CRÓNICA: EL VIII CENTENARIO DEL FUERO LLEGA AL VELLÓN (MADRID)
POR AGUSTÍN DE LAS HERAS, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIÉLAGOS (MADRID)
Cualquiera que me hubiera seguido hoy pensaría que quería llegar a El Vellón sin que los de la atalaya descubrieran mi presencia. El camino más largo ha sido el mío. Una vez he dejado a mi hija frente al tributario derecho allá por las tierras de Cantoblanco y para evitar la ruta por donde los de Magerit suelen invadir el valle del río de Nadie o las tierras de la sierra, he rodeado el cerro San Pedro, de piedras metamórficas de gneis, cruzando Guadalix y bordeando el seco dibujo del pantano. He vuelto sobre mis pasos hacia Pedrezuela y he girado a El Vellón.
Los de la atalaya debían estar pensando en viandas y celebraciones porque he podido llegar a una plaza donde preparaban un zoco. Y ahí me han descubierto. Jesús González, el maestro hacedor de dulces, valdepielagueño, que llena de pastas y de postres a los habitantes de la villa. Me ha saludado y luego he de decir que… he pecado, llenando las alforjas de jesusitos y pastas que hacia años ni veía ni cataba.
Llegada la hora he seguido la calle de banderolas y carteles hasta llegar a un edificio donde se iba a celebrar el VIII centenario del Fuero de Talamanca.
Y todo ha empezado.
Me he encontrado con mis compañeras y compañeros de trabajo que hoy se acercaban a celebrar el resultado. Que agradable es caminar entre amigos, cronistas, archiveras y alcaldes, que feliz me hace compartir un trabajo con mis primas.
El color lo han puesto quienes hoy nos invitaban a su villa. Qué decir de la alcaldesa, Catalina, siempre sonriente y atenta, una de las alcaldesas mas colaboradora del Fuero y visible allá donde este se celebra. Y su teniente de alcalde, concejala de cultura, Tania, que hasta su apellido lleva la dulzura de esos caramelos madrileños, así como su sonrisa. Qué servidora social y cultural se va a perder esa tierra. Qué desagradecida puede ser una función pública. En estos tiempos solo veo indiferencia para los que han perdido el sueño para que tuviéramos calles, servicios e incluso fiestas.
Y para el final me dejo a mi amigo Javier. Qué suerte tengo de haberle conocido. Qué buena gente es. Desde el primer momento me pareció una excelente persona y ese sentimiento crece cada día. Javier ha sido maestro de ceremonias. Ha estado nervioso y en vela pensando cada detalle. Pero hoy podemos nombrarle caballero. Ha dado paso a la alcaldesa, más buena gente.
Luego se ha colado la Orquesta de Cámara de la Sierra Norte de Madrid que aunque el nombre parecía frío nos ha dado un calor de sentidos nada más que hemos empezado a escucharles. Y al final no queríamos que se fueran. Nos han llevado lejos, mucho más al norte, deleitándonos con las melodias del noruego Edvard Grieg, y han empezado con un preludio allegro, luego andante, alegrettos y más andante para finalizar con un allegro con brío. Y en pie les hemos aplaudido. Y ellos nos han regalado un vals que dos violines femeninas entre risas y vergüenza nos han invitado a bailar.
Dejadme que mi paraíso sea rodeado de violas y violines, dejadme que me invada el sonido de violonchelos y contrabajos cuando deje esta vida de infierno.
Luego ese video personal dando el color particular a qué es el Fuero. Todo transcurría con normalidad hasta que apareció la tarta. El dulce que nunca probaron los alcaldes pero si los miembros de la Comisión. Una pequeña diferencia, que se ha notado en la envidia.
Etnografía y Patrimonio Inmaterial, ella y él, además de regalar su trabajo al pueblo, nos han contado su labor de investigación, no solo entre las gentes de El Vellón, sino entre legajos y documentos. Aunque he aprendido que los archivos se perdieron, no en guerras civiles, sino de sucesiones monárquicas, no he podido llegar a conocer el final de una noche de bodas. Tiempo al tiempo.
Tania ha puesto el broche. Y Javier, como no, hasta el último detalle. Los dos junto a otros concejales han regalado a cada pueblo un obsequio para recordar.
Y luego vinieron las fotos y las risas, y los torreznos, y el sabernos que estábamos entre amigos. Qué alto habéis puesto el listón a aquellas villas que aun quedan organizarlo. ¡Gracias El Vellón!
No nos hemos sentido como en nuestro pueblo sino como en nuestra casa.
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