
POR RAFAEL MARTÍN ARTÍGUEZ, CRONISTA OFICIAL DE SEGORBE (CASTELLÓN)

Hace exactamente 632 años que la ciudad de Segorbe acogió una festividad de los Reyes, auténticamente real.
Aunque ahora nos parezca muy raro, en la antigüedad, la presencia de los reyes en Segorbe, sin dejar de ser suceso extraordinario, resultaba bastante habitual, especialmente por lo que se refiere a los reyes forales, es decir, los herederos de la Corona de Aragón. Y esto ocurría de forma más asidua con los reyes de la baja Edad Media.
Así no es de extrañar que el infante Martín de Aragón, conde de Jérica y señor de Segorbe por matrimonio con María de Luna, (según dicen los cronistas Martín tenía su residencia habitual en Segorbe porque era el lugar donde había nacido su esposa), con 25 años de edad, se propusiera celebrar con gran pompa y boato la festividad de la Epifanía en el año del Señor de 1382, en la ciudad.
Como era natural, entre los convidados se encontraba su padre, el rey de Aragón, Pedro IV el Ceremonioso, cuya presencia en Segorbe se especula tuvo relación con la visita al lugar donde tres años más tarde y a iniciativa del propio infante, se comenzaría a levantar la Cartuja de Valldecrist.
Para la ocasión, Martín (luego rey con el sobrenombre de el Humano), remitió una carta al justicia de Jérica para que procurase que todos los cazadores de la villa fuesen a cazar y le enviasen todas las piezas cobradas, comprometiéndose a pagarlas con la intención de que «para la jornada no hubiese falta».
Así lo cuenta el racionero de Jérica, Francisco del Vayo (s. XVI), sin que conozcamos más detalles de aquel suculento convite celebrado en la vieja ciudad episcopal, al que seguramente asistió un buen número de representantes de la casa real y de la nobleza.