POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
Cuando se baja la maloliente bolsa de basura y se arroja al contenedor se participa, de forma involuntaria, en uno de los negocios más lucrativos. La recogida y eliminación de los residuos urbanos mueve cientos de millones de euros que se incluyen en los presupuestos públicos, generando jugosos ingresos a los grupos de empresas que controlan el mercado.
El alcalde Antonio Almunia hizo pública, el 13 de enero de 1868, la primera ordenanza municipal de recogida basuras. A los que quebrantaran alguna de las disposiciones se les imponía una sanción de tres escudos. Los primeros encargados de este servicio fueron Pedro Rubio, Vicente Rodríguez y Roviño.
La limpieza se efectuaba diariamente desde el amanecer hasta las nueve de la mañana en invierno, y hasta las siete en verano, marchando el carro recolector por las calles longitudinales.
Para mayor comodidad del vecindario y menor dificultad de este servicio, los vecinos debían tener amontonadas las basuras en las puertas de las casas o en las esquinas de las calles transversales para que pudieran ser recogidas. El carro de la limpieza se distinguía por una campanilla a cuya señal los vecinos que no lo hubieran hecho sacaban los serones de basura, cuidando de no arrojar otras hasta el siguiente día en iguales horas.
Los estiércoles en fermentación u otros objetos fétidos sólo se debían sacar a la hora precisa de pasar el carro, y la limpieza de retretes no podían hacerse sin el debido conocimiento y permiso de la autoridad, que dictaba las medias convenientes. Nadie tenía derecho a recoger y retirar los estiércoles y basuras, únicamente los encargados por el Ayuntamiento, exceptuándose los vecinos que tenían cuadras y querían aprovechar los boñigos, pudiéndolos extraer y utilizarlos, teniéndolo que hacer cada tres días en verano y semanalmente en invierno a las horas señaladas para la limpieza en general. Si alguna persona tuviese que vender sus estiércoles para fuera de la población, debía tener una autorización del gobernador civil de la provincia y pagar dos reales por cada carretada, quedando este dinero en beneficio de los encargados de la limpieza.
Estaba prohibido verter en las calles basuras de cuadras, ni otras que contuvieran escombros mezclados; la recogida y exportación de las basuras que producían las cabras o caballerías corrían por cuenta de los dueños. Y, los carreteros que conducían estas basuras debían de cuidar dejar bien limpios los sitios en que los cargaban, si era en la calle, y lo mismo cuando los carros o las cargas se volcasen o derramasen; y lo mismo debían hacer los conductores de paja, ya fueran carros o caballerías.
El encargado de la limpieza recogía las basuras que se producían en los puestos de la plaza-mercado, siendo obligación de los vecinos barrer diariamente las aceras y fachadas de las casas, rociándolas en los meses de verano, dos veces por lo menos al día, de seis a ocho de la mañana, y de cinco a siete por la tarde.
Estaba prohibido arrojar por los balcones o pisos bajos aguas sucias, basuras, ceniza, ni cosa alguna que pudiera perjudicar o ensuciar, siendo responsables los dueños de las casas. Tampoco se permitía vaciar aguas inmundas por caños, ni de ninguna otra manera, evitando la formación de charcos en las calles, imponiéndose multas a los infractores.
Para que en las calles no hubieran acumulación de orines e inmundicias, nadie podía hacer sus necesidades menores ni mayores en la vía pública, quedando también prohibido el sacudir esteras o alfombras en los balcones y puertas, debiéndose hacer en la calle los días designados para “estero” o “desestero”, a las horas de menos incomodidad para los transeúntes y con la debida precaución de no molestar.
La limpieza nocturna de los “pozos negros” se hacía de las diez de la noche en adelante en invierno, y a partir de las doce en verano. Era obligación de los dueños cuidar de que las inmundicias no se derramaran por las calles, debiendo haber obtenido la licencia, para que se les indicara el punto donde debían arrojarse.
Juanico “El Mamprés” fue el último basurero que recorrió con un carro de tracción animal las calles de Torrevieja, allá por los años sesenta del pasado siglo, recogiendo los deshechos al toque de la campanilla. En 1960 y 1961 se modernizó el servicio, y tres nuevos carros “con ruedas de goma” sustituyeron a los antiguos, obligando a los vecinos a desterrar el cajón y cachumbo, y cambiarlos por recipientes más estéticos y perfectamente cerrados. Después vinieron los motorizados camiones de recogida, colocándose papeleras en las calles más céntricas, siendo más tarde instalados contenedores, primero metálicos y después de plástico.
Los traperos, con sus carros tirados por un asno y acompañados generalmente de un famélico perro atado a la trasera del vehículo, recorrían las calles en busca de la compra del cargamento principal de su actividad: trapos, cacharros, alpargatas viejas, lana usada, pieles de conejo, botellas, papel y cartón. Portaban loza, cacharrería de barro y juguetes que traían de Ibi y Onil, intentándola vender o cambiar.
Posteriormente clasificaban el material, lavándolo y prensándolo por separado, almacenándolo en balas y entregándolo a las fábricas de Alcoy que lo utilizaban para la producción de fibras textiles y papel.
Fortuni Carratalá y Serrano, en su almacén y vivienda de la calle La Paz, fueron los últimos con este oficio en Torrevieja, además de “Kunta Kinte” que recogía todo de lo que pudiera obtener beneficio.
Cuando parecía que este oficio estaba en vías de extinción surgieron nuevas especialidades. Las décadas de crecimiento de la industria y de la eliminación incorrecta de desperdicios, como muestra del desenfreno, causaron preocupación pública dando a la protección medioambiente una base real. Hoy, la recolección de basura y su reciclaje se ha convertido en norma.
Muy lejos queda cuando a principios de la década de los sesenta el alcalde Juan Mateo García salió a la calle escoba en ristre, junto con otras autoridades locales, recogiendo donativos para los más necesitados de la población: la basura para el bien social en aquel celebrado “Día de la Escoba”. Años más tarde, el 22 de febrero de 1975, empleados del servicio de recogida de basuras hicieron el primer plante en actitud de manos caídas protestando para que les fuera aumentado el jornal.
En la actualidad, son muchas las personas que han retomado la recogida de objetos entre la basura y también, casi a diario, aparecen publicadas noticias de irregularidades en contratos de recogida de desechos, limpieza viaria y mercados de reciclajes en empresas que mueven muchos millones de euros. Parte de la plantilla encargada de estos menesteres están distantes de la división de la contrata que engloba la recogida de residuos sólidos urbanos, el transporte al vertedero, la limpieza viaria y la de playas.
Seguro, que si levantaran la cabeza Fortuní Carratalá, trapero; Juan “el Mamprés”, basurero; Antonio Rebollo Buendía “Pachini”, barrendero; Serrano, trapero; y “Kunta Kinte”, chatarrero, estarían todos de acuerdo en que ¡ESTO HUELE MAL”.
Fuente: http://www.laverdad.es/