
POR APULEYO SOTO PAJARES, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Helo, helo por do llega el año dos mil catorce a las matanzas del cerdo celebradas, ole, ole, en el Virrey Palafox del Burgo de Osma, señores, con fogatas callejeras, vino en bota, filmaciones, trasiego de mazapanes y muy endulzados licores.
Que ofrezca su vida un puerco en torreznos sabrosones, en costillas a la brasa, en morros al alioli, en patas despatarradas entre papas y aluviones o caldos del alma en vientre…por la de sus matadores, no tiene razón de ser pero así se hace, por donde habrá que aplaudir también al toro frente al estoque: vida y muerte andan unidas en horrendas diversiones que causan placer al cuerpo, allá quién nos las provoque.
Lo cierto y seguro es, por más que al mundo le asombre, que el cerdo es sacrificial costumbre en el sur y el norte, pero la que más merece ese ritual y renombre es la que oficia el Virrey de Palafox, y aquí conste.
Allí Gil Martínez Soto da de comer a todo hombre y mujer, por igualdad desde el entrante hasta el postre.
Vierais con él a políticos y ciudadanos más pobres. Vierais con él a los clérigos canónigos y prebostes. Vierais con él cardenales rellenándose el bodoque. Vierais con él y señora guapos, feos, listos, zotes, que el Palacio de los Diezmos a cualquier pagano acoge. Vierais allí comprimida a la Castilla de entonces y a la Castilla de ahora igual de grande y de noble.
Vierais, en fin, periodistas, banqueros blesos y torpes, escritores y cronistas, presidentes y asesores…, por las bravas y las tiernas masticando a troche y moche y gozando a las sus anchas de los mil y uno sabores de la morcilla, el morcón, las paletas, los jamones, las sopas de parturienta, los mondongos culiflores, los sesos, la rabadilla, los callos, los chicharrones, los filetes adobados y los chorizos en cortes…