POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
Si cada mes del año, sin gran esfuerzo de memoria, nos va recordando alguna efemérides histórica de trascendencia universal, no menos frecuente es que el calendario nos recuerde acontecimientos cercanos, como las fiestas que evocan detalles y liturgias del campo, de los toros, enmaromados o encierros. Desde la tierra sayaguesa llega la Mayuela, toda una lección práctica de lo que debe ser un programa festivo, en el que se sincronizan un conjunto de atractivas actividades.
Todo agosto está marcado por el Salvador de nuestra diócesis y el 15 de la Asunción, con nuestra Virgen Dormida. Para terminar, dos extremos en la provincia, Toro y Fermoselle, auténticas referencias festivas de categoría nacional en cuyos programas están perfectamente encajados todo ese conjunto de temas, espectáculos y determinado ambiente, perfectamente cuidado y al que se debe los niveles alcanzados.
Los dos destacados lugares agustinianos se asientan sobre el Duero, justificando el célebre pensamiento que nos recuerda siempre que la Historia también sigue el curso de los ríos. Los dos enclaves cierran el agosto festivo, nos avisa del curso que llega presto. Pero no podemos olvidar esas Nieves llenas de ilusiones desde la fresca y jugosa Carballeda a las tierras del Guareña, desde ese San Pedro de Ceque, dormido en la paz de su noble historia, hasta esa Bóveda de Toro que lleva en sí misma recuerdos difíciles de superar por el entusiasmo y la fe que despliega en sus fiestas. Un agosto que pasa y un adiós que convertiremos en hasta el año que viene, por si acaso.
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