
POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)

Extendíamos los brazos, inclinábamos el tronco un poco hacia delante, echábamos a correr cuesta abajo por la plaza Conde de Guadalhorce, en Pravia, y enseguida despegábamos los pies del suelo y planeábamos sobre el Nalón, con giros y piruetas, imitando a los aviones de la II Guerra Mundial. Eso hacíamos los niños de mi pandilla, en los años sesenta, y los mismos vuelos y piruetas, los niños de los años cuarenta, entre ellos nuestro querido Antonio Argüelles, hijo de Telva y Antón, que emigraron a Salas y a Pravia desde Noreña. Antonio solía volar con su hermano mayor, Manolo «Barranca»; a éste lo llamaban «Avión», y Antonio quedó como «Piloto». Apelativos cariñosos, claro; nombres de paz, aunque «Piloto» siempre fue un luchador.
«Piloto» escribía mucho y era beligerante; lo hacía en «El Sol de Pravia», en «Región», en «LA NUEVA ESPAÑA» y otros, bajo el seudónimo de «Clariván», que durante años mantuvo en secreto. Me cuenta Luis García Valdés, ex director del Orfeón «Santiago López» y de la Banda Municipal, que sólo conocían el secreto Juan Revuelta y Ciro Solís, hasta que un día «Piloto» puso a Luis en la pista cuando le preguntó quiénes eran los cómicos de la zarzuela «Los Gavilanes», y éste respondió: «Trinquet y Clariván». «Piloto» era muy aficionado a la zarzuela y, además de secretario del orfeón, me dice Luis, fue un gran tenor: «Tenía muy buen oído, como toda su familia, Su voz era muy agradable y gozaba de mucha extensión». En los años cincuenta cantaban a Torner y «Negra sombra», aquella de «Cuando pienso que te fuiste…». Promovió además muchos festivales, llevó a Pravia orquestas sinfónicas, la Compañía Asturiana de Teatro, coros de villancicos a las escuelas… Y jugó de delantero en el Praviano juvenil. El pan se lo ganaba cerca de la tahona, en la empresa González y Díez, donde la Azucarera.
A su esposa, Nieves, a sus hermanos, Berta, Manolo y Pili Azpiri, Menchu y Antón, Tino y Albina, Juan Carlos y María José, acompaño en el sentimiento. A estas horas, «Piloto» ha de estar bien alto, más que el campanario de la Colegiata, más que el Cueto y que Lin de Cubel. Veo volar al «Clariván», lleva los brazos extendidos, el ruido del motor en los labios, planea alto, muy alto, como él sabe, con una sola pluma.
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