POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Durante más de un siglo entre 1850 y 1955, los juguetes murcianos invadieron gran parte del mercado nacional e internacional, y sobre todo los fabricados con cartón y retales de telas usadas como trapos.
Los cartoneros murcianos -según referencia de Antonio Botías- tenían una industria pujante, sobre todos los que abastecían a las cuadrillas que organizaban las fiestas de primavera, tales como: «El Coso Blanco», «El Entierro de la Sardina», «La Batalla de las Flores» o «El Bando de la Huerta».
Tal auge tenían los juguetes de cartón que, en el año 1929, los industriales murcianos- fabricantes de juguetes con dicho material- celebraron un certamen al que acudieron gran cantidad de proveedores y compradores y que el periódico murciano «El Tiempo» publicitó en sus páginas «a bombo y platillo».Como consecuencia de dicho certamen; los galardonados, exhibieron sus trabajos en las vitrinas del Museo de Bellas Artes de Murcia; en donde se pudieron admirar con detenimiento.
Para conseguir estas figuras de cartón endurecido, precisaban de un trabajo artesanal arduo. Era preciso hacer el engrudo, colarlo, vaciar los moldes, visualizarlos, repasar, articular y atar con hilos llenos de nudos. La tarea quedaba terminada, con la pintura y el acabado.
El abastecimiento de materia prima provenía de parte de «los cartoneros», «hileros» y «traperos» de la Región de Murcia.
En Ulea tuvimos un personaje singular que se ganó la vida con este oficio. Dicho uleano se llamaba Gumersindo Martínez; apodado «El Misino». Todos los días, al amanecer, recorría las calles y callejones; así como los distintos colmados del pueblo, con el fin de recoger cuantos cartones pudiera encontrar.
En los establecimientos o colmados le guardaban las cajas de cartón una vez que habían vaciado su contenido. Hilario López, Claudia Tomás, Blas Carrillo Benavente, Perico Puche, Luís «El Chopano», Carmen de Justo, Pedro Hita o «La Poncila»; eran sus mayores proveedores. Todas las mañanas cargaba en una carretilla de madera, todos los cartonajes que, una vez chafados y embalados, remitía a las fábricas jugueteras de Murcia en la camioneta de transporte público del «pequeño» (José Antonio López Abenza).
Era el Misino, un personaje único e irrepetible. Siempre iba tocado con su típico sombrero y su inseparable gabardina, que ya no se sabía de que color era; ya que igual le servía para abrigarse como para recostarse o envolver trapos y cartones. Una cosa no le faltaba nunca al bueno del Misino: su inconfundible bigote y, sobre todo, «su sempiterna sonrisa».
Además de los cartones recogía «trapos» por los que les daba, a las mujeres que se los proporcionaban, unas pocas monedas; teniendo en cuenta que se trataba de telas sucias, rotas y en desuso. Estos trapos comenzaron a usarlos los comerciantes de muñecas de cartón, para revestirlas y, para ello, precisaban telas de hilo.
Por tal motivo, «el Misino» quedó inmortalizado en Ulea como «cartonero», «hilero» y «trapero».