POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
Mirando el calendario nos damos cuenta que hoy, 3 de octubre, es la fiesta nacional de Alemania o Día de la Unidad Alemana en conmemoración de la entrada en vigor de la reunificación de las dos Alemania en 1990, la República Federal y la República Democrática. Si bien en un principio se había pensado tras dicha reunificación instituir como tal fiesta nacional el 9 de noviembre como recuerdo de la caída del Muro de Berlín, no fructificó debido a que esa fecha coincidía con la triste noche de los cristales rotos que se vivió en 1938.
Sea como fuere, lo cierto y tal como hemos podido comprobar recientemente, salvo algunos respetuosos recuerdos a los judíos, lo vivido en Alemania durante el hitlerismo permanece cuidadosamente aletargado en aquella tierra, como si existiera un pacto de silencio en torno a todo lo sucedido en esos tristes momentos en la historia de la humanidad. Sin embargo, la energía del pueblo alemán ha hecho resurgir su economía, llegando a asfixiar a la de otros de sus socios comunitarios. Pero, a pesar del nivel de vida que se respira hay otros ejemplos que podrían exportarse a nuestras tierras, y ser una forma de ingresos que ayuden a superar la situación económica actual en España. Para ello, veamos una situación que hemos sufrido reiteradamente durante varios días, y que no es privativa de Alemania, sino que está extendida en otros países de la Comunidad Europea y que, aquí, en nuestra España no sé si por un mal entendido orgullo hispánico o por considerarlo una humillación no se produce. Me refiero, a un oficio de siempre, concretamente al de la limpieza de los retretes públicos o privados en los establecimientos comerciales o de restauración.
Uno de mis primeros viajes fuera de España tuvo como destino Suiza. Hace de ello aproximadamente treinta y ocho años, eran momentos en que exiliados españoles añoraban y veían próximo el regreso a su tierra. La picaresca hispana de ellos nos abrió los ojos sobre algunos aspectos, como hablar veinte minutos por teléfono desde Suiza con España desde en una cabina pública echando una peseta, así como, utilizando el rollo de papel higiénico para evitar que la puerta del aseo se cerrase, con una sola moneda poder hacer sus necesidades fisiológicas varias personas. Aquello de que hubiera que pagar por cumplir con la vejiga y el intestino nos llamó poderosamente la atención. Hoy, en pleno siglo XXI, esta costumbre se mantiene en muchos países europeos, y es frecuente encontrar en centros comerciales u otros establecimientos como cafeterías y restaurantes a una señora sentada junto a una mesa con un platillo recaudador y un letrero que dice 0,50 euros (o sea, algo más de 83 de las antiguas pesetas) por orinar o defecar. Eso sí, en cabinas más limpias que los chorros del oro y en las que se pueden comer sopas.
Pero el problema se agudiza cuando se elimina al trabajador, que suele ser una persona mayor y, que en algún caso pienso que sea un jubilado que incrementa con ello sus ingresos libres de impuestos. Eliminación de la persona, que es sustituida por una barrera que si no introduces la moneda no permite el acceso. Sin embargo en otros lugares se es menos agresivo, como ocurre en el Santuario de Medjugorje en Bosnia Herzegovina, en que la utilización de los aseos es libre y únicamente existen unos artilugios recaudadores, en los en siete idiomas se indica: «con su contribución nos ayudarán a mantener limpio el inodoro». Lo cierto es que la limpieza de los aseos debe ser un negocio rentable. Pues, haciendo números, si consideramos que en unos grandes almacenes en Berlín, en una jornada acceden a los aseos mil personas, la empresa se embolsa una cantidad de 500 euros día, que aproximadamente en 25 días al mes supone 12.500 euros. Lo que no he llegado a saber cuál es el salario de los trabajadores de limpieza de los aseos en Alemania. Pero otro cantar es el problema de aquellos que tiene la próstata algo floja y que por diez o doce sesiones de utilización del urinario al día tienen que invertir, si están por la calle, del orden de 6 euros. Así que a utilizar pañales o a rascarse el bolsillo.
Sin embargo este oficio de limpieza de aseos que ya lo conocíamos en algunos establecimientos en grandes capitales españolas, en la que la señora de turno, además vendía tabaco, se puede ver acompañado por otros tipos de trabajo de siempre, no por ello despreciables sino honrosos, como el de trapero o recolector de palomina o excrementos de palomas. El 5 de enero de 1799, desde Cartagena, la Junta de Propios y Arbitrios de dicha ciudad enviaba al Ayuntamiento de Orihuela un edicto para su difusión y exposición en los lugares públicos de costumbre. En él se anunciaba el concurso de arrendamiento por tres años de la recogida de trapos y de los citados excrementos, para que aquellas personas que lo deseasen pudieran hacer postura. Así se efectuó, según acordó el Ayuntamiento oriolano. Otro asunto era la utilidad de los primeros, que probablemente serían destinados a la fabricación de papel, mientras que la palomina podría emplearse como abono al ser rica en nitrógeno y en ácido fosfórico o bien en la industria de curtidos o en la producción de nitrato para hacer pólvora para los fusiles.
Efectivamente, oficios de siempre como el de trapero que lo hemos conocido intercambiando trapos viejos por santos de barro pintados para los niños, o el de recolectores de excrementos de palomas, ya no se dan hoy día. Sin embargo, ese otro, de trabajadores de limpieza de aseos públicos o privados están al orden del día en Europa, como en Alemania, de la que tanto hay que aprender. Tal vez, valdría la pena promoverlos en España, pues se podrían crear puestos de trabajo.
Fuente: http://www.laverdad.es/
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