LOS HISTORIADORES JOSÉ ANTONIO RAMOS RUBIO, CRONISTA OFICIAL DE TRUJILLO, Y OSCAR DE SAN MACARIO HAN COSTATADO QUE LA IGLESIA O ERMITA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ESCLARECIDA ACABA DE PERDER SU FACHADA
Entre Valdesalor y Torreorgaz, a mediodía de la villa de Cáceres, a dos leguas según las crónicas, se alza una aldea bajomedieval abandonada hace tres siglos que mantiene su porte nobiliario en medio de los Llanos. Zamarrillas, un bello caserío levantado en mampostería y piedra granítica, mantiene todavía su palacio, media docena de casas, sus escudos, sus cuadras y pajares. Pero la iglesia o ermita de Nuestra Señora de la Esclarecida acaba de perder su fachada, derrumbada sobre el atrio porticado. Así lo han constatado los historiadores José Antonio Ramos Rubio, cronista oficial de Trujillo, y Oscar de San Macario durante la última visita a este arrabal, desconocido por muchos, que supone un auténtico espejo de la historia.
El templo, de traza románica, ha sido utilizado durante años para los usos del campo. Un viejo tractor permanecía en su interior al menos hasta hace pocos días. La talla de Nuestra Señora de la Esclarecida ya fue trasladada en tiempos a la iglesia de Santiago de Cáceres para salvaguardarla. Junto al ábside pentagonal se situaba el cementerio, porque Zamarrillas tuvo incluso camposanto. El templo da acceso a la aldea por una vía ancha empedrada que antaño facilitaba la entrada de los carruajes. Pero todo se está perdiendo. De hecho, el castillo de los Durán de la Rocha, sobre el altozano de Zamarrillas, lleva mucho tiempo en ruinas, y el resto de las edificaciones resisten como pueden.
Los historiadores han dado la voz de alarma en diversas ocasiones sobre el estado de este caserío, uno de los muchos que surgieron en los siglos XIII y XIV por la repoblación de las tierras cacereñas tras la Reconquista, para su aprovechamiento agroganadero y por la necesidad de proteger el espacio de las incursiones de los rebaños mesteños que llegaban desde el Reino de León. Sin embargo, pese a la inquietud de muchos especialistas y amantes de la historia, Zamarrillas sigue sin protección al ser de propiedad privada. Solo algunas familias poseen sus casas y campos, lo que dificulta la conservación del poblado, donde la hierba lo cubre todo, las paredes ceden y los tejados se vienen abajo.
«En suma, un complejo arquitectónico de iglesia, palacio, casa-fuerte, escudos, pajares, cuadras, tinados y otras edificaciones robustas en peligro de desaparecer», explican José Antonio Ramos Rubio y Oscar de San Macario, quienes publicaron el año pasado un exhaustivo libro en el que recogen un centenar de ermitas y edificios castrenses en mal estado de conservación. Este trabajo ha servido para que la Administración se preocupe por el deterioro de algunos recintos y acometa los trámites para la restauración de algunos de ellos, según explican los investigadores. Sin embargo, Zamarrillas está en manos privadas y su destino es aún más incierto.
¿Pero cómo surgió esta aldea? Hay que remontarse a los tiempos en que la villa de Cáceres fue reconquistada en 1229 por las tropas de Alfonso IX y se le dotó de un amplísimo término municipal. Sus terrenos, desde las vegas de los ríos Tamuja y Almonte al norte, hasta las estribaciones de las Sierras de San Pedro al sur, se destinaron sobre todo a la ganadería, a las reses de los nuevos habitantes, repobladores y colonos, y de los nobles de Castilla que ocuparon esta comarca. «Los pastos y encinares propios de los campos cacereños comenzaron a dividirse en adehesamientos –dehesas– trazados por mandatarios de Alfonso X El Sabio, y sus edificaciones empezaron a formar pequeños núcleos», relatan los historiadores.
De hecho, el término de Cáceres era tan extenso que se hacía necesaria la creación de estos poblados, «seguramente aprovechando en ocasiones antiguos asentamientos romanos y árabes», subrayan José Antonio Ramos y Oscar de San Macario. Zamarrillas, en plena llanura trujillano-cacereña (con acceso desde Valdesalor y Torreorgaz), contaba con unos 14 vecinos a principios del siglo XVII que en su mayoría trabajaban para los Ovando, «linaje cacereño que logró
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Fuente http://www.elperiodicoextremadura.com/ – Lola Luceño Barrantes