VIDAS ACCIDENTADAS (2)
Oct 25 2014

POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA

iglesia

vapor

A mediados de septiembre de 1889, por la noche, hubo un incendio en el Teatro, a causa de haberse caído un quinqué del escenario, ardiendo inmediatamente el petróleo. Al momento acudieron varias personas y lograron sofocar la llama, pero el susto y la confusión entre la numerosa concurrencia fueron grandes.

El 7 de noviembre de 1889, ocurrió una sensible desgracia, un pobre ciego y anciano que iba dentro de un carro, al llegar al puente del Acequión, torció la mula con tan mala suerte a la izquierda, que fue rodando con el carro hasta el fondo del cauce, produciéndose el anciano algunas lesiones en la cabeza.

El 28 de noviembre volvió a producirse otro voraz incendio en la calle La Paz, en casa de Francisco Aniorte, el Cuco, un pobre anciano no poseía más bien ni fortuna y que hubiera tenido fatales consecuencias al no haber desplegado una actividad digna de mayor elogio todos los que en aquellos momentos acudieron al lugar del siniestro, que ha destrozado parte de la casa y una gran cantidad de paja que en ella había.

Digna de admiración fue la heroicidad desplegada por tres o cuatro jóvenes que trabajaron con decisión, pero más de admirar fue el valor, arrojo y actitud desplegada por el comandante de carabineros y los señores Cáceres y Santos, tenientes del mismo cuerpo, el juez municipal, el secretario de Sanidad Marítima, José Inglada, una pareja del benemérito cuerpo de la Guardia Civil y un individuo del cuerpo de municipales, gracias a los cuales se pudo contener el incendio. A todos se les dieron las más expresivas gracias, especialmente al comandante y tenientes de carabineros que, subidos al tejado de la casa, lucharon como valientes en aquellos momentos de tribulación.

En las primeras horas del 12 de febrero de 1890, se hundió una casa sepultando entre sus ruinas a cuatro niños que estaban jugando. Un considerable número de vecinos que dirigidos con gran interés y celo por el alcalde accidental de la villa, se apresuraron a descombrar para ver de extraer a las víctimas, habiendo sacado de entre las ruinas a dos niños que no pudieron librarse de, pues los otros estaban a salvo y solamente con ligeras contusiones.

El lunes, 14 de abril de 1890, cayó al fondo de un barranco un albañil llamado Antonio Sánchez Andreu, el Barrenas, produciéndose una gravísima herida en la frente, siendo necesario administrarle la Extremaunción.

El jueves 12 de diciembre de 1890, a las siete y cuarto de la noche, ocurrió una explosión en la máquina de moler sal de la fábrica de Manuel Ballester, derrumbándose el edificio y los contiguos, ocasionando grandes desperfectos en otras casas cercanas.

Todo el vecindario se precipitó a las puertas de sus casas y una blanquecina columna de humo indicó el lugar de la catástrofe. El pueblo entero como obedeciendo a una misma señal, corrió hacia aquel lugar, encontrándose con un cuadro verdaderamente desolador.

Ánimos menos fuertes pudieran haber creído inútiles todos los esfuerzos para salvar a las víctimas que era seguro se habían de encontrar entre los escombros, pero despreciando el peligro que amenazaban paredes próximas a derrumbarse, todos los que allí estaban se arrojaron a remover aquellas ruinas logrando como premio a tan angustiosa lucha extraer a un niño de nueve años vivo y sin contusión alguna; esto proporcionó nuevos ánimos, pero desde aquel momento todo lo que se sacó fueron cadáveres horriblemente destrozados entre los que estaba a una niña; un niño de pecho, tres mujeres y un hombre, después se sacó a otra mujer herida, no pudiendo precisarse el número de unos y otros.

La familia de Manuel Ballester, que se salvó milagrosamente de la catástrofe, estuvo encamada varios días con el consiguiente susto y afección.

Hasta las dos de la madrugada se habían extraído de las ruinas los cadáveres de cuatro operarios, de tres mujeres que habían ido a llevar a uno de aquellos y el de un niño, habiendo varias personas heridas. Milagrosamente se lograron sacar con vida de los escombros, en donde quedaron enterrados, un matrimonio y dos niños.

Las autoridades civiles y militares posesionadas desde los primeros momentos en el lugar del suceso, rivalizaron en actividad y celo.

Se comentó que la explosión fue casual y el Juzgado instruyó las oportunas diligencias para esclarecer los hechos.

A las dos de del mediodía del 14 de diciembre, fueron trasladados desde el Santo Hospital de Caridad al cementerio parte de los restos de las víctimas que ocasionó la voladura de la fábrica. El carro fúnebre que los conducía llevaba dos grandes cajones y una caja, en los que se encerraban seis cabezas y fragmentos de cuerpos.

A pesar de lo lluvioso y desapacible de la tarde, un numeroso público les acompañó hasta su última morada.

Algunos de los heridos quedaron graves.

Esta es la lista que hemos podido reunir de los fallecidos y heridos:

Muertos: Antonia Hernández López, de 6 años; Miguel Jerez Jadés, de 21, soltero; Antonia Lucas Martínez, de 30 años, casada; Dolores Carrillo Layas, de 42, casada; Trinidad Zapata López, de 30, casada; Dolores Zapata López, de 20, soltera.

Heridos: Francisco Lucas Martínez, pronóstico reservado; José Morán Sampere, pronóstico reservado; Manuel Ballester, contuso; José Ballester, contuso.

El 29 de junio de 1891, ocurrió otra sensible desgracia en el magnífico vapor Pio IX, que se hallaba anclado en la bahía de Torrevieja, cuando se estaban depositando un considerable número de sacos de sal para conducir a La Habana y a otros puntos de ultramar. El contramaestre del buque que dirigía los trabajos de la tripulación, con tan mala suerte que desde la boca de la escotilla número dos cayó a una de las bodegas, resultando con algunas heridas de bastante consideración. Inmediatamente fue conducido al Santo Hospital de Caridad, donde el médico cirujano de dicho establecimiento prestó al herido los auxilios que la ciencia aconsejaba, aunque continuó en su gravísimo estado.

De índole muy distinta fue lo ocurrido en diciembre de 1891. Por el Juzgado Instructor de Orihuela se empezó a instruir el oportuno sumario, a virtud de la denuncia hecha por el médico don Felipe Millán, en la que manifestaba que el día 18 certificó la defunción de José Carvajal, vecino de Torrevieja, fallecido a consecuencia de envenenamiento por mercurio.

En enero de 1893, en un lugar próximo al cementerio, se hundieron unas cuevas, ocasionando la muerte a dos mendigos que allí se cobijaban.

El 8 de diciembre de 1893, día de la Purísima, fue arrollada una mujer por el ferrocarril, en el kilómetro cuatro del ramal de Torrevieja, destrozándose por completo. La desgracia se produjo al querer la mujer atravesar la vía estando el tren muy cerca, no pudiendo reducir éste la velocidad.

Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 25 de octubre de 2014

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