TERREMOTO
Sep 13 2013

POR ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

Cortes en Orihuela, 7 junio 1988. / Foto Loino
Cortes en Orihuela, 7 junio 1988. / Foto Loino

Cuando llegas a acostumbrarte a que la tierra o el ambiente ciudadano se convulsione por cualquier cosa, existe un momento en el que, como en aquel cuento que por más que se gritaba que venía ese mamífero carnicero que conocemos como lobo, y éste no llegaba, nos confiábamos, y al final cuando llegaba sucedía la tragedia. Cuántas veces hemos escuchado y visto en los medios de comunicación la noticia de grandes desastres motivados por el capricho de la naturaleza, acompañados por muerte y desolaci￳n. Cuántas veces hemos pensado la aberración cometida por la construcción de edificios en zonas en las que es sabido su grado de sismicidad, y hemos meditado qué acaecería si las entrañaas de la tierra se abrieran y absorbieran todo los que sobre ella existe. Hay ejemplos de terremotos relativamente recientes, como el sucedido en Lorca el 11 de mayo del 2011, que causó nueve muertos y gran cantidad de daños materiales en viviendas y edificios históricos, y que, a pesar del tiempo transcurrido todavía no se ha ultimado la reconstrucción. Según datos del Instituto Geográfico Nacional, entre los terremotos más importantes sucedidos en España, se encuentran los que sufrió Orihuela en 1048, en que se destruyó la mezquita, y los de 1482 y 1673. Más próximos en el tiempo es recordado el que sucedió en 1829, que causó grandes estragos en toda la Vega Baja, sobre todo en Almoradí y Torrevieja. En nuestra comarca, el más recientemente registrado ha sido el de Rojales, el día de San Antonio de Padua de este año.

Dentro de la fatídica historia de los terremotos en el mundo, el que dejó más huella, fue el ocurrido en Lisboa el 1 de noviembre, día de Todos los Santos, de 1755, que fue seguido de un maremoto y un incendio que prácticamente destruyó la ciudad portuguesa. Se cifra el número de fallecidos entre sesenta mil y cien mil personas y llegó a tener gran repercusión en España, lo que motivó que el rey Fernando VI, solicitara al Supremo Consejo de Castilla la elaboración de un informe, cuyos datos fueron obtenidos a través de una encuesta de ocho preguntas, que iban desde contestar si se sintió, la hora y si hubo señales que lo anunciaran, hasta su duración, daños materiales y movimientos observados en suelos paredes y perjuicios en fábricas, pasando por los fallecidos y heridos. Las muertes que dicho terremoto ocasionó en nuestro país fueron 1.275 y las pérdidas se cuantificaron en poco más de 53 millones de reales vellón.

En dicho informe, según José Manuel Martínez Solares, en su trabajo `Los efectos en España del terremoto de Lisboa´, indica que en Alicante, Elche y Orihuela, duró minuto y medio y que no se sufrió daños. Asimismo reproduce, los datos que el gobernador Pedro de Narváez y Budrola remitió el 3 de diciembre de 1755, y que le habían sido solicitados por el capitán general de Valencia, duque de Caylus el 12 de noviembre, sobre los pérdidas sufridas en la Gobernación oriolana. En dicho escrito se refiere que, el seísmo en Orihuela se sintió entre las diez y las once de la mañana del citado día 1 de noviembre, «meneándose los templos, edificios, casas y suelos, sin haberse experimentado ni desgracia alguna», únicamente se agrietá algo más de lo que estaba la media naranja de la Casa de la Ciudad.

De igual forma que en otras ocasiones y por otras calamidades, bien demandando algo o agradeciendo, en esta se recurrió a Nuestra Señora de Monserrate, a la que se homenajeó en acción de gracias por no haberse producido daño alguno. Hemos de recordar que en el siglo XVIII se recurría a novenas y la mayor parte de las veces a rogativas cuando se producían sequías, nieblas, epidemias, crecidas de las aguas del río con el acto de arrojar el ramo de la imagen a las mismas para que descendiera su nivel, así como por plagas de gusanos y pájaros. Sin embargo, en esta ocasión es la única vez, que sepamos, que se lleve a efecto por un terremoto. Como acción de gracias, el Cabildo Eclesiástico acordó celebrar una misa cantada en la Catedral y por la tarde una procesión general, como agradecimiento a Nuestra Patrona y Señora de Monserrate «por haber libertado a este pueblo de desgracia en el terremoto». Con anterioridad se habían efectuado rogativas por los cleros y comunidades. El síndico del Cabildo Catedral informó al procurador general de la ciudad, señor Balaguer, que la misa y procesión se llevarán a cabo el día 30 de noviembre. Una vez informado el Cabildo Civil, se acordó asistir a la procesión general y no participar en la misa «por el embargo que tiene en la falta de sus asientos», asunto éste que venía de largo, ya que en septiembre de 1751, el Cabildo Catedral debido a la falta de espacio para la ceremonias ordenó que se sacaran los bancos del Cabildo Civil del presbiterio, ubicándolos en la parte de afuera. La ciudad se sintió afrentada, entablándose un pleito, cuya primera medida adoptada fue la de dejar de asistir a los oficios religiosos en la catedral. Al parecer, todavía continuaba el asunto, aunque ello no fue óbice para que a través del procurador general se invitase a la procesión a los oficios, se arreglasen las calles, se disparasen piezas de artillería, se invitase al comandante de la tropa para que enviase «una partida con un oficial que vayan a pie, en resguardo de la procesión», así como a los vecinos para que hicieran luminarias.

Así se actuó hace 258 años. Habrá que ver como actuaríamos hoy ante algunos tipos de convulsiones.

Fuente:http://www.laverdad.es/

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