
POR LA REAL ACADEMIA MATRITENSE DE HERÁLDICA Y GENEALOGÍA.
El Boletín Oficial del Estado ha publicado un Real Decreto creando la Orden del Mérito a la Seguridad del Ministerio del Interior. De este modo, a la chita callando, pues la noticia ha pasado prácticamente desapercibida para los ciudadanos y medios de comunicación, se ha incorporado a nuestro ordenamiento jurídico la cuadragésimo séptima condecoración civil tutelada directamente por el Gobierno de España. A este elevado número hay que añadir las órdenes y condecoraciones militares integradas en el Ministerio de Defensa así como las creadas por otras administraciones territoriales, autonómicas y locales, entes del sector público no territoriales y órganos constitucionales. Una cantidad desorbitada que no se justifica en modo alguno y que no resiste la comparación con el total de órdenes y condecoraciones gubernamentales existentes en algunas de las naciones europeas más antiguas y solventes.
Esta Real Academia, al amparo de lo previsto en sus Estatutos corporativos, que contemplan entre sus fines “El conocimiento científico y socialmente útil de los honores y distinciones, así como del ceremonial, el protocolo y las instituciones premiales en general” y “Emitir informes y dictámenes y prestar asesoramiento sobre las materias que constituyen sus fines”, compareció en su momento en el preceptivo trámite de consulta pública presentando un trabajado y fundado escrito de alegaciones con un éxito perfectamente descriptible: rechazo en bloque de todas y cada una de las rectificaciones o mejoras al texto que se proponían, salvo dos minúsculas correcciones gramaticales. O sea, el consabido “sostenella y no enmendalla” habitual de nuestra clase política, a derecha e izquierda, en este y otros parecidos temas concernientes al Ceremonial y símbolos del Estado.
Aun admitiendo que era sumamente difícil que el Gobierno asumiera la enmienda a la totalidad que la Matritense formuló para que reconsiderase la oportunidad de crear la nueva condecoración, albergábamos la esperanza de que al menos, como ocurrió hace tres años con el nuevo Reglamento de la Medalla y Placa al Mérito en el Trabajo, aceptase introducir algunos retoques de mera técnica normativa (y de sentido común) que disimulasen un poco el desaguisado. Pero, como decimos, no ha sido así.
Entre los aspectos censurables de la nueva presea podemos resaltar que resulta muy inapropiada la coletilla “DEL MINISTERIO DEL INTERIOR” que sigue al dictado “LA ORDEN AL MÉRITO A LA SEGURIDAD”, pues ninguna de las órdenes y condecoraciones españolas incluyen en su denominación oficial el nombre del Ministerio del que dependen. Parece que en este caso los responsables del departamento han querido dejar bien claro que la “medallica” es un asunto privativo que solo les incumbe a ellos. Otras de las disfunciones que llama la atención es que la nueva institución premial, pese a su nombre, carece de la estructura organizativa propia de una “orden” y no contempla siquiera la creación de una cancillería como unidad administrativa de referencia para su gestión. También la previsión de que puede dispensarse a entidades sin personalidad jurídica, lo que da pie a concesiones masivas de manera innominada, práctica últimamente muy de moda que estimamos colisiona con los principios básicos que han de inspirar una auténtica política premial. Advertimos también que, contrariando los usos seculares de las instituciones premiales españolas, el grado de “gran cruz” de la “orden” consta de placa pero no de banda. Finalmente, en el Anexo se consigna una descripción de los colores bajo el epígrafe “Pantones”, pero luego la definición cromática está referenciada al modelo CYMK, utilizando equivocadamente la marca industrial “Pantone” como sinónimo de “color”. Que disposiciones tan deficientes vean la luz en el BOE resulta francamente preocupante.
¿Hubo debate en el Consejo de Ministros sobre la creación de la Orden? Más bien creemos que estamos, una vez más, ante una aprobación mecánica y rutinaria de una nueva condecoración que se suma sin criterio alguno a un sistema premial atomizado e incoherente que lleva décadas pidiendo a gritos una reforma en profundidad que nunca llega. La nueva “orden” no hace sino agudizar el caos premial existente en nuestro país puesto que es un hecho empíricamente contrastado que ni la ciudadanía ni las autoridades y funcionarios encargados de gestionar los a todas luces excesivos estímulos honoríficos oficiales los identifican convenientemente con lo cual no cumplen la función emuladora para la que fueron creados y resultan, a la postre, inoperantes como indicadores externos de la excelencia social.
Únicamente nos queda el consuelo de que, como ha pasado en otros muchos casos, la pretenciosa Orden del Mérito a la Seguridad del Ministerio del Interior caiga pronto en el olvido y dentro de unos pocos años nadie se acuerde de ella…
FUENTE: https://ramhg.es/veritas-non-vanitas-una-medallica-mas-y-van-47/