POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
El pueblo de Ulea, estaba enclavado en el murciano corazón del Valle de Ricote, se encontraba encorsetada. El monte El Castillo, al norte y, el río Segura al sur desde el Salto de la Novia hasta las estribaciones de la cordillera de Las Lomas, eran un serio obstáculo para entrar y salir al pueblo; máxime si tenemos en cuenta que las barcas para cruzar el río Segura quedaban fuera de servicio, tan pronto como aumentaba el caudal de sus aguas a causa de las frecuentes riadas.
El alcalde Sebastián de Rueda y Benavides y Almeida, Regidor Perpetuo de Murcia desde el año 1705 y Caballero de la Orden de Santiago, fue alcalde desde el año 1690 durante cuatro décadas, y le tenía tal estima al pueblo, que se hizo querer por todos sus ciudadanos y, por tal motivo, le llamaban el Señor de Ulea.
El regidor reunió a las fuerzas vivas del pueblo con el fin de conseguir la construcción de un camino por donde pudieran transitar carruajes, caballerías, ganado y peatones.
Lo tenía difícil, pero aprovechando su cargo de Regidor de Murcia, consiguió vía libre para construir por la margen izquierda del río Segura un camino que facilitara la entrada y salida al pueblo. Como en años anteriores, en ese tramo del río, operaba una barca que trasladaba pasajeros, animales de labranza y ganados; de una orilla a otra entre nuestro pueblo y Villanueva. Por tal motivo, se le denominó Camino del Barco Viejo.
Sin embargo, Sebastián de Rueda, era mucho más ambicioso y consiguió que los propietarios colindantes a dicho camino vecinal donaran unos metros de terreno, cinco metros entre ambos lados con el fin de que pudieran circular carruajes de mayor tonelaje y, a ser posible, para trasporte de viajeros desde Ulea a Murcia, recogiendo pasajeros del núcleo urbano y cuantos vivían diseminados en cuevas y caseríos de la huerta y el campo.
Ese camino vecinal, utilizado para transporte público, fue inaugurado un día 17 de mayo del año 1724, con gran pompa, por el alcalde y su corporación municipal, acompañados por el teniente cura Juan Pay Pérez que bendijo la obra realizada; pasando a la historia, con el nombre de Camino Imperial del Barco Viejo (similar a una autovía de los tiempos modernos).
Este carruaje, tirado por caballerías hacía el trayecto de Ulea a Murcia y viceversa en días alternos, descansando los domingos y festivos, como era preceptivo. Su itinerario discurría por la margen izquierda del río Segura, cruzando por los parajes de: La Morra, El Parque y los Baños de Archena.
No obstante, el señor de Rueda y Benavides, era mucho más ambicioso y, tras una reunión con los uleanos que vivían diseminados en la huerta y el campo, sacó el compromiso de construir un ramal que, partiendo desde la finca de Los Valientes antes de llegar a La Rambla hiciera una especie de Y, y utilizando el cauce de la misma rambla en la época de estiaje surcara entre Verdelena y Las Lomas, llegando a la temida Cuesta Blanca, por los arrieros y conductores de carruajes, de ahí el nombre también de Cuesta de los arrieros y, tener parada obligada en la finca El Tinajón propiedad de la familia Rueda Benavides y administrada por los franciscanos.
Los encargos para reservar plaza de viajeros o de mercancías se hacían de viva voz y, de esa forma, tenían asegurada su plaza para el día convenido. Cuando había algún día señalado, aumentaba la demanda y les obligaba a poner en circulación dos carruajes.
Tenían sus puntos de parada obligatoria, salvo que no hubiese encargos de las mismas o no quedaran plazas libres. La salida y llegada, se efectuaba en la calle de la Era (los árboles grandes) y tenía parada en El Cabezo cortao, La sardina, Finca los Valientes, en donde se encontraba la célebre “Y”, El pino, El final de las Lomas, Camino de los tollos, Los pastores, Cuesta Blanca, Cuesta de los arrieros y el Tinajón. Desde aquí, se adentra en terrenos de Archena, Molina de Segura y fin de trayecto en Murcia.
Los carreros o carreteros, no solo se encargaban de los pasajeros y sus mercancías; tenían además que pernoctar en Murcia tres noches a la semana y cuidar de las caballerías para aliviar sus mataduras, darles el pienso de paja y cebada; así como abrevarlas cuando fuera necesario. Esa tarea les dejaba poco tiempo para el descanso nocturno y, muchas veces, se adormilaban durante el trayecto de regreso a Ulea; teniendo que estar alerta los pasajeros para espabilarlo.
Sebastián de Rueda y Benavides, como buen Caballero de la Orden de Santiago que era, tenía muy buena relación con la cúpula del Obispado de Cartagena, dado que, con frecuencia les ofrecía óbolos en especies y en dinero. Tal influencia tenía que, consiguió del Obispo de la Diócesis, el Patronazgo de la Capilla Mayor de la iglesia de San Bartolomé, y su entierro en ella, ordenando colocar en dicho lugar, el escudo de armas de los Rueda (anotación reflejada en el libro de Pías memorias de Ulea).
Como contribución a la concesión de estos privilegios, dejó escrito en su testamento que pagaría todos los años el día de San Juan (24 de junio) la cantidad de 220 reales y, además donó dos tahúllas en la rambla del Tinajón administradas por los franciscanos; exentas del pago de contribución por ser destinadas para bienes de la iglesia de San Bartolomé para conservación y adecentamiento permanente de dicha capilla; según escritura otorgada en Madrid el día 29 de agosto de 1729, ante el notario Francisco de Quevedo.
Sin embargo, al comprobar que los viajeros se quejaban del alto coste del pasaje, consiguió una subvención del Gobierno Civil y, además, rebajó el precio a los viajeros del Tinajón del 50 por ciento de su importe, con cargo a su cuenta particular. Se jactaba de que todos los uleanos eran como sus hijos pero los del Tinajón eran sus preferidos.
Los caminos estaban en buen estado de conservación ya que dispuso, con cargo a los gastos generales del Ayuntamiento, de dos operarios que velaban por la conservación y mejora del trazado. Sin embargo, las lluvias y las crecidas de las ramblas provocaban gran deterioro de los caminos, a veces cortes que retardaban en volver a la normalidad varios días.
A pesar de todo, los carruajes que nos unía con Murcia siguieron funcionando durante más de un siglo; hasta que se concedió una línea de viajeros el día 11 de septiembre de 1885, a nombre de Ángel Yépes, que enlazaba nuestro pueblo con Villanueva, Archena, Molina y Murcia; con pernocta en la posada de Santa Catalina y en Ulea (en días alternos).
Para ello cruzaban el río con el carruaje sobre la barca que nos unía con Villanueva del Río Segura, salvo cuando las riadas deterioraban las barcas, muelle, maromas y demás utensilios. Entonces utilizaban el camino del Barco Viejo.
Con el paso del tiempo desapareció el romántico y vetusto viaje, por la cuesta de los arrieros y, por consiguiente, dejó de llamarse el tramo hasta la finca de Los Valientes, Camino Imperial del Barco Viejo (una especie de autovía de aquellos tiempos; pero sin coches), para volver a ser camino de ganado, peatones y algún carruaje de menores dimensiones.