POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

Estaba desayunando en Murcia, con un grupo de amigos, amantes de la historia y de la lectura y, por consiguiente, proclives a mis escritos. Sí, sobre todo, los que he escrito últimamente sobre la historia de Ulea; tanto la antigua como la actual.

Estábamos relajados, esperando la navidad de 2014. Es domingo y, al leer la prensa murciana, constatan que, el Ayuntamiento de Ulea, pequeño pueblo ubicado en el corazón del Valle de Ricote, no tiene ninguna deuda con acreedores ni personal: total, cero de «endeudamiento». Además, siguen exponiendo en dicha reseña del periódico «La Verdad de Murcia», que las perspectivas son las de llegar al cero absoluto, en el paro obrero—que ya lo está rozando—en corto plazo de tiempo.

Actualmente, sobre un presupuesto de poco más de un millón y doscientos cincuenta mil Euros, quedan en las arcas municipales 180,000 Euros, y eso que estamos en las postrimerías del año 2014. De momento, los proyectos son realizables y, en primer lugar, es «llegar al pleno empleo, en corto plazo de tiempo». En el proyecto de empleo, figuran: Programas con el S.E.F., Escuelas–Taller y Fondo de Garantías Juvenil. Referente a la nueva reestructuración de la «Planta de Residuos»,redimirá del paro obrero a buena cantidad de trabajadores uleanos. A estos proyectos se suman las «Acciones conjuntas, con la marca Valle de Ricote» y «con carácter prioritario» garantizar las prestaciones de: Dependencia, Teleasistencia, Transporte Escolar, y Comidas a domicilio.

Tras leer con atención todos estos datos y, sabedores de que yo era conocedor de todos estos pormenores, plegaron el periódico y, se dirigieron hacia mí, para hacerme preguntas sobre el pasado, el presente y el porvenir de mi pueblo.

Hablamos de su historia, a la cual di cumplida respuesta, como cronista y como conocedor de ella. De su presente no me dieron tiempo a comentarles nada ya qué, sin más dilación, me emplazaron a que fuéramos a Ulea, les mostrara cuantos encantos atesora y, si se nos hacía tarde, comer en mi pueblo y terminar un día de excursión por ese maravilloso enclave, en el corazón del Valle de Ricote.

Tras llamar a su familia, nos encaminamos, hacia Ulea, en cuatro coches y, allí, pasamos el día. Como correspondía, hice de guía turístico y, cuando les mostraba y comentaba cualquier enclave de mi pueblo, me dijeron: Joaquín, al explicarnos esta mañana las bondades de tu pueblo, te quedaste corto; son mejores todavía.

El acompañante de más edad, que es pintor y paisajista, me emplazó a regresar en otra ocasión—a ser posible pronto— ya que los días previos a navidad son extremadamente cortos y, sin luz diurna es imposible valorar toda la riqueza que atesora. Para ello, prosiguió diciendo, me traeré las herramientas de trabajo; con el fin de plasmar toda su belleza.

Si, Joaquín, me decían: está cerca de Murcia; es un pueblo pequeño, limpio y tranquilo. Además, es poseedor de un pasado cargado de historia; un presente halagüeño y un futuro prometedor. En estos momentos intervino una de las mujeres—profesora en la Universidad de Murcia—y, mirándome fijamente, me dijo: Joaquín, tienes un pueblo muy bello; no tendría ningún inconveniente en venir a vivir aquí. Trataré de convencer a mi marido. El marido, que estaba pendiente de nuestra conversación y, mirándole de reojo, le contestó: a mí, no tienes que convencerme; ya lo estoy, pero ¿y los niños?

La luz diurna se tornó en crepuscular y, como consecuencia, tomamos la decisión de regresar a Murcia. No obstante, al pie de «Los Árboles Grandes», antes de acomodarnos en los coches, me dijeron al unísono: Joaquín !Volveremos a Ulea¡