POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Los tiempos adelantan que es una barbaridad, permítaseme parafrasear el texto de “La verbena de la paloma”; progresa la ciencia, cambian las costumbres, y las personas conservadoras, integradas en el sistema, se desfasan. No sé qué pasará con las corridas de toros, si pintan espadas o bastos, pero el hombre portador de la antorcha de la Humanidad, el macho alfa, el alfa Romeo, el carnívoro, el que todavía paga el cine y la cena a su novia, está quedándose rezagado en las conquistas sociales, ha perdido el tren de la sexta marcha, donde cada cuerpo elije su sexualidad y la manera de satisfacerla. Carlos Zúñiga, hijo, que gestiona el coso de El Bibio, al salir al paso contra un colectivo crítico con que a los niños se les inicie en la tauromaquia, declaró: “Lo que hace daño a los niños es la fiesta del Orgullo Gay”. Carlos pluralizó, pero creo que se refería a sí mismo, por rezagado más que por niño.
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