3 de agosto de 1830, hubo en Torrevieja un furioso huracán que se llegó a pensar que iban a morir todos sus habitantes. El viento arrastró las “chinas” y otras piedras, llevándolas muy lejos. El patrón de una embarcación tuvo que pasar con su barco entre tres “mangueras” de agua y así navegó más de una legua esperando irse a pique de un momento a otro.
El 26 de septiembre de 1832, en Torrevieja, en la punta llamada de Ferrís, varó a causa del mal tiempo la fragata sueca “Freden”, traducido al castellano “La Paz”, capitaneada por J. Olof Almgren. Aunque no hubo desgracias personales, el buque fue dado por inútil, según informe que elaboró el cónsul de Suecia Antonio Miralles, y la Ayudantía Militar de Marina de Torrevieja.
En las décadas de los 50 y 70 se dieron los períodos de sequía más pertinaz, no por ello exentos de fatales accidentes, como el que ocurrió el 25 de mayo de 1859, cuando cayó un rayo en dejando muerto en el acto a un pobre labrador que estaba sacando agua de un pozo.
La presencia de los barcos torrevejenses en Galicia y viceversa ha quedado reflejada en los diarios de navegación, donde fueron anotados los rumbos y enfilaciones de los numerosos bajos que existen en todo el litoral gallego, para poder sortearlos a la entrada de las Rías Bajas. Extraído de los protocolos que se conservan en el Archivo del Reino de Galicia, en la documentación que me ha aportad el cronista oficial de Betanzos, José Raimundo Núñez-Varela Lendoiro, describiendo la accidentada travesía que tuvo el bergantín goleta “Joven Casimiro”, de porte de ciento nueve toneladas y matrícula de Barcelona.
Su tripulación estaba compuesta por diez hombres. El barco había zarpado de Barcelona el 27 de enero de 1854 “con lastre y algunos efectos de carga con destino a Betanzos, provincia de La Coruña, haciendo escala en Alicante y Torrevieja”, donde cargó las 2.160 fanegas de sal consignadas para aquella. Finalizado el embarque en nuestra rada se hizo a la mar.
No tardaron en dar comienzo los “grandes padecimientos” sufridos por la nave y por sus tripulantes. A la una de la noche del día 14 de febrero un fuerte huracán les hizo zozobrar, manteniendo en vilo a toda la tripulación; llegadas las dos de la tarde, “viendo a dicha hora que todo era una rompiente”, acordaron franquear la cubierta, y una hora después sufrieron un fuerte golpe de mar que “les llevó la mayor parte de la obra muerta a babor”, viéndose obligados a arrojar al mar numerosos enseres “y de la bodega sobre ciento cincuenta fanegas de sal poco más o menos, y veintiocho piedras de amolar”, hasta que una hora y media más tarde avistaron Gibraltar, en donde encontraron refugio al amparo de su muelle nuevo.
Al día siguiente el capitán se persona en el Consulado de España y presenta una “Protesta” o declaración justificada, para dejar a salvo su responsabilidad sobre lo acontecido, y obtiene del Cónsul una certificación en la que se hacen constar estos sucesos pormenorizados. En aquella plaza colonial permanecerán durante catorce días para atender los reparos del bergantín.
El 2 de marzo se hizo nuevamente a la vela y prosiguieron las desgracias. Ocho días después, con los embates de “mar muy orgullosa rindió agua sin ser posible acertar por qué punto, viéndose con la tripulación en la triste situación próxima a echar la lancha al agua y desamparar el barco, más milagrosamente, pasadas tres horas con incesante trabajo de las bombas, se consiguió agotar el agua y ponerse en estado de continuar, aunque con los contratiempos, pormenores y padecimientos que explica la segunda protesta hecha en la villa de Marín el día 13”.
En la madrugada del 16 de marzo zarparon de esta última: al día siguiente, y a causa de un fuerte viento arreciado de mar gruesa a la altura de Finisterre, se vieron obligados a refugiarse en el puerto de Muros, en el que permanecieron estancos hasta el día 19 por no haber sido “habilitados por Sanidad”, según declaró el capitán ante Joaquín Martínez, escribano en dicha plaza.
A las seis y media de la mañana del día 22 levaron anclas y se hacieron a la mar y, una vez más, el día 24 “observando que era excesivo el viento les pareció prudente volver a arribar al puerto de Muros”, de donde partieron el día 30 a las cuatro y media de la mañana, con rumbo a su destino. El primero de abril, a las siete y veinte de la tarde, divisaron “la Farola de la Isla de Sisarga”, y por fin a las seis de la tarde del día siguiente, alcanzaron la embocadura de la Ría de Betanzos, punto en el que tomaron práctico y lograron dar fondo y anclar a la una de la noche”. Tardaron más de dos meses desde Barcelona hasta Betanzos.
El 3 de abril, a las ocho de la mañana, el capitán acudió al escribano de su Majestad Número de Marina de esa ciudad, para iniciar diligencias y las respectivas protestas; incorporando la certificación expedida por Juan Marí, Maestro Mayor de Carpinteros y Calafates de Torrevieja, que declaró el barco útil para proceder a su carga de sal cuando salió de Torrevieja.
Desde Torrevieja hasta llegar a las Rías Bajas, que eran los puertos de salida y entrada de los barcos torrevejenses, se hacía un recorrido de varios cientos de millas, alternando con vientos favorables y contrarios; flojos y fuertes; mares llanas, picadas o grandes. Se conserva numerosa correspondencia comercial entre Torrevieja y las poblaciones del norte de España: Ribadeo, La Coruña, Vigo, etcétera. Por lo general los cargamentos se componían de sal de Torrevieja o ladrillo y teja de Alicante.
En noviembre de 1869 fueron embestidos por un fuerte temporal de levante numerosos buques. Desde Santa Pola a Cabo de Palos, se perdieron o embistieron en la costa los siguientes:
Desde la Albufera de Santa Pola hasta la desembocadura del río Segura en Guardamar, un falucho y una barca pareja; al poniente de Torrevieja, una fragata, un bergantín y tres faluchos; entre Cabo Roig y la Horadada, una fragata, dos polacras goletas y dos faluchos; en el Puente de Sal, un falucho; en el Estacio, una fragata, dos polacras goletas y dos faluchos. Total, en una extensión de costa de unas ocho leguas, treinta y cinco buques, sin contar las embarcaciones menores de la encañizada y otros de los que no hubo noticia.
Las travesías de los barcos del norte de Europa hasta Torrevieja sufrieron muchas calamidades y naufragios durante las travesías, aunque muchos se perdieron en la bahía de Torrevieja barridos por temporales de viento de Levante, tal y como le ocurrió al bergantín noruego ‘Bir Kebeiner’, naufragado el 8 de noviembre de 1869, también en la playa de Ferrís.
Igual ocurrió el año siguiente, 1870, en que naufragó en Torrevieja la fragata ‘Joseph Haydin’, de nacionalidad noruega, capitaneada por Andrés Jansen. También acabó sus días en nuestra bahía la fragata “Alora”, capitaneada por Ernest Carl Herman Spierling.
En la noche del 15 de diciembre de 1877 naufragó cerca de Torrevieja la corbeta “Joseta”, ahogándose el capitán y cuatro tripulantes.
Dos desgracias consecutivas ocurrieron en mayo de 1879. Al regresar a la playa un bote que había salido con las parejas, fue volcado por un golpe viento, con tal desgracia, que los dos marineros que lo tripulaban se ahogaron. Uno de ellos dejó en la orfandad a cinco hijos y en la viudez a su desgraciada esposa. En la madrugada del domingo, 12 de mayo salió a la mar otro bote a la mar tripulado por tres jóvenes hermanos, cuya embarcación se perdió también, hallándose a los tres días, por algunos barcos de pescadores, restos de la embarcación.
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 22 de marzo de 2014