POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA. CRONISTA OFICIAL DE ULEA

Dadas las dificultades que encontraban para desplazarse los agricultores, ganaderos, tratantes, viajeros y los alojamientos y “tentempié” de los mismos; así como la existencia de cuadras, caballerizas y corrales para guarecer el ganado, el Conde de Floridablanca dictó una disposición para que se promoviera la construcción de “Ventas y Ventorrillos” en los ejidos y caseríos de los pueblos por donde transcurriera algún camino vecinal- o red viaria de importancia- utilizado para tránsito de peatones, viajeros, tratantes, ganaderos y sus recuas y rebaños de ganado. La finalidad era la de mejorar la asistencia a todos ellos, así como a los campesinos y vecinos de los caseríos aledaños.

En Ulea, el 19 de diciembre del año 1789 se distribuyó un bando en el que se daba cuenta de la orden dictada por el Conde de Floridablanca, con la finalidad de que se diseñara la ubicación de cuatro puntos de venta de vinos y licores, así como de alimentos; haciendo las veces de “mesón y alojamiento”.Se enumeraban la serie de servicios que debía de disponer a la hora de aceptar el compromiso con las garantías exigidas: un caserío amplio y con buena construcción; un pozo con agua de lluvia o de riego, bien tratada para evitar la contaminación; un horno de leña para hornear pan de buena calidad; dependencias para el alojamiento del personal con zafero y jofaina (utilizando agua del pozo o aljibe); un pozo ciego para depositar las excretas; un corral para la pernocta del ganado: una cuadra con abrevadero, para alojamiento de “ganados de carga y de tiro” y un alojamiento, en sus proximidades, para los ganaderos y arrieros, que debían atender, a sus ganados, durante la noche.

Las arengas de la ‘Junta Suprema’ de Murcia fueron dirigidas por Don José Moñino Redondo (Conde de Floridablanca), con peso específico -a nivel político y social- en la Corte Suprema de Madrid. Los sucesivos edictos tuvieron su eco en Ulea y, como consecuencia surgieron varios postores para arremeter las obras tan pronto como tuvieran los permisos pertinentes (generalmente propietarios que poseían terrenos en las zonas señaladas como preferentes, para su ubicación).

A Ulea se le asignaron cuatro puntos de enclave, que fueron promovidos en pública subasta para su ejecución inmediata.

Tras una reñida puja, obtuvieron licencia del Ayuntamiento para iniciar su construcción. Una vez terminadas quedaron inmortalizadas para la historia de Ulea, con los nombres de: ‘Venta de la Losilla’; ‘Venta de Miñano’, posteriormente ‘Venta Puñales’; ‘Venta de Los Cholés’ y ‘La Venta del Tinajón’. Todas, como observará el lector, en las inmediaciones del camino de piedras y tierra que unía Cartagena con Madrid. Dicho camino o carretera tenía la suficiente anchura como para cruzarse dos carruajes y transitaran peatones, ganados de corral y de cuadra, así como caravanas familiares, carros de los labradores y carruajes de transporte público. Por tal motivo, dichas ventas y ventorrillos servían como puntos de descanso para tomar un tentempié y, para abrevar el ganado, “darles el pienso”, así como para descanso de los animales de tiro y de labranza, sin olvidar al rebaño trashumante; en los que, tanto el ganado como sus pastores pasaban de las dehesas de verano a las de invierno o viciversa, en busca de los pastos nutrientes y necesarios, sorteando las inclemencias atmosféricas de los cambios estacionales.

Como no podía ser de otra manera, dichas ventas fueron bendecidas en el año 1790 por el señor cura párroco de Ulea Don Ginés Párraga Martínez, contando con la presencia testimonial de las autoridades uleanas, con su Alcalde Don Sebastián de Rueda, acompañado por los miembros de la Corporación Don Juan López Romero; Don Juan Pay Pérez; Don Joseph Piñero Abenza; Don Pedro Thomas Yepes y Don Diego Fernández Ramírez.