MEMORIAS DEL CONCEJO DE PARRES (1835-1985) (CAPÍTULO XXII)

POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)

A veces el secretario discrepaba de los acuerdos tomados por el pleno municipal, como fue el caso cuando aprobaron pagar a un ganadero de Collía una subvención mensual de 30 pesetas por el toro semental de su propiedad para, así, mejorar la ganadería del concejo.

A Enrique de la Grana Valdés le vemos firme en sus alegaciones, pues le parecía una cantidad exagerada. Un secretario éste que se merecería un capítulo para él solo, pues estamos en 1909 y le seguiremos encontrando al pie del escritorio municipal levantado actas treinta y cinco años después. Con su labor e independencia “toreó” en todos los «ruedos» consistoriales parragueses: con liberales, conservadores, revolucionarios, golpistas, republicanos y franquistas. Y no estuvo libre de ser acusado y apartado del cargo durante algunos episodios confusos, además de estar escondido durante la Guerra Civil.

Hace 109 años que un conocido parragués solicitó licencia para construir una casa en El Llerado del Barco, pero cuando fueron a ver el lugar que ocuparía la misma, ésta ya estaba terminada y con el alero delantero de la casa ocupando suelo público.

Sí, parece increíble que ni el alcalde ni los concejales se hubiesen dado por enterados de su construcción, a tan sólo escasos 200 metros del Ayuntamiento…

El día 2 de octubre de 1909 se acordó la construcción de escuelas públicas en Arriondas, San Juan de Parres, Viabaño, Sto. Tomás de Collía, Pendás, Bode, Fíos y Castiello. En todos los casos ocupaban locales de alquiler. Pero esto es España y -por ejemplo- Arriondas aún tenía sus Escuelas Graduadas sin concluir casi cuarenta años después, en 1947.

En la misma fecha la Corporación hizo saber que -en la abandonada iglesia del Coto de San Martín, en Llames de Parres- había restos humanos esparcidos a la vista, entendiendo que éste era un caso escandaloso que iba contra todo sentimiento humano y religioso, denunciando el estado de ruina de dicha iglesia, y así se lo hicieron saber al cura de Viabaño, para que diese sepultura en el camposanto “a nuestros antepasados que tienen ese derecho legítimo después de haber pasado a la eternidad”.

Mientras, el cura de Arriondas se negaba a ceder terreno para un cementerio civil sin autorización del obispado, y el cartero llevaba al juzgado a un concejal porque había insultado a la esposa de aquel en la cartería de la villa, mientras en el depósito municipal los detenidos pasaban la noche en un local con cristales rotos, jergones inservibles y sin mantas.

Solicitaban que a los jergones se les pusiese -al menos- hoja fresca.

No era festivo el día 1.º de enero, como se justifica en el pleno municipal convocado para ese primer día del año de 1910.

Catorce concejales formaban la corporación y eligieron como alcalde a Ramón Barredo García (diez votos contra cuatro), el cual había obtenido 446 votos y quedado sexto en las elecciones municipales. Lo curioso es que los cuatro primeros habían empatado a 778 votos cada uno, de modo que los concejales electos y los vecinos electores no siempre coincidían en sus decisiones.

La sesión siguiente se celebró el 6 de enero (tampoco era festivo el día de Reyes o Epifanía) y destaca la intervención de un concejal solicitando que la casa del pueblo (el Ayuntamiento) se arreglase, higienizase y decorase algo, prohibiendo entrar en la misma con ´almadreñas´, así como fumar y escupir en su interior, entrar con palos en el salón de sesiones y recostarse el público en la barandilla, así como pavimentar la plaza para poder cobrar a los puestos.

¡Quién le iba a decir a este concejal que deberían pasar cien años más hasta que se prohibiese fumar en este tipo de espacios en España!

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