POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Bajo el título «Faroleando», FIDI FIDALGO ARTE colgó en su muro este precioso «nocturno con luz» que desgrana multitud de recuerdos a quienes, por edad, tenemos recuerdos de historia. La mar en calma y el adormecer de la noche siempre invitaron a requiebros de amores y amoríos: «Noche tranquila y serena / no es buena para rondar / porque los enamorados / prefieren la oscuridad. / Marinerito arría la vela; / que está la noche tranquila y serena…».
La modernidad del hoy nos agobia con su deslumbrante «contaminación luminosa» y apenas deja resquicios para «aventuras sin luz». Antaño, pero muy antaño, la iluminación urbana se alimentaba con el llamado «gas del alumbrado», «gas de hulla» o «gas ciudad»; una mezcla de gases combustibles (hidrógeno, metano, monóxido de carbono, etc.) que se obtenían en la destilación seca de la hulla; operación que se realizaba en las llamadas «fábricas de gas».
Esa mezcla gaseosa combustible se distribuía mediante tuberías y alimentaba los faroles callejeros, encendidos por un «farolero». El inolvidable Pepe Blanco también dedicó un cantar a los faroleros y a los amoríos: «Farolero que te vas / un poquito alumbrao, / déjate ese farol apagao; / que en cositasdel querer / casi siempre ha pasao / que la luz de un farol ha estorbao…».
¡Ay!, aquellas «aventuras sin luz» que con frecuencia terminaban «dando a luz»; pues como dice el refrán: «Besos y abrazos non facen rapazos; pero toquen a vísperes».