
POR MANUEL GONZÁLEZ RAMÍREZ, CRONISTA DE ZACATECAS (MÉXICO)
𝐆𝐢𝐨𝐫𝐠𝐢𝐨 𝐕𝐚𝐬𝐚𝐫𝐢 cuenta:
“𝑨𝒍 𝒗𝒆𝒓 𝒆𝒍 𝒄𝒖𝒆𝒓𝒑𝒐 𝒎𝒖𝒆𝒓𝒕𝒐 𝒚 𝒆𝒔𝒂 𝒐𝒃𝒓𝒂 𝒗𝒊𝒗𝒂, 𝒆𝒍 𝒂𝒍𝒎𝒂 𝒅𝒆 𝒄𝒖𝒂𝒍𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒂 𝒗𝒊𝒆𝒓𝒂 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒍𝒍𝒂𝒃𝒂 𝒅𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒐𝒓.”
Una muerte de sabor simbólico. Quince días de fiebre violenta, escribe Vasari, quizá debida – según él – a “excesos amorosos”, tratados torpemente con sangrías, que agravaron su estado. Un alma ardiente la de Rafael, que vivió en 𝐞𝐪𝐮𝐢𝐥𝐢𝐛𝐫𝐢𝐨 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐥𝐨 𝐝𝐢𝐯𝐢𝐧𝐨 𝐲 𝐥𝐨 𝐭𝐞𝐫𝐫𝐞𝐧𝐚𝐥. Tras su muerte, su cuerpo fue enterrado en el 𝐏𝐚𝐧𝐭𝐞𝐨́𝐧, donde aún reposa.
Sobre su tumba, un epitafio atribuido al humanista 𝐏𝐢𝐞𝐭𝐫𝐨 𝐁𝐞𝐦𝐛𝐨 dice:“Ille hic est Raphael, timuit quo sospite vinci, r̄erum magna parens et moriente mori.”“Aquí yace aquel Rafael, del cual, mientras vivía, la Madre Naturaleza temía ser vencida, y al morir, temió morir con él.” Texto: Andrea Giorgio.
Algunas de sus obras inspiraron algunas que tenemos en #Zacatecas. Ya hemos hablado de ello en publicaciones anteriores.