LA PARROQUIA DE SAN MARTÍN DE LA ZARZA (BADAJOZ): DATOS E INVENTARIO DE VASOS SAGRADOS Y ORNAMENTOS EFECTUADO EN 1864
Abr 09 2025

POR FABIÁN LAVADO RODRÍGUEZ CRONISTA OFICIAL DE LA ZARZA (BADAJOZ)


Parroquia-de-San-Martin-La-Zarza-Badajoz

En Zarza junto Alange, fecha 13 de noviembre de 1864, D. Pedro Idrovo de Castañeda, Caballero de la Orden Militar de Alcántara y cura propio de la villa de Zarza junto Alange, Provincia de Badajoz y Gobierno Eclesiástico de Llerena, con el visto bueno del alcalde D. Antonio Amado, instruyó un expediente acerca de los vasos sagrados y ornamentos que existían en la parroquia de San Martín para el culto divino, según su número y estado de servicio en que se encontraban, y también de los que se necesitaban para dicho fin, cumpliendo con lo mandado por sus superiores.

Vasos sagrados 

Los vasos sagrados principales son los que reciben o guardan el cuerpo y la sangre del Señor como el cáliz, la patena, el copón o la custodia; los secundarios se destinan también al culto divino, pero sin contacto con el pan y el vino consagrados. Estos objetos desempeñan un papel primordial porque actúan como contenedores de una sustancia que está por encima de su materialidad (pan, vino, agua, óleo…), asimismo algunos de ellos reciben pública veneración por parte de los creyentes y clero. Los principales, al estar en contacto con el cuerpo y la sangre de Cristo, están envueltos de una mayor dignidad simbólica, de ahí que los materiales con que están fabricados sean de una mayor riqueza y nobleza (oro, plata…). Ya desde la Edad Media, su utilización se hace patente no solo por los objetos que nos han llegado hasta hoy día, sino por su mención en numerosas fuentes documentales como los inventarios que anotaban las compras o donaciones de este tipo de ajuar litúrgico.

Los vasos sagrados conservados en San Martín eran los siguientes:

Una custodia de plata sobredorada de buen uso, donde se expone la hostia consagrada a la adoración de los fieles.

Un incensario o recipiente metálico pequeño, con tapa y provisto de unas cadenillas, que sirve para quemar incienso, con su naveta de plata (vasija en forma de barco donde se lleva el incienso para las ceremonias litúrgicas) y cucharilla de peltre (aleación de plomo, estaño y algún otro metal), de buen servicio o bien conservado.

Tres cálices de plata con sus patenas y cucharillas: uno de ellos sobredorado, otro en mal estado de servicio y el restante inútil.

Una cruz procesional de plata en buen estado.

Dos copones de plata de buen servicio. Esta copa grande contiene las ostias consagradas.

Una cajita de plata de buen uso para administrar la Eucaristía a los enfermos.

Tres ampolletas de plata bien conservadas que contienen los aceites sagrados: dos para administrar el sacramento del Bautismo y la restante para la Extremaunción.

Una concha de plata de buen uso para suministrar o “prestar” el agua a los que se bautizan.

Cuatro vinajeras de cristal para servir el agua y el vino en la misa.

Ornamentos de ropa

Los ornamentos sagrados o litúrgicos son todas las vestimentas sagradas y los conjuntos de altar utilizados por el clero en las ceremonias religiosas. Estos ornamentos, usados desde la antigüedad, eran el símbolo del alejamiento de la realidad mundana, unido a un deseo de trascender, haciendo del sacerdote el receptáculo de la persona de Jesús. Muchos de estos ornamentos pueden estar enriquecidos con decoraciones y detalles, además de confeccionarse en diferentes colores, cada uno con su propio significado y trascendencia en relación con la fe. El color blanco representa a Dios y simboliza la alegría, pureza y júbilo; es propio de la Pascua, Navidad, Jueves Santo, Corpus Christi; fiestas del Señor, la Virgen y santos no mártires, así como para celebrar bautismos, matrimonios o la Unción de enfermos. El morado es el color del dolor y la penitencia, simboliza la preparación espiritual, utilizándose en tiempos de Cuaresma y Adviento, Día de los Difuntos, misas de difuntos y celebraciones penitenciales. El color rojo o encarnado simboliza la sangre y la fuerza del Espíritu Santo, representando la virtud del amor de Dios; se usa el Domingo de Ramos, Viernes Santo, fiestas de los Santos Apóstoles y Mártires, también para la Confirmación. El verde es el color de la paz, esperanza y serenidad, propio de los domingos del tiempo ordinario. Por último, el negro puede utilizarse en las misas de difuntos y Viernes Santo, aunque su uso está en extinción.

La parroquia contaba con estos ornamentos:

Un terno de damasco blanco completo de medio uso. Los ternos están conformados por tres piezas: dalmática (vestidura litúrgica cristiana que se pone encima del alba, cubre el cuerpo por delante y detrás, lleva para tapar los brazos una especie de mangas anchas y abiertas), casulla y capa pluvial (vestida por los sacerdotes o diáconos en los actos de culto divino, lleva capillo o escudo en la espalda). Deben ser considerados ornamentos y no vestiduras, dado que los ornamentos se elaboran con seda y las vestiduras (alba, sotana, etc.) con materiales menos costosos como el lino o la lana. El damasco es una tela fuerte de seda, reversible y estampada, con dibujos formados por el tejido.

Una casulla de igual tela, color y estado de servicio. Es una vestidura que se pone el sacerdote sobre las demás para celebrar la misa, consistente en una pieza alargada, con una abertura en el centro para pasar la cabeza. Cambia de color según el tiempo litúrgico y de  la celebración.

Una muceta (esclavina que cubre el pecho y la espalda, y que, abotonada por delante, es usada como señal de dignidad) y palio (capa o balandrán ancha con esclavina que llegaba hasta los talones, utilizada por algunos eclesiásticos) de la misma tela, color y estado.

Otro terno de damasco encarnado, casi inútil.

Una casulla de igual color, tela y servicio.

Otro terno morado de damasco completo a medio usar.

Una casulla de igual color y tela, inútil.

Otro terno verde de damasco, ya inútil.

Otro terno negro de damasco completo, muy deteriorado.

Una casulla de la misma tela, color y estado de conservación.

Media docena de albas (vestidura o túnica de lienzo blanco que los sacerdotes, diáconos y subdiáconos se ponen sobre el hábito y el amito para celebrar los oficios) con sus amitos (lienzo fino, ya en desuso, provisto de cordones que el sacerdote pone sobre la espalda y sus hombros para celebrar misa) de lienzo de hilo fino: tres de buen uso y los restantes muy “destruidos”, con sus correspondientes cíngulos.

Dos sobrepellices de lienzo de hilo bastante “serbidas” o utilizadas. La sobrepelliz es una vestidura blanca de lienzo fino, con mangas perdidas o muy anchas, que llevan sobre la sotana los eclesiásticos, y que llega desde el hombro hasta la cintura más o menos.

Tres pares de corporales de lienzo algo usados. Se trata de una pieza cuadrada de tela sobre la que descansa la Eucaristía, bordado con una pequeña cruz, que para guardarlo debe doblarse en nueve cuadrados iguales. Se elabora con lino o cáñamo.

Vasos sagrados y ornamentos que faltan

Un cáliz de plata del que se ignora su precio.

Un terno de tisú blanco, cuyo importe suma 4000 reales. El tisú es una tela de seda entretejida con hilos de oro o plata.

Un terno de damasco encarnado completo que cuesta 2000 reales.

Un terno de damasco verde completo, su valor 2000 reales.

Un terno de damasco negro completo que suma 2000 reales.

Dos casullas completas de damasco blanco, cuyo coste, incluida la hechura, importan 500 reales.

Dos casullas completas de damasco encarnadas, su precio 500 reales.

Dos casullas completas de damasco morado, su importe 500 reales.

Dos casullas completas de damasco negro que cuestan 500 reales.

Dos paños de púlpito de damasco morado y blanco, valorados en 400 reales.

Tres albas de holanda con sus encajes para guarnecerlas o adornarlas que valen 460 reales. La tela de holanda es un lienzo muy fino, por lo general de algodón o lino, empleado para hacer camisas, sábanas y otras cosas.​ Muy apreciada por su caída y suavidad, llegó a convertirse en un artículo caro y distinguido. Toma su nombre del país del mismo nombre, uno de sus principales fabricantes.

El importe suma un total de 12.860 reales sin incluir el precio del cáliz de plata.

Dicho expediente aporta, además, una serie de datos acerca de la parroquia de San Martín. La Zarza, eclesiásticamente, al igual que todo el Partido de Mérida, no pertenecía a ninguna diócesis, sino a la Orden de Santiago, por lo que estaba bajo el mando o jurisdicción de un prior y no de un obispo, es lo que se conoce como “nullius diocesis”.

La parroquia de San Martín era curato de segundo ascenso. El curato se refiere al cargo de un cura, así como al territorio sobre el que, especialmente en el Antiguo Régimen, ejercía su jurisdicción espiritual y su capacidad de extraer rentas, que constituían su beneficio eclesiástico. De esa jurisdicción se sacaba la congrua o renta mínima con la que cada cura cubría su sustento básico. Hasta la reforma del Concilio Vaticano II, los sacerdotes aspirantes a una parroquia debían presentarse a un examen llamado concurso de curatos siguiendo las normas del Concilio de Trento, del Concordato con la Santa Sede de 1851, y de los usos y costumbres del episcopado correspondiente. Terminados los ejercicios y clasificados por los examinadores sinodales, se proponía a la Corona, según el Concordato de 1851, a los que se juzgaran más idóneos para el desempeño del ministerio parroquial. Estos se dividían, según su menor o mayor importancia, en curatos de entrada, de primer ascenso, de segundo ascenso y de término; en este último, normalmente, el párroco de la parroquia fallecía en el cargo.

Los ministros adscritos a la parroquia zarceña eran:

Un párroco. Es el cura que tiene a cargo la parroquia. En este caso, Pedro Idrovo de Castañeda.

Tres presbíteros o curas.

Dos tenientes, con 200 ducados anuales cada uno pagados por la Real Hacienda. Eran nombrados por el cura para que le ayuden o lo sustituyan en los ministerios de su cargo.

Un sacristán, con una paga de 300 reales anuales. Ayuda al sacerdote en el servicio del altar y cuidado de los ornamentos, encargándose de la limpieza y aseo de la iglesia y sacristía.

Dos acólitos, con 96 reales anuales cada uno de paga. También llamados monaguillos, cuya función es ayudar al sacerdote en la misa y otros actos litúrgicos.

Un organista, con 100 ducados anuales.

Tanto el sacristán como el organista y los acólitos son remunerados del fondo de fábrica de la iglesia.

Los fondos con que contaba la parroquia de San Martín ascendían a:

3452,50 reales de dotación en líquido que percibe anualmente.

606 reales anuales por derechos eventuales o de estola. Estos derechos eran las retribuciones que las parroquias concedían a los presbíteros o diáconos, como parte de la dote del beneficio eclesiástico, por las funciones sacerdotales durante las cuales llevaban la estola, especialmente en las amonestaciones, casamientos, bautismos, entierros, etc. En su origen eran donativos voluntarios.

En el año 1864, el número de feligreses que pertenecían a la parroquia de Zarza junto Alange era de 3094. En el año 1858 tenía 3387 feligreses.

Un mes más tarde, concretamente el 17 de diciembre de 1864, en Llerena, el Teniente de Provisor D. Felipe Gálvez expuso estas diligencias a D. Antonio de Figueroa, Provisor y Gobernador eclesiástico del Priorato de San Marcos de León en Llerena, aclarándole que la cantidad consignada por el párroco de Zarza junto Alange para la reparación y reposición de ornamentos y demás efectos destinados al culto divino era algo elevada; pero que teniendo aquella iglesia bastantes necesidades, según quedó reflejado tras la última Santa Visita, era digna de que se la tuviera en consideración al distribuirse los fondos para tan sagrado objeto.

FUENTE: Revista Semana Santa, La Zarza 2025, pp. 81-85.

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