
POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA

Tras el breve comentario que días pasados hice de los solares que en nuestro conjunto histórico-artístico hay, no tardó en llegar la llamada que me culpaba de interesados silencios. Al no citar a dos que dentro del entorno de la Plaza Mayor, que utilicé como arranque del luctuoso itinerario, me olvidé a pesar de la larga relación. Pido disculpas y quedan incluidos desde este momento a la citada luctuosa relación.
El primero en recordar está en ese romántico rincón de la llamada plaza del Fresco, lugar de paso, conjunción y encuentro de rutas y caminos en los que es fácil toparte con un escudo olvidado o la propia historia viva y palpitante junto a esa madre que los Garcigrande nos dejaron, junto al escenario abierto a todos y para todos los públicos ya que la censura ha pasado.
Cruzamos la Plaza Mayor y dejando atrás la iglesia de San Juan nos adentramos en esa calle que solo con su nombre nos hace un tanto estremecer, la calle Sacramento, verdadero reducto de recuerdos, de notas y citas, casonas nobiliarias, escuelas, al final el arte vivo y firme del amigo Ramón Abrantes, llenos de fuerza, genuinos en sus representaciones y con alma y vida como genio creador y seguro. Y un poco más adelante ese solar reclamado, lleno de vida y sin duda esperanza, en el que no sabes bien cuando pasas si es una frondosa josa de árboles frutales o el parque señorial del prócer que se esconde tras la naturaleza exuberante que desborda las tapias de su encierro. Ahí queda el segundo olvidado, típico representante de un fenómeno nada fácil de entender y menos de explicar.
Pero hoy, junto a la llamada recriminatoria en nuestro diario con gran claridad aparece ese tema que martiriza a nuestro Ayuntamiento y que ha sido objeto de toda clase de violaciones, atropellos y desdichados abusos a lo largo de toda su historia y está claro que me refiero a las murallas o restos de uno de los recintos murados de más larga, tendenciosa y maltratada historia.
Hablar de las felonías cometidas con las puertas y los grandes paños de muralla del recinto de la ciudad constituye una auténtica referencia histórica, a la que hay que añadir hechos y atropellos y abusos como el que se detalla en la Puerta del Mercadillo, con el Paso Interior o Callejón de los Perros y si nos vamos a la calle de las Belerías y su entrada en el recinto podemos escribir todo un romancero de muchos cientos de páginas que espero las nuevas corporaciones irán rematando lentos pero seguros de devolverle a la ciudad restos pero restos noblemente recuperados, devolviéndole a su ciudad ese noble testimonio de su historia de las puertas del primer recinto, Doña Urraca, el Mercadillo, Santa Colomba, la Prima o del Obispo, Santa Leocadia y San Cipriano, más la de San Martín abierta en la Alta Edad Media, solo se conservan y la deprimente y vergonzosa situación que ofrece la del Mercadillo o de San Miguel. Esperemos que la noble ciudad del Romancero recupere en parte sus auténticas señas de identidad. Que así sea.
Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/