TRABAJADORAS DEL REAL SITIO
Mar 07 2014

POR EDUARDO JUAREZ VALERO, CRONISTA OFICIAL DE SAN ILDEFONSO (SEGOVIA)

Calle_de_La_Granja_(Segovia)

Andaba el que suscribe el otro día pensando que el próximo 8 de marzo se celebra el día de la Mujer Trabajadora mientras repasaba viejos documentos del Archivo Histórico Municipal. Entre acta de pleno, carta y oficio, me preguntaba yo para qué sirve un día de la mujer trabajadora. ¿Acaso no trabajan todos los días? ¿No ponen dedicación, empeño y esfuerzo en lo que hacen?

Sinceramente, conozco más vagos que vagas; más profesionales brillantes en femenino que en masculino. Cientos de alumnos hubieron de sufrirme en los años que me llevo dedicando a la enseñanza y, honestamente, por cada alumno brillante he podido conocer decenas de alumnas asombrosas. Desde las ingenieras María Isabel, María Rozas o Arancha hasta Alicia, Elena, Ángela, Sonia o Soraya, por decir alguna, me han demostrado la infinita capacidad femenina para el esfuerzo y la competitividad.

Y no es fácil la verdad, desenvolverse en una sociedad pensada para los hombres, donde las mujeres han de plegarse a los principios básicos de la competencia masculina. Sin embargo, ellas lo hacen. Y muy bien. Y compitiendo hasta el final. Con niños a cuestas, relojes biológicos insufribles martilleando su cabeza y leyes que minusvaloran el potencial femenino. A pesar de ello, puedo decir orgulloso que la mayoría de mis jefes son del sexo femenino, que no género. Marian Rubio dirige sabiamente el programa universitario donde diariamente me enfrento a grupos de estudiantes de los Estados Unidos de Norteamérica, conformado, curiosamente, por una inmensa mayoría de alumnas, capaces de lanzarse a la aventura de vivir durante varios meses en otro país, en otra familia; la Dra. Florentina Vidal coordina los cursos de la UNED en los que tengo el honor de participar como docente; la Dra. Rosa Pardo hace lo propio en el Máster del Departamento de Historia Contemporánea de la UNED; la Facultad de Geografía e Historia de la UNED lleva casi tres años en manos de la Dra. María Jesús Pérex. En mi equipo de trabajo hay una mayoría de admirables mujeres que compiten diariamente, luchando con una masa de ingente de hombres preparados de forma innata para esta contingencia. Además de las citadas, uno tiene la suerte de cruzarse de vez en cuando con las Catedráticas Alicia Alted, Ángeles Egido, las Profesoras Paulina López Pita, Ana Echevarría, Ángeles Lario, Concepción Ybarra, Josefina Martínez, Ana Guerrero, Susana Sueiro o Yolanda Gómez, la única Profesora distinguida con una Cátedra Jean Monnet por la Unión Europea de toda la UNED. Todas ellas mujeres de amplio currículo y gran sabiduría, pues ya me dirán cómo, en este país de enchufados y machistas, han podido llegar ahí. Ante ellas, como decía mi suegro, oír y callar. Legislar en igualdad de oportunidades, recordar a John Stuat Mill y su concepción de la libertad, la moralidad y la ley, y liberar a las mujeres de trabas morales injustas. De verdad. Sin ambages ni bagajes.

Quizás, siguiendo ese ejemplo, se le ocurrió al desaparecido y añorado Dr. Luis Erik Clavería crear una escuela-taller de enseñanza sobre el vidrio, allá por el año 1990, aprovechando el empuje de la recién creada Fundación Centro Nacional del Vidrio y la maravillosa idea de escuelas-taller creada por Peridis y mi admirado amigo, Julio Martín Casas.

En un entorno de libertad y profesionalidad, de apertura de la oportunidad a los más voluntariosos y no a los más enchufados, a los más preparados y no a los más emparentados, se conformó una escuela con sesenta alumnos, de los que cincuenta y siete eran mujeres. De aquella maravillosa experiencia salieron una gran cantidad de profesionales del vidrio que hoy disfruta la FCNV, como Mariángeles, Concha, Ana, Olga, Esther, Raquel, Loli, Ana Gimeno o María, invadiendo el tradicional territorio masculino para postrer alegría de mi querido amigo y Maestro de todas ellas, Pepe Escrío.

De ese mismo núcleo nació la empresa VITALL, devastada hoy por esta lacra de crisis económica, con una mayoría de mujeres y premiada al año de su apertura con una escultura en homenaje a la Mujer Trabajadora que hoy adorna sobre su pedestal los jardincillos de la Puerta de la Reina. Con sus anchos hombros hombrunos -seguro que no la esculpió una mujer- alegran la llegada al Real Sitio, dando asiento y sombra a jóvenes sedientos los fines de semana y a pobres domingueros provistos de bocadillos algún que otro día festivo.

Por todo ello, sigo, mientras termino estas cuatro líneas, preguntándome por qué hay que celebrar un día de la mujer trabajadora. La mujer es Trabajadora, con mayúsculas y eso es lo que nuestra sociedad precisa: Trabajadores con mayúsculas. Sin género en la palabra ni sexo en la puntualización, creando un entorno de competitividad donde se prime la preparación y la disposición a ella. Claro que, en ese escenario, con el paso del tiempo, igual tendríamos que instituir un día del Hombre Trabajador.

Por mi parte, yo me quedo con los sabios latinos, creadores de los géneros para las palabras: uno masculino, otro femenino y uno neutro, también femenino. Como dijo el infame Cicerón, ¡O tempora! ¡O mores!

Fuente: http://www.eladelantado.com/

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