BARCOS DE MADERA, HOMBRES DE HIERRO (17)
May 02 2015

POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA

Naufragio del pailebote inglés “Minnie G. Parsons”, muriendo ahogado su contramaestre. / Foto: A. Darblade - Colección de F. Sala Aniorte
Naufragio del pailebote inglés “Minnie G. Parsons”, muriendo ahogado su contramaestre. / Foto: A. Darblade – Colección de F. Sala Aniorte

Todavía muy cerca su tripulación del bergantín goleta ‘Joaquina’, vieron, con horror, como el submarino alemán empezó a disparar y la arboladura del barco comenzó a caer. Poco a poco, se fue hundiendo, no haciéndolo del todo por ir cargado de madera.

En principio, tuvieron la suerte de que la mar estaba bastante en calma. Con unos trozos de lona que embarcaron, hicieron una pequeña vela para cada bote que además iban unidos por un cabo, como si de un remolque se tratase. No siendo la solución, porque la costa más próxima estaba a cientos de millas de ellos y difícilmente había posibilidad de llegar a ella.

Tres días después, la calma desapareció y el tiempo empezó a empeorar. Al amanecer de este tercer día, uno de los tripulantes le pareció ver en el horizonte como humo, que se elevaba hacia el cielo desde la superficie del mar; se lo comunicó al resto de los hombres y, al parecer, alguno de ellos lo vio.

El humo dejó de verse y el desconsuelo llegó a toda la tripulación. El tiempo continuaba empeorando. En la tarde, de nuevo se vuelve a ver el humo y poco a poco se pudo apreciar con mayor intensidad: hasta que, en el horizonte, se vieron las siluetas de tres vapores, dos noruegos y uno inglés, que se fueron acercando a ellos. Al llegar a donde se encontraban los dos botes, auxiliaron a sus dotaciones y embarcaron a bordo de uno de los buques noruegos a los tripulantes de uno de ellos, y, en el de bandera inglesa, a los del otro que, según observaron los marineros, iban armados, con algunos cañones.

La causa de verse el humo y después perderse, fue debida a que aquellos vapores, en vez de hacer una navegación, con rumbo fijo, iban cambiando de dirección con alguna frecuencia para evitar ser interceptados por los submarinos alemanes.

El submarino alemán que atacó al ‘Joaquina’, esperaba a aquellos tres vapores; pero, debido a la navegación que hacían, tardaron en llegar al lugar donde les esperaba el submarino, tres días después de lo calculado por su comandante.

Los vapores entraron en el puerto de Gibraltar y allí desembarcaron a los tripulantes de la ‘Joaquina’.

La noticia del naufragio fue transmitida telefónicamente desde Madrid por Joaquín Chapaprieta al consignatario de la ‘Joaquina’, Juan Mas, dándole cuenta de que el cónsul de España en Gibraltar le había comunicado la noticia del hundimiento. En la mañana del 21 de marzo los náufragos, todos de Torrevieja, llegaron a Alicante, menos el capitán que quedó en Gibraltar echando la protesta consiguiente.

En los días en que todo esto sucedía, el armador, Vicente Chapaprieta se encontraba enfermo, ignorando en los primeros días lo que había sucedido a su barco, siéndole comunicada tan triste noticia por su hijo Joaquín. Vicente Chapaprieta se puso enseguida en contacto con Juan Miro, representante en Alicante de la compañía aseguradora, al que más tarde le escribió la siguiente carta de agradecimiento:

Alicante, 19 de Abril de 1918

Sr. D. Juan Miró

Muy señor mío y amigo: Como al ocurrir el torpedeamiento de mi buque “Joaquina” publicó la prensa de esta región que tanto el seguro del buque como el de la mercancía lo efectué, como de costumbre, en su acreditada agencia, créome en el deber de manifestar públicamente también mi reconocimiento y satisfacción por sus excepcionales oficios como agente asegurador, así como por la actividad e interés desplegados en la liquidación y pago del siniestro efectuado el mismo día que presenté la reclamación y poderes.

Le felicita y se complace en testimoniarle su reconocimiento, su affmo. amigo y s.s.q.s.m.e.

Vicente Chapaprieta

Al paso del tiempo, fue encontrada a flote la ‘Joaquina’, siendo remolcada a puerto. El hijo del armador, el político Joaquín Chapaprieta, en la sesión del Senado, celebrada el 23 de julio de 1919, entregó a la Mesa una comunicación rogando que se pidiera al ministro de Marina el envío a la cámara del expediente del hallazgo y salvamento del bergantín goleta en Las Palmas de Gran Canarias.

El 6 de enero de 1919, por la tarde y parte de la noche, un furioso vendaval causó graves daños a varias embarcaciones que estaban fondeadas en la bahía. La fuerza del viento tiró muy cerca de la playa a cuatro embarcaciones de pareja y a la balandra ‘María Concepción’, que se encontraba con el cargamento al completo y dispuesta a comenzar su viaje a Melilla, sufriendo todas ellas averías de importancia.

Los tripulantes de la balandra estaban en tierra a excepción de uno de ellos que había quedado a bordo haciendo las funciones de guardia, viéndose obligado a sufrir todo el temporal, hasta que llegó el momento en que la furia del viento arrojó a la embarcación cerca de la playa y el pobre guarda tuvo la la suficiente valentía para salvar a nado casi toda la distancia que para llegar a tierra firma le faltaba.

Extenuado y sobre la arena, a la orilla del mar, lo encontraron los vecinos de Torevieja, Jerónimo Torregrosa, propietario del Hotel Victoria y Enrique Ballester que, con arrojo y valentía dignas de encomio, pudieron recogerlo, después de grandes trabajos y mojaduras de consideración, llevándolo seguidamente a su casa, donde el bravo marinero guardó cama a consecuencia de las emociones y malos ratos sufridos.

El ‘María Concepción, en días posteriores, se pudo volver a poner a flote; pero el sentimiento fue grande entre las familias propietarias de los botes de pesca, pues dio la triste coincidencia de que todos pertenecían a los más modestos marineros de la villa.

Por los efectos del mismo temporal también se perdió el pailebotes ‘Apolonia’, de la matrícula de Torrevieja, que había salido de Alicante, y ‘Piedad’, de la misma matrícula, que iba a Larache.

A la una y media de la tarde del 10 de febrero de 1919 naufragó, frente a la playa de Ferris, el pailebote inglés ‘Minnie G. Parsons’, con cargamento de sal a bordo, con destino al puerto de Santos (Brasil). De su tripulación, formada por siete hombres, incluido el capitán, se salvaron seis, muriendo ahogado el contramaestre Rasmunen, de nacionalidad danesa y de alguna edad, al no tener fuerzas suficientes para hasta la orilla, desapareciendo entre las olas. Del que no damos más detalles por haberlo escrito un artículo publicado hace meses.

En la noche del lunes, 27 de septiembre de 1919, aproximadamente a las nueve de la noche, se desencadenó un terrible vendaval acompañado de continuos relámpagos, sin truenos, ni lluvia –la cerrazón era completa-; dos horas después, a las once de la noche, estalló la tormenta. La mayor, hasta entonces, aquí conocida. En un momento quedaron las calles convertidas en verdaderos ríos y durante algunas horas constituyó un serio peligro andar por ellas.

En la rada el ciclón puso en peligro a las embarcaciones que en la misma se encontraban ancladas, ocasionando desgraciadamente el naufragio del pailebote gallego ‘José Salgado’, de matrícula de Villagarcía de Arosa, al romperse las amarras. También naufragó el pailebote llamado ’José María’, de matrícula de Alicante, del que también dimos detalles en números anteriores.

En marzo de 1920, en la dársena de Torrevieja zozobró una barca tripulada por cuatro hombres que se salvaron gracias a las personas que se hallaban en la costa.

Las embarcaciones amarradas en la bahía corrieron grave riesgo. A las dos se les rompieron las anclas y las arrastró el viento mar adentro. El mismo día naufragó una lancha pesquera, pereciendo los tres hombres que la tripulaban.

(Continuará)

Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 2 de mayo de 2015

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