
POR SANTOS BENÍTEZ FLORIANO, CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE CÁCERES.

Enrique III “El Doliente” nació en Burgos el 4 de Octubre de 1379, hijo del rey Juan I de Castilla y León y de Leonor de Aragón. Mediante el Tratado de Bayona se promete y casa con Catalina de Lancaster en la catedral de San Antolín de Palencia, en el año 1388 y fue el primer Infante heredero que ostentó el título de Príncipe de Asturias.
El matrimonio tuvo tres hijos: su primogénita María de Castilla (1401-1458) que se casó con Alfonso V de Aragón, la segunda Catalina de Castilla (1403-1439) contrajo matrimonio con Enrique de Trastamara y su hijo Juan II de Castilla que nació en Toro en 1405, fue el Rey de Castilla a la muerte de su padre, casó con María de Aragón y al morir esta en 1445, dos años después contrajo matrimonio con Isabel de Portugal, teniendo cinco hijos y falleció en 1454, siendo sepultado en la Cartuja de Miraflores.
Cuando Enrique III subió al trono apenas tenía once años de edad por lo que el reino fue dirigido por una Junta de Regencia integrada por seis nobles y encabezada por el Arzonispo de Toledo, D. Pedro Tenorio. El período de regencia se caracterizó por una lucha constante entre las diversas facciones de los nobles.
El 2 de Agosto de 1393 fue declarado mayor de edad y nombrado Rey de Castilla y León. Su primera medida importante fue la convocatoria de las Cortes en Madrid en Diciembre de ese mismo año. En dichas Cortes impuso el poder real por encima del señorial que fue lo que caracterizó su reinado, fomentando el ascenso de los nobles de segunda fila en detrimento de la alta nobleza.
Tuvo que hacer frente a dos problemas fundamentales, el primero la escalada de violencia y la muerte desatada contra los judíos del reino para apropiarse de sus dineros, por lo que promulgó varios edictos prohibiendo que se atentara contra la población judía, gran fuente de riqueza por los impuestos que pagaban a la Corona. Y, el segundo, fue calmar las ambiciones de la nobleza que se dedicaban a pelearse unos contra otros buscando incrementar su poder y su patrimonio.
La flota castellana en su reinado obtuvo grandes victorias contra los ingleses, destacando la destrucción de la base de los piratas en Tetuán, lo que significaba de tranquilidad para el paso de los barcos por el Mediterráneo.
Enrique III asimismo reformó la organización político-administrativa del Reino intentando asentar el poder real, suprimió los privilegios y concesiones que se habían alcanzado en las Cortes y promovió la figura del Corregidor, que era un funcionario real que el Monarca puso al frente de los Concejos, para supervisar y controlar sus funciones intentando siempre mantener el poder y la jurisdicción real. El Corregidor supuso una disminución importante de la autonomía municipal.
Y Cáceres no fue una excepción, en el año 1396 se nombró el primer Corregidor de la Villa.
La figura del Corregidor ya aparece en las Partidas del Rey Alfonso X el Sabio, en la época de Alfonso XI y, posteriormente, en el Ordenamiento de Alcalá de 1348, pero no es hasta el reinado de Isabel de Castilla cuando se consolida y se generaliza la figura del Corregidor al frente de los Concejos.
Enrique III estableció una distribución de los territorios castellanos y leoneses, exentos de señoríos, en Corregimientos que se regían por las leyes y normas de la Corona.
Una vez conseguida la tan ansiada paz en Castilla y León, Enrique III emprendió la conquista de Canarias, reanudó las operaciones contra el reino de Granada, alejó a los piratas del estrecho de Gibraltar, detuvo una invasión portuguesa y apoyó a Benedicto XIII en su pretensión de acceder al papado frente a Bonifacio IX.
La Iglesia se encontraba con dos Pontífices al mismo tiempo: Bonifacio IX en Roma y Benedicto XIII en Aviñón, hasta que en 1399 rompió relaciones con Benedicto XIII y reconoció únicamente la autoridad de la Iglesia Romana.
En el Archivo Histórico Municipal de Cáceres se encuentran varios documentos del reinado de Enrique III que tienen relación con la Villa, entre los más destacamos señalar una Carta Plomada del Rey Enrique III, dada en las Cortes de Madrid el 20 de Abril de 1391, confirmando a la Villa de Cáceres todos sus fueros, privilegios, usos y costumbres; un Privilegio Rodado, dado en Madrid el 15 de Diciembre de 1393, por el que el Rey Enrique III confirma el de Alfonso X de la Carta de Población y una Carta Plomada de Enrique III, fechada el 15 de Diciembre de 1393, por el que se le confirmaban a la Villa de Cáceres todos sus fueros, privilegios y libertades.
El último documento que vamos a reseñar, fue dado en Valladolid el 12 de Mayo de 1405, es el Acta del juramento y pleitomenaje que prestaron los Procuradores del Concejo de Cáceres, Galín Pérez y Diego Alfón de Castro, por el que reconocían como heredero del trono de Castilla al Infante D. Juan, hijo de Enrique III.
El 23 de Diciembre de 1406, mientras se encontraba preparando una campaña contra el Reino de Granada, el monarca enferma gravemente y al temer que su hermano Fernando que había atesorado un gran poder se hiciera con el trono a su muerte, otorga y redacta su testamento señalando que el heredero a la Corona sería su pequeño hijo Juan, de apenas un año de edad, que gobernó como Juan II.
Dos días después, el 25 de Diciembre muere Enrique III en Toledo, con apenas veintisiete años de edad, siendo enterrado en la Capilla de los Reyes Nuevos de dicha ciudad, donde reposa en la actualidad. Sobre su sepulcro se encuentra una estatua yacente de Enrique III de alabastro policromado, aparece con el hábito franciscano llevando en sus manos una espada, su cabeza descansa sobre tres almohadas y sus pies están descalzos.
Pasó a la historia con el sobrenombre de “El Doliente” por su débil constitución y mala salud.
FUENTE: CRONISTA S.B.F.