EL RINCÓN DE LA HISTORIA. LAS GENTES DE SANSE – 1ª PARTE
Ene 29 2015

POR SANTIAGO IZQUIERDO. CRONISTA OFICIAL DE SAN SEBASTIAN DE LOS REYES (MADRID)

375 Sentencia 1494

En algunos escritos ya he hecho referencia a las gentes que poblaron nuestra localidad a finales del siglo XV, tanto los que llegaron de Alcobendas como de otras poblaciones de la comarca, quizás atraídos por la libertad que les ofrecía la nueva puebla, pues ésta no se encontraba sometida a ningún poder señorial, tanto civil como eclesiástico, sino que había nacido como lugar de realengo, porque así lo decidieron sus valedores: Isabel y Fernando.

Muchas de aquellas familias echaron raíces en aquellos solares y terrenos que les concedió el concejo de Madrid. Emilio Saavedra ha sabido recoger de manera magistral aquellos primeros años de la fundación y consolidación de nuestro pueblo en su novela “Las raíces de la encina”.

Como esa encina nuestros primeros hombres y mujeres echaron raíces, de esa encina cinco veces centenaria, nosotros los que hoy vivimos en esta ciudad de cerca de noventa mil habitantes nos debemos considerar como ramas de la misma y que nuestra savia se alimenta de ese tronco que hunde sus raíces sobre un terreno que ellos ganaron con sacrificios, penurias, abnegaciones y no se amedrentaron ni ante amenazas ni lisonjas arteras.

Indiscutiblemente que aquellas gentes nos han dejado una huella indeleble y que a través de ellos se ha ido forjando nuestra idiosincrasia y personalidad que nos “diferencia” de otras poblaciones, es muy posible que sea ese esfuerzo y sacrificio que tuvieron que padecer aquellos primeros hombres y mujeres para conseguir la ansiada libertad lo que nos han dejado de herencia. Como anécdota os diré que se decía que ese sentimiento de independencia y libertad se conseguía bebiendo agua del Pilar de Arriba.

Nuestro pueblo, al igual que lo hicieron la mayoría de las localidades del alfoz de Madrid, comenzó su despegue urbanístico e industrial a final de los años sesenta del pasado siglo. Hasta ese momento su crecimiento era poco más que vegetativo.

Hoy la mayoría de nuestros convecinos proceden de las más diversas tierras de nuestra geografía, y es más, una parte ya sustancial viene de allende los Pirineos y del estrecho de Gibraltar, así como de Ultramar como eran conocidas las naciones hermanas que se asientan en el Nuevo Mundo.

Lo que si podemos decir, es que pese a ese despegue urbanístico nuestro pueblo conserva su personalidad y tradiciones, y que trataremos por todos los medios de que no se pierdan, y nos esforzaremos para que esto no ocurra, ejemplos tenemos como son los casos de Pamplona, Valencia, Teruel, etc. que siendo grandes ciudades han sabido conservar sus fiestas y costumbres. Aquí contamos con un hito que nos acoge y nos preserva como son nuestras tradicionales y populares fiestas del Cristo de los Remedios. Todos esos días nos encontramos en sus calles, bien en los actos religiosos como en los profanos, muestra de ello es la procesión del Cristo la noche del 28 de agosto, y como no, todas las mañanas, a la ocho, cuando se corren los toros por sus calles cómo ya lo hacían nuestros antepasados hace quinientos años.

Las nuevas tecnologías nos permiten cada año ir mejorando en seguridad, y además se cuenta con un componente humano que, afortunadamente, está concienciado y sensibilizado en no perder esta tradición de siglos.

Quiero rendir un homenaje a aquellos primeros sufridos y aguerridos fundadores cuyos nombres y apellidos conocemos a través de los documentos que se han conservado en los diferentes archivos como son el Municipal, el Parroquial y el de la Villa de Madrid. También encontraremos datos de nuestros antepasados en el de la Corona de Castilla ubicado en el Castillo de Simancas (Valladolid), en el Histórico Nacional, en el de Protocolos Notariales, en los Diocesanos de Toledo y Madrid y en el General de la Administración de Alcalá de Henares.

Llevados de la imaginación y siguiendo la obra de Saavedra y la Crónica de Laureano Montero veremos levantar muros de adobes en aquellos primeros solares del Cerro del Clavel, y recorrer con pastores y labradores los caminos, veredas y cañadas con sus rebaños y yuntas. Y ver a las mujeres bajar a por cargas de agua a la Fuente del Pilar y a lavar en el arroyo que discurría entre los dos pueblos.

Afortunadamente sí que conocemos sus nombres de pila: Juan, Martín, Bartolomé, Cristóbal, Miguel, Francisco, Alonso, Andrés, Pedro, Diego, Sebastián, Esteban y pocos más, pues eran muy parcos y muy reiterativos a la hora de ponerles nombres, lo que muchas veces nos dificulta su identificación, ya que nos encontramos con varios Pedro Rodríguez o Andrés Canenciano, de ahí que ellos los identificasen con el apelativo de “el viejo”, “el menor”, “el mozo” o Francisco Navacerrada de Andrés, para indicar que éste era hijo de Andrés Navacerrada y así poder diferenciarlo de otro Francisco Navacerrada,

En el caso de las mujeres ocurre lo mismo que hemos visto en el de los varones, tienen un reducido santoral, así que encontramos numerosas María, Ana, Isabel, Catalina, Francisca, Juana, Manuela y ahí quedaba todo pues en los primeros años no figuraban con apellido, tan sólo se decía María la de Juan Perdiguero, y el caso más conocido que podemos mencionar es el de nuestra “heroína local” Francisca de Bártulo, así la mencionamos en los escritos y así está rotulada la calle que tiene dedicada, pero la realidad de los documentos nos dice Francisca, la de Bártulo, es decir, la mujer de Bartolomé Bártulo.

Hemos hablado de los patronímicos, pero a estos hay que ponerlos apellidos. Aparte de los ya conocidos 31 nombres, todos de Alcobendas, que figuran en el acta del concejo madrileño de 23 de agosto de 1492 pasaremos a pasar “lista” cincuenta años después, en 1542, y aquí ya se menciona a los que podemos decir que son lo que se han consolidado tras superar vejaciones, denuncias, sinsabores, trabas y padecer enormes calamidades como fueron ver incendiadas sus viviendas, sus cosechas, y muertos sus ganados, ahí podemos decir que arrancan las familias que tras más de quinientos años han forjado esta localidad e iremos viendo cómo han ido apareciendo a lo largo de los años todos aquellos apellidos que muchos de los mayores que lean estas líneas recordarán.

Al final de esos primeros cincuenta años nos encontramos ya con los siguientes apellidos: Aguado, Astudillo, Barba, Bártulo, Canenciano, Castroverde, Cecillano, Collado, Colmenar, Cubas, Cuesta, De la Cámara, Díaz, Escobar, Fuentes, Gallego, García, Garrido, Guadalix, Jaras, López, Lucas, Magarra, Martín-Sanz, Matellano, Mateo, Monje, Navacerrada, Nieto, Paredes, Perdiguero, Pescador, Pinto, Retamo, Rincón, Rivero, Rodríguez, Torrejón, Uceda y Vallecas, éstos y otros muchos apellidos que con los años sus descendientes entroncaron a través de matrimonios y que aún perduran.

En la próxima publicación iré desgranando todo lo concerniente a los apellidos mencionados, así como de los que se van incorporando en los siguientes años hasta llegar a mediados del pasado siglo, y al ser posible la procedencia de los mismos.

Artículo publicado en “La Plaza de la Constitución” número 375. el día 30 de Enero de 2015

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