POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Algunas restauradoras, con los alimentos de primera adquieren historias y magia. El domingo, bajo el calor del mediodía, unos turistas hacían las compras en el mercado de Grado y al señor que les vendió queso preguntaron por un lugar para comer; éste les recomendó El Llar de Viri, en San Román de Candamo, y allá se fueron en coche, con el aire acondicionado a tope, pero El Llar estaba lleno. “Esperamos”, dijeron a Viri, dispuestos a hacer tiempo por la plaza, bajo el sol implacable. “No, no puedo darles hora, nunca doblo una mesa, quiero que mis clientes disfruten sin prisa”. Tanto insistieron que hizo una excepción y los recibió a media tarde; a los postres les preguntó Viri por qué habían puesto tanto interés, ellos le contaron y Viri insistió: “¿Y por qué os recomendó mi casa?, ¿es cliente, me conoce?”. “No, pero nos dijo que le bastaba con verte comprar”.
Fuente: http://www.lne.es/