POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Fue costumbre -hoy perdida- en la Iglesia Católica, creo que desde el siglo VI, efectuar el rezo de la liturgia de las horas (maitines, laudes, tercia, sexta…), en los días de Jueves Santo y/o de Viernes Santo, después de los Oficios de la tarde. Este rezo se denominaba OFICIO DE TINIEBLAS porque se efectuaba en la iglesia completamente a oscuras, únicamente iluminada con un candelabro de forma triangular («tenebrario») provisto de 15 cirios que representaban a los 11 apóstoles fieles a Jesús (Judas fue el «traidor»), a las tres Marías (Magdalena, Salomé y Cleofás) y a María la madre de Jesús.
A medida que el sacerdote finalizaba el rezo de un salmo se apagaba un cirio, correspondiendo el último al canto del Miserere (salmo 50) que «cerraba» con la antífona «Christus factus est pro nobis obediens usque ad mortem, mortem autem crucis».
En ese momento de «último apagón» los fieles, y muy especialmente la chiquillería, procedían a un ruidoso estruendo de RONQUIELLES y de MATRAQUES en recuerdo de los sucesos que, según el Evangelio, siguieron a la muerte de Jesús (rayos, truenos, terremotos…). Para otros era el justo castigo que merecían los judíos que al grito de «¡Crucifige, crucífige eum !» pidieron a Pilatos la muerte del Salvador y por eso , al tal golpeo de matraques y ronquielles, se le decía MATAR A LOS JUDÍOS.
RONQUIELLES Y MATRAQUES (en castellano, carracas) son instrumentos de percusión; la ronquiella consiste en un mango con una rueda dentada que hace vibrar una lengüeta; la matraca consta de una lámina (tabla) de madera que en su parte central soporta un eje provisto de una maza que, al mover la tabla, la golpea a un lado y a otro. A mí, que soy cristiano y viejo, aún me «tocó» vivir esa tradición; desde aquí la recordamos con ese sentimiento de herencia que debemos conservar. Y, por supuesto, sin ánimo alguno de ofensa al pueblo judío.