POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)

Ahora no se paga por estacionar en Rodiles, como el verano pasado, ahora el que coja la plaza, para él. Fui el lunes por la tarde y tras muchas vueltas entre la barahúnda de coches, conseguí lugar a las afueras, con las ruedas de la derecha pisando la raya verde de la carreterina que va hacia la ensenada Conejera y las de la izquierda arrimada a los eucaliptos; caminé hasta la playa, extendí una toallina de bidé, que uso para las pleamares, en el extremo oriental, al pie del Bicho (así llaman a ese cabezo porque cuando uno se acerca desde las rampas de Selorio parece un dinosaurio), me tumbé entre los regodones, las sombrillas y las fauces del monte y, enseguida, a las siete y media de la tarde, con el sol bien alto, los socorristas se despidieron por megafonía, en castellano, asturiano e inglés: “Adiós, muy buenas, cuidado con la mar”. Y allá quedamos, solas, unas veinticinco mil almas.

Fuente: http://www.lne.es/