“PUERTO RICO, MI ADORADO”: CRÓNICA DE UN HERMOSO VIAJE POR LA ISLA ESTRELLA
Dic 28 2013

POR ALEJANDRO GARCÍA GALÁN, CRONISTA OFICIAL DE PEÑALSORDO (BADAJOZ)

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La FEPET (Federación Española de Periodistas y Escritores de Turismo), en la que se encuentra incardinada APETEX (Asociación de Periodistas y Escritores de Turismo de Extremadura), ha celebrado recientemente su congreso internacional correspondiente a 2013 en Puerto Rico (Mayagüez y San Juan). Representando a la Asociación extremeña han asistido Antonio Bueno, Diego Caballo -con sus respectivas esposas, Encarna y Mari Carmen- y el autor de estas líneas. Para encabezar esta crónica viajera me viene a la mente mi primer conocimiento caribeño de la isla a través de una película que vimos en los comienzos de los años 60, “West Side Story”, pero que los responsables del film en el mundo hispano tradujeron por “Amor sin Barreras”. Se trataba de un apasionante drama musical, posiblemente el primero del que tengo recuerdo, y cuyo protagonismo correspondía a la sociedad puertorriqueña en Nueva York, enfrentada a la italo-norteamericana, donde el amor y la tragedia se entremezclaban profundamente. Rita Moreno y Natalie Wood representaban las dos máximas figuras femeninas de ambas comunidades en el film; Russ Tamblyn, George Chakiris y Richard Beymer, eran los referentes masculinos, todos rodeados de un elenco excepcional de grandes actores, y cuya codirección correspondió a Robert Wise. Desde aquel momento se me quedó grabado en el cerebro la frase “Puerto Rico, mi adorado”, correspondiente a una de las bellísimas canciones que en la película se interpretaban; de ahí este encabezamiento.

Vengo evidentemente entusiasmado de la isla conocida también con el apelativo Estrella, de su paisaje, su exuberante vegetación y sus gentes, en la que todavía el sello de España, la Madre Patria como muchos recordaban, está muy presente, comenzando por la lengua común. Han sido ciertamente unos días muy intensos, pero bien aprovechados por los 45 compañeros que hasta el Caribe nos desplazamos, y salvo los “incómodos enredos” en los que nos vimos envueltos a la ida en la escala del aeropuerto de Filadelfia, por lo demás todo fueron satisfacciones generalizadas a mi entender.

Tras la desagradable “movida” del aeropuerto de la capital de Pensilvania, donde fuimos vejados, tomamos de nuevo el avión con dirección a San Juan, aeropuerto Luis Muñoz Marín, que toma el nombre del personaje que, siendo Gobernador de Puerto Rico, firmó en 1952, junto a los Estados Unidos, el estatuto por el que se creaba el actual Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Al llegar a la capital puertorriqueña nos esperaba una guagua (autocar) que nos trasladaría hasta el hotel resort en Mayagüez, donde nos hospedaríamos, en la costa occidental de la isla, ciudad de 100.000 habitantes, conocida también como La Sultana del Caribe -que será capital de la cultura americana en 2015- y primer lugar por donde, según la tradición, se descubrió la isla de Borinquen, llamada por los españoles Puerto Rico. La primera jornada de estancia -o estadía como ellos dicen- en la ciudad, la dedicamos a visitar el zoológico mayagüezano o yagüés, donde conviven en plena naturaleza los más de 600 animales de diferentes especies aquí acogidos, la mayoría exóticos para nosotros en España, entre otros el oso americano; la serpiente alsofi; la cotorra puertorriqueña -a la que no se puede molestar dado su fácil estresamiento-; el múcaro sabanero, también puertorriqueño; el águila calva procedente de los EEUU, sólo presente en Puerto Rico fuera de Norteamérica, emblema como se sabe del escudo estadounidense; el cóndor de los Andes; o la elefanta africana Mundy, con 31 años, que requiere de unos cuidados muy especiales. También contemplamos diversas plantas representativas de la isla, llamando nuestra atención especialmente el higüero, árbol cuya fruta, la higüera, es de un notable espesor, recordándonos su volumen a un melón, capaz de descalabrar a cualquier descuidado que por debajo del árbol pase; y pudiendo ser aprovechado el cuenco de su corteza para tomar café u otras bebidas. Abundan asimismo árboles en que sus raíces son sumamente someras y a su vez extensas en derredor del tronco al que se abrazan y sostienen formando un solo cuerpo. La visita al zoológico la realizamos guiados por la palabra sabia de Marisel Mora González, guía oficial de este recinto durante años y esposa del alcalde de la ciudad de Mayagüez, honorable José Guillermo Rodríguez, porque “quiero seguir trabajando en mi profesión y no depender de los míos”, como nos manifestó.

Concluida la visita al zoológico, nos trasladamos hasta el complejo museístico y bibliotecario “Eugenio María de Hostos”, presidido por un espléndido bronce del personaje, ubicado en la antigua hacienda del padre de este prócer, ideólogo, político, pedagogo, sociólogo y escritor puertorriqueño y mayagüezano del mismo nombre, bordeando hasta su llegada paisajes montañosos y quebradizos de especial belleza y exuberante vegetación, con estrechas carreteras llenas de curvas y deficiente estado de conservación. Eugenio María nació en 1839 en el barrio (pedanía) de Río Cañas, lejos del centro de la ciudad, en la vivienda de su pudiente progenitor, quien enviaría al hijo a estudiar a España, realizando éste los estudios de bachillerato en Bilbao para trasladarse más tarde hasta Madrid con intención de cursar la carrera de Derecho, que nunca llegaría a concluir. Posteriormente se traslada a la isla para unirse al movimiento de emancipación que consigue su objetivo en 1898, mas con la frustración de verse dominados los puertorriqueños de nuevo por otra potencia colonial extranjera, los Estados Unidos, tras haberse liberado de España. Su muerte acaeció en 1903 con el dolor de no ver su patria libre como era su deseo. La esclavitud en la isla se había suprimido en 1873.

Por la noche nos acercamos hasta el centro de la ciudad de Mayagüez, la plaza del Almirante Cristóbal Colón, presidida por la estatua del descubridor del Nuevo Mundo, para celebrar la Iniciación de la Navidad, frente a la Casa Consistorial o Alcaldía por un lado, y la catedral de Nuestra Señora de la Candelaria del otro. Hubo discursos en torno a la Navidad -Puerto Rico celebra la Navidad tal vez más larga del mundo, ya que comienza a comienzos de diciembre y termina a mediados de enero- con la interpretación de los himnos de Estados Unidos, Puerto Rico y Mayagüez, e intervenciones civiles de representantes del municipio y de las iglesias católica y presbiteriana, más ostras bellísimas actuaciones de bailes nativos y cantos populares de villancicos, parrandas, aguinaldos, plenas…, que hicieron las delicias de los asistentes al acto. La manifestación de luz y sonido final, simplemente espectacular. Observamos como el escudo de Mayagüez, que adorna el interior de la Alcaldía, recoge el popular mensaje de “A Castilla y León Nuevo Mundo dio Colón”, coronado por un castillo -del reino de Castilla-, al igual que sucedería más tarde contemplando los escudos de las otras poblaciones de la región Porta del Sol (Oeste de Puerto Rico). Los mayagüezanos tienen asimismo a gala considerar, como hemos señalado, que el almirante Cristóbal Colón descubrió la isla de Puerto Rico por este lugar en 1493, en su segundo viaje, tomando el nombre taíno, Mayagüez, como lugar abundante en aguas. Al hilo de esto recordemos algunas palabras heredadas del arahuaco, lengua de los taínos, recogidas y usadas hoy en la lengua común española: tabaco, canoa, hamaca, piragua, barbacoa, sabana o huracán.

Recorrido por el Occidente de la isla

Los días siguientes, y tomando siempre el resort yagüés como punto de partida, nos acercamos hasta el norte de la isla, concretamente hasta Quebradillas para ver más tarde las amplias cavernas (cuevas) de estalactitas y estalagmitas del río Camuy. Aparte de recorrer las cuevas, que ellos llaman cavernas, de la mano del afable y simpático guía señor Morales, de origen canario -como tantos y tantos puertorriqueños-, pudimos conocer sobre la marcha otras palabras de nuestra rica y variada lengua con términos propios como “haler” por empujar, “pietaje” por montaje o trabajo de campo, “zafacón” por contenedor, o enterarnos de que el término “bicho”, en el lenguaje coloquial puertorriqueño, tiene prohibido su pronunciación, por asociar este humilde término con el órgano genital masculino.

Tras comer con las autoridades locales de Quebradillas, nuestra siguiente visita sería en Isabela, pueblo desde 1750, edificado sobre las ruinas de la ermita franciscana de San Antonio de la Tuna (1725), dejando atrás en el camino la cabeza esculpida en roca del valiente cacique Mabodamaca, que hizo frente a los españoles en la conquista. Hoy se encuentra su pasado recogido en un interesante museo local. En el mismo pude observar en un panel relacionado con la creación de poblaciones puertorriqueñas, el nombre de Cáparra, primer nombre que recibió la actual San Juan, y que Ponce de León, conquistador y primer Gobernador de la isla, llamó Puerto Rico (después, Puerto Rico pasó a llamarse la isla y San Juan su capital. Colón había nominado primeramente la isla como San Juan Bautista). Lo de Cáparra, como extremeño, llamó poderosamente mi atención, como asimismo me lo llamaría el nombre de otro Lares español, recordando nuestra sierra extremeña y villa de Esparragosa, evocando el de la isla el reconocido históricamente como “Grito de Lares” (1868), origen del comienzo de la emancipación puertorriqueña de la Madre Patria.

Al siguiente día salimos directamente hacia Sabana Grande, adonde llegamos siendo recibidos por un colorista grupo folklórico y grandes atenciones por parte de las autoridades locales, como sucedió siempre desde el primer día de nuestra llegada a la isla hasta la salida de la misma. Sin duda, lo más significativo de esta población fue la visita al Barrio Rincón donde es creencia generalizada de que la Virgen María se apareció a tres niños junto a un pozo en 1953. Aquellos tres niños aún viven y desde aquel momento se venera la imagen de Nuestra Señora del Rosario del Pozo, con aspiración de turismo religioso, y todo lo que esto conlleva. Tras la comida, acompañados del alcalde, partimos hacia Hormigueros en donde visitamos una centenaria y rica hacienda colonial actualmente en manos de descendientes italo-catalanes. La siguiente parada sería en el mismo núcleo poblacional, recalando en el santuario de la Virgen de Monserrate, y reminiscencias coloniales catalano-alicantinas.

San Germán, segunda ciudad fundada en la isla por los españoles, hoy con 37.000 habitantes, sería nuestra siguiente partida. Y a bien que la arquitectura que contemplamos recuerda muchas ciudades del sur de España, andaluzas o extremeñas. Tras rendir visita al legado de la casa-museo Aurelio Tió, de recuerdos suntuosos, tanto civiles como religiosos, de esta pudiente familia local, hoy transformada en Universidad Interamericana, nos acercamos hasta la interesante y coqueta iglesia de Porta Caelli, construida en sus orígenes en madera, edificada como ermita en 1506 por los frailes dominicos españoles, que dispuso de techo de palma real y columnas de ausubo, árbol tropical caribeño cuyo tronco se usó como columnas, siendo éstas hoy la parte más antigua del templo. Un huracán, en España no se conocían los huracanes, se la llevó por delante y los responsables la restauraron con ladrillos. Se puede contemplar en la actualidad, siendo de gran belleza, con estructura colonial, que bien recuerda a muchas de las sencillas iglesias mudéjares extremeñas o andaluzas, construidas con humildes materiales, que en el siglo XVI fue exportada a América. Su interior, de tres naves, guarda en la actualidad una interesante colección de pintura y escultura tanto peninsular como isleña.

Comimos acompañados del señor alcalde de San Germán, donde no faltó el popular arroz con gandules (variedad de frijoles), y partimos hacia el municipio de Lajas, al barrio (pedanía) de La Parguera. Aquí, tras la degustación de un café de la isla, tomamos un barquichuelo que nos trasladó por uno de los recorridos más hermosos que hemos disfrutado en nuestra vida. Dejando a un lado de la costa las casas construidas sobre el agua, bien asentadas por potentes columnas, nos adentramos en un mar azul caribe, limpio y transparente, lleno de manglares e islotes de paradisíaca belleza. Descendimos en uno de ellos, el Mata la Gata. Éste islote es el resultado de acumulación de miles de corales por siglos y siglos. Concluida tan sugestiva visita, regresamos hasta La Parguera esperando la cena que fue amenizada con un espectáculo musical, a la que asistió el alcalde de la ciudad de Lajas. Más tarde nos esperaría un recorrido por la bahía, recorrido único, dado que se trataba, en la noche, de una visión bioluminiscente sobre la bahía. El barco nos trasladó hasta un espacio donde multitud de pececillos desprendían destellos luminosos de grandísima belleza al contacto con el movimiento del propio barco ó de jóvenes bañistas entrenados para este espectáculo turístico.

Concluyó nuestra estancia en Mayagüez al siguiente día con la Asamblea General de FEPET y sendas ponencias de nuestros compañeros Fernando Fraile, de Cantabria, que nos ilustró con una sesuda exposición sobre “La calidad certificada; eje esencial para el futuro del Turismo” y otra de Guido Calderón, de Ecuador, que versó sobre “El papel de la prensa turística en el desarrollo del Turismo en Latinoamérica”, recalcando la importancia del sector en informar y difundir las noticias; también intervino la representante de turismo de Mayagüez, que lo hizo en nombre del honorable alcalde José Guillermo Rodríguez, que tuvo que ausentarse; todas las intervenciones fueron seguidas con sumo interés por los compañeros del viaje así como por los alumnos de turismo locales. Todo el evento transcurrió antes del almuerzo. La tarde fue aprovechada, unos para disfrutar del resort y del hotel, otros nos acercaríamos hasta un extensísimo “moll” (Centro Comercial) para realizar compras, que bien escasean o son más caras en España. Por la noche seríamos obsequiados en las afueras de la ciudad con una excelente barbacoa y la música final en vivo de Los Reyes de la Montaña, con sus villancicos, plenas, aguinaldos y parrandas (“Navidad que vuelve/ llena de alegría (bis)/ borra de mi alma/ la tristeza mía (bis)”, unidos a algunos vallenatos colombianos.

Llegada a la capital, el Viejo San Juan

Al día siguiente bien de mañana partimos hacia la capital del país, San Juan, en la guagua que ocupamos durante estos días de estancia. Nuestra llegada hasta el Viejo San Juan sería en la Plaza de Colón, donde se yergue una hermosa estatua de mármol del Almirante, del siglo XIX, que nos recordaba de algún modo la que se encuentra en la plaza del Descubrimiento, en Madrid. Tras breve parada, tomamos el camino del Fuerte o Castillo de San Cristóbal. Éste es una imponente fortaleza de 1634 con 5 niveles para defensa de la ciudad y muralla y 7 Km. de largo, con revellines, troneras, aspilleras y garitas de vigilancia y autodefensa del pasado español y dedicados hoy al turismo. Pudimos asimismo contemplar las barracas o viviendas de los soldados destinados en la isla y en una de ellas observar una pintada de protesta de época con las palabras “mierda” y “capitán”.

Tras ligero recorrido por el recinto, nos adentramos por algunas calles del viejo San Juan, para mí con tanto parecido a Cádiz, contemplando la fachada de la casa del primer gran pintor que nació en Puerto Rico, José Campeche, para llegar más tarde hasta la iglesia de San José, en la que aún se conserva la primera pintura que se realizó en una iglesia de América, en cuyo suelo estuvieron enterrados los restos de Juan Ponce de León, hasta principios del siglo XX que fueron llevados a la catedral; próximos a San José se encuentran la casa en la que nació la madre de Pablo Casals y el Museo de las Américas, situado donde en tiempos coloniales sirvió de cuartel de infantería, el Cuartel de Ballajá. A continuación, divisaríamos el mundialmente reconocido El Morro de San Felipe, icono del Viejo San Juan y de Puerto Rico, al fondo, para pasar a continuación junto a las Torres Australes, residencia oficial de todos los gobernadores que ha habido en Puerto Rico desde el siglo XVI hasta nuestros días, y la Puerta de San Juan (de 1749), última puerta construida, antes de avistar y visitar la catedral primada del país, dedicada, como es natural, a San Juan (el Bautista). Esta suntuosa catedral, la segunda más antigua de América, del siglo XVI, incluida una capilla neogótica, guarda en la actualidad los restos del primer Gobernador de Puerto Rico, Ponce de León, como hemos apuntado, así, los del primer obispo que fue hasta América en 1521, Alfonso Manso.

A continuación comeríamos copiosamente en un viejo convento femenino del siglo XVII, hoy llamado así, El Convento, un complejo de hotel y restaurante, junto a la propia catedral. Después de la comida, nos dimos un paseo por el centro del Viejo San Juan recorriendo las calles aledañas a Fortaleza para adquirir algunos recuerdos de la isla. Marchamos más tarde hasta el hotel resort Gran Meliá, un espléndido complejo turístico español, tras un largo recorrido, donde nos hospedaríamos esta noche. Al siguiente día nos dividimos; unos compañeros optaron por pasar el día en los magníficos relax, incluida la playa, junto al resort, y otros, cogimos un taxi que nos trasladaría hasta El Morro. Aquí cada cual siguió su voluntad tomando la determinación que quiso. Yo opté primeramente por una visita minuciosa al recinto amurallado del reconocido Morro. A la entrada, en la parte superior del dintel de la puerta principal se podía contemplar un estupendo escudo de mármol blanco de los últimos Borbones del siglo XIX. Y próxima a la entrada, encontramos una sencilla capilla con una espléndida pintura dedicada a la Virgen de los Navegantes; continué por el recorrido que conforman los 6 niveles del Castillo contemplando unas preciosas panorámicas de la bahía de San Juan y la isla de Cabras, a su entrada, donde se ubica el fortín de San Juan de la Cruz, conocido como El Cañuelo. Ya saliendo de San Felipe me acerqué hasta el cementerio de Santa María Magdalena de Pazzis, sobre una ladera frente al Océano, con lujosos panteones de personajes ilustres de la isla. Aquí pregunté por la tumba de Pablo Casals y se me contestó que estaba enterrado en otro cementerio distinto de la ciudad.

Seguí bordeando la ciudad amurallada recabando en un conjunto escultórico moderno conocido como La Rogativa. Se cuenta que en 1797 en uno de los muchos asedios a que fue sometido el Viejo San Juan por los ingleses -también lo harían en otras ocasiones holandeses, franceses y daneses-, las mujeres de la ciudad junto a su obispo, se encomendaron a Santa Úrsula y las once mil vírgenes; las tropas inglesas se retiraron del sitio y el hecho se interpretó como un milagro, que más de dos siglos después aún se recuerda.

Entré en un restaurante junto a la calle Fortaleza donde comí “bacalao a la bilbaína”, para más tarde acercarme hasta la bahía, a la oficina de Turismo de Puerto Rico, ubicada en la antigua Cárcel de la Princesa, en el Paseo del mismo nombre. Como curiosidad, se conservan cuatro antiguas y pequeñísimas celdas de castigo para los soldados, que usaron en tiempos de la colonia como después los norteamericanos, hasta época reciente. En su fachada aún se puede leer una placa que dice así: “Reinando S.M. Doña Isabel II y gobernando esta isla el Exmo. Sr. Tte. Gener. D. Fernando de Norzagaray se edificó la torre y se colocó el reloj. 1854”. Apenas me quedó tiempo para visitar unas conocidísimas destilerías de ron y tomar café antes de llegar hasta la Plaza de Colón donde nos aguardaba a los componentes de la mañana el mismo taxi que habíamos tomado a la ida al Viejo San Juan. Ya en el lujosísimo hotel resort nos ofrecieron una opípara cena ante las múltiples atenciones de los representantes del hotel y empleados del restaurante. Teníamos que ir relativamente pronto a nuestras habitaciones ya que al día siguiente muy de mañana partíamos en avión camino de Barajas, haciendo escala de nuevo en Filadelfia. En esta ocasión los empleados del aeropuerto no nos crearon ningún problema. Y tras un largo vuelo y marcados por el sueño, nos sumergimos bien de mañana en el conocido ritmo, propio de la gran ciudad, Madrid. Habíamos llegado cansados, pero felices.

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