POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

Desde hace algunos años ha desaparecido la Feria de Agosto, que servía de distracción a aquellos vecinos que permanecían todo el estío en la ciudad al no poder acudir a las playas de Torrevieja o de la Torre de la Horadada, y que, al amparo de algunas de las actividades programadas, traía consigo la visita de las gentes de la huerta y de otras poblaciones cercanas, así como de feriantes con sus casetas y atracciones. No es ocasión de hablar de la historia de la Feria en siglos lejanos, que lo haremos en otra ocasión, sino de poner los ojos en las celebradas en tiempo pretérito más próximo como fueron los años cuarenta de la pasada centuria.
No eran momentos para echar muchos cohetes; estaba recién terminada una guerra fratricida, la Segunda Guerra Mundial estaba latente, algunos oriolanos permanecían en la cárcel por su ideología y otros había marchado con la División Azul al frente bélico mundial. El estraperlo imperaba, las cartillas de racionamiento era el pan nuestro de cada día y la escasez de alimentos era una constante en la vida familiar. En concreto: eran malos momentos.
Pero, no por ello, había que dejar a un lado el ofrecer al vecindario alguna distracción que hiciera olvidar las penas y las penurias. Eso sí, dentro de una situación económica municipal que si de algo podía presumir, no era de boyante.
En 1940 era alcalde de Orihuela Baldomero Giménez Giménez, el cual ocupaba el sillón de la Alcaldía desde el 5 de abril del año anterior. Ni que decir tiene que la voluntad en ofrecer un programa de actos para la Feria supuso un gran esfuerzo, pues «ante el dilema de hacer unas pobrísimas fiestas o de interrumpir la tradicional feria oriolana», la Comisión de Festividades del Ayuntamiento solicitó la colaboración de los comercios e industrias locales. El programa abarcó desde el día 14 al 22 de agosto y no faltó la alborada inicial y la gran traca final a cargo de pirotécnico oriolano Joaquín Cánovas. La feria de ganados tuvo, como siempre había tenido, gran preponderancia con gran participación de animales, siendo premiadas las mejores cabezas. Los toros tuvieron dos tardes: una en la que se celebró una novillada el día de la Virgen, con reses de la ganadería de Bernaldo de Quirós para los diestros Domingo y Pepe Dominguín, y Luis Ortega. La segunda, un festival cómico taurino a cargo de `Los Calderones´, en el que se lidiaron cuatro erales. La música estuvo a cargo de las bandas de Bigastro, la de la 32 División de Alicante dirigida por el maestro Ismael Granero, y la del Regimiento de Infantería de Marina de Cartagena. En el aspecto deportivo, el día 18 se celebró una carrera ciclista, y el último día de Feria, un festival deportivo en la Plaza de Toros con carreras de cintas en bicicleta y a caballo, así como combates de boxeo. A nivel de juegos populares, hubo elevación de globos aerostáticos y cucañas en la calle Unión Agrícola (después José Antonio y hoy Avenida de España). Se ofreció una comida extraordinaria a los acogidos en los centro de beneficencia. El programa se completó con un Bando de la Huerta, un concurso de peinados y mantones en el Real de la Feria, bailes populares y un concurso de cante flamenco en la Plaza de Toros.
Lo cierto es que, aun con las «innumerables dificultades» que atravesaba el Municipio para su normal desenvolvimiento económico, en aquél ya lejano año de 1940 los oriolanos pudieron olvidar por unos días las privaciones y distraerse con las actividades programadas.
Dejemos transcurrir seis años. El Ayuntamiento estaba presidido por Rafael García Pertusa y parecía que, aunque con lentitud, la vida se iba normalizando en la ciudad. Se fue más ambicioso ese año y la Feria se programó entre los días 14 y 25 de agosto. La música tuvo protagonismo con la Unión Lírica Orcelitana y la Banda de Cornetas y Tambores del Oratorio Festivo. Se eligió a la «Señorita Feria-1946», hubo «juego de la tarjeta», se obsequió a las señoritas con regalos de perfumería ofrecidos por Almacenes Peralta, se celebró un concurso de bailes y una carrera concurso de camareros desde el Real de la Feria hasta Calderón de la Barca, exigiendo para ello el ir ataviados con pantalón negro, corbata de lazo y chaqueta blanca, portando una bandeja de metal con una botella de licor y un vaso de agua. Hubo también un concurso de belleza infantil, elevación de globos, y los fuegos artificiales tuvieron como protagonista a los azudes del río disparándose una gran alborada. Se celebró una novillada con ganado de Paquito Casado, lidiada por Litri de Cádiz, Juan Luis de la Rosa y el oriolano Pepiso, así como una corrida de toros de la ganadería de Albaserrada lidiada por los Hermanos Dominguín, y un festival cómico taurino a cargo de `Enanos Toreros de Sevilla´. El programa además se completó con la Feria de Ganados, que tuvo carácter comarcal y con premios hasta de 10.000 pesetas; carrera de cintas en bicicleta y una carrera ciclista recorriendo poblaciones cercanas con un primer premio de 200 pesetas. Con el disparo de «un monumental castillo de fuegos artificiales» se dio fin a la Feria y Fiestas de 1946, aunque los establecimientos de beneficencia no se enteraron, pues no se les ofreció la comida extraordinaria. ¡Qué le vamos a hacer! Eran otros tiempos, y por lo visto, al igual que ahora, la economía daba para algunas cosas y para otras, tal vez las más necesarias, no.
Fuente: http://www.laverdad.es/