
POR CARMEN RUIZ-TILVE, CRONISTA OFICIAL DE OVIEDO

Uno de los tsunamis de este último tiempo es la destrucción del comercio tradicional, y eso lo sabemos todos. De forma imparable fueron cerrando las tiendas que nos dieron de comer, e incluso nos vistieron, durante muchos años. Comerciantes conocidos, a veces en segunda o tercera generación, que sabían los gustos de la clientela e incluso tenían sus medidas en una libretita de tapas de hule. Fueron cayendo uno a uno y por un momento nos sentimos modernos cuando las luces de neón y el acero inoxidable abrieron nuevo escaparates, nuevas fachadas, generalmente ciegas, nuevas bolsas de papel a la americana, y ahora ya la gran obra lo barrio todo y son escasísimos los comercios clásicos que quedan, si es que queda alguno que no tenga fuera el cartel de su defunción inminente.
En medio de esta destrucción comercial en una ciudad que fue puro comercio, surgen en este último tiempo algunos brotes verdes, brotes verdes de verdad porque van abriendo tiendas de fruta, escaparates coloridos que nos acercan fruta cercana, «de acá», y fruta exótica de allá.
Sin contar los puestos del aire que vendían fruta en El Fontán, la ciudad, a mediados del siglo XX estaba llena de fruterías y de almacenes de fruta, con cuidados escaparates y vivo olor de temporada. Cualquier calle era buena para la fruta y tanto valía un barrio -las recordadas tiendas de barrio-, como el centro, y recuerdo la frutería de Feli en Uría, al lado del palacio de Tartiere y fruteros de renombre, de origen forastero, eran aquí los León y los Alaejos. Los supermercados, hipermercados y demás gigantes, se fueron tragando, como bien sabemos, a los comerciantes y fruteros de siempre, por aquello de que el pez grande se come al chico, y la novedad es que en este último tiempo en la ciudad -Cervantes, Jovellanos, Independencia, Padre Vinjoy y más- se van abriendo fruterías pequeñas y cuidadas que vivifican el paisaje urbano. Bienvenidas.
Fuente: http://www.lne.es/