LAS CRISIS EN ESPAÑA LLEGAN DUPLICADAS
Ago 11 2013

POR ANTONIO ORTEGA SERRANO, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE HORNACHUELOS

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“A Mariano Rajoy, aunque a algunos le pese, nuestro presidente del Gobierno de España, le piden desde la izquierda y el nacionalismo, que solucione dos crisis a la vez, una la económica, otra la política, indescifrables, trenzadas y complejas, que están poniendo a prueba la calidad de nuestra joven democracia, y lo que es más grave, nuestra firmeza como nación soberana”

Nos encontramos ante una crisis económica y una crisis política. La primera la contemplan todos los españoles y muchas partes del mundo, al padecerla. La segunda, al fondo, se siente, aunque muchos no quieren reconocerla porque sería tanto como admitir el fracaso de lo que ha venido siendo el dibujo de la vida española durante las últimas décadas: la Transición. Lo malo es que la crisis económica –la más urgente- no puede solucionarse sin resolver la política, ya que ésta forma parte de la otra, tal y como vamos comprobando conforme nos adentramos en ella.

Muchos españoles -entre los que me encuentro- nos hacemos la misma pregunta: ¿Qué hicimos mal en aquel tránsito de la dictadura “franquista” a la democracia? ¿Cuándo comenzó a exasperarse la España actual?, yo no lo sé, pero sin embargo, estoy seguro que muchos españoles de buenas aspiraciones coincidirán conmigo.

Un pacto entre las dos Españas de Antonio Machado, que nos hablaba indistintamente el corazón, para no repetir los errores que nos había llevado la tan innecesaria como fraticida contienda que fue la Guerra Civil del 36, (Yo sólo tenia tres años, pero tengo muchos recuerdos nefastos de aquellos tres años, en los que por desgracia para todos los españoles que lucharon entre sí fueron: padres contra hijos, hijos contra padres, hermanos contra hermanos etc., con la desgraciada paradoja, de que muchos de ellos sin saberlo, incluso se mataron entre sí; anteriormente habíamos sufrido el martirio de la “huida” desde el lugar donde habitaba cada familia hasta donde les quiso guiar el destino, escondiéndose como si fuesen maleantes ó asesinos hasta desembocar en un pequeño pueblo o aldea. Mis padres, abuelos y tíos fuimos acogidos en un pueblo de la Mancha llamado Carrizosa, después en Valdepeñas, Infantes, Argamasilla de Alba y un largo caminar por pequeñas aldeas, hasta que por fin llegamos a Madrid; allí nos alojaron en una bella casa de la calle Recoletos, en el nº 9 de dicha calle muy cerca del Palacio de Comunicaciones y la Plaza de Cibeles. ¿Se imaginan lo que puedo contar sobre los bombardeos? Mejor me lo callo… Pues se me eriza el cabello al rememorarlo…) ejercicio no experimentado hasta entonces en ninguna parte: el paso del totalitarismo a la democracia sin derramamiento de sangre, de ahí la expectación que despertó en todo el mundo. Por una vez, sin embargo, fuimos innovadores en vez de conservadores en el terreno político, y lo conseguimos, -al menos aparentemente-, ante la admiración y el aplauso de todo el orbe, rompiendo el tabú de que no se podía dar ese salto sin romperse la crisma, qué ironía. Pronto nos imitaron otros, como los países del Este.

¿Cómo se consiguió? Influyó la memoria colectiva dejada por la carnicería y la barbarie incivil y la convicción de que el franquismo había muerto con Franco, que fue el causante de empujar al chanchullo, palabra sospechosa en español, por lo que eligió la de consenso, la más popular en aquellos años. Consenso significa ceder algo para ganar algo, señores míos, y para alcanzarlo se eligió un campo neutral: la democracia. La izquierda renunció a la revolución. La derecha, a la dictadura. De responsabilidad, la otra parte, con la libertad, no habló nadie, bueno nadie no, hablaron mucho algunos y mal.

De esta forma comenzó a funcionar una democracia sin demócratas y una monarquía sin monárquicos, eso sí, con todos los instrumentos de una democracia formal y algunos que añadimos, pues no podíamos renunciar a ser diferentes: partidos, congreso, senado, elecciones, tribunales, jueces (Constitucional uno de ellos) sindicatos, patronal. Defensor del pueblo. Autonomías, incluyendo, como no, algunas “nacionalidades” que nadie se molestó en definir, y otros que no hemos visto en democracias consolidadas, como la norteamericana, aunque muchos la tachas de imperialista. Pero que allí se vive una verdadera democracia.

El problema era el apuntado; que aquello era sólo el aparato, la carcasa democrática, no la democracia en sí, que tendríamos que poner los españoles. Naturalmente, si nos referimos a su funcionamiento. Seguían los usos de siempre, al seguir la mentalidad de antes, y cuando se dice “antes” no debemos creer que nos referimos al franquismo, sino a la de tiempo inmemorial en nuestro país, como hemos podido ver muy pronto.

Por otro lado, los partidos – imprecación durante la etapa anterior- pasaron a ser, por esa tendencia a los bandazos que nos caracteriza, no ya la referencia, sino los protagonistas de la vida política, social y económica española. Los “amos” vamos dominando no sólo en el ejecutivo, sino también los dos otros dos poderes del Estado, el legislativo y el judicial, que les habíamos ofrecido en bandeja de plata, en ingenua compensación al ostracismo que acababan de sufrir. Si uno de ellos se erigía en mayoría absoluta se convertía en dictador de hecho y de derecho, sin que nadie se diera cuenta de lo eso significaba. Pues no debemos extrañarnos de que cuando se dan esos poderes, se ejercen con rotundidad, no importa el régimen. ¿Recuerdan aquella celebre frase que dijo A. Guerra “vamos a dejar España que no la conozca ni la madre que la parió”? ¿Recuerdan el “Montesquieu está enterrado”? ¿Recuerdan la primera Rumasa? Pues eso.

Lo malo es que si el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente, y esa corrupción acabó con el largo mandato del PSOE de Felipe González, como acabaría después con el del PP de José Mª Aznar, aunque en este caso influyese también el deseo de interpretar un protagonismo en la escena mundial fuera del alcance de una potencia media como es España en el mejor de los casos –que fue uno de los fallos de aquel gran presidente que fue, perdiendo las siguientes elecciones, con la intervención de los “móviles”. Motivo por el cual la democracia española se iba debilitando ante la indiferencia de una ciudadanía que buscaba sacar provecho personal del enflaquecimiento de las instituciones. La corrupción, que había comenzado en la cabeza alcanzaba ya la base social, cuyo grito podía ser aquél en que recibían a Felipe González en las pedanías y pueblos pequeños con gritos de “¡¡Felipe, colócanos a todos!!”. Aunque fuese colocarlos en el paro, en unos casos y en el “PER” en otros. Pero ocurría ya sólo en las aldeas o pueblos pequeños, era también en las grandes ciudades, y no sólo lo pedían a Felipe González, sino a cualesquier líder de cualquier partido, no importándoles que su vecino o los pequeños labradores se hundiesen en la miseria.

En este clima de superficial optimismo generalizado, llegó el “salvador” del socialismo; Zapatero, que no entiendo porqué obviaba el apellido paterno, me hago la pregunta que se han hecho cientos de pañoles, los que no le votamos y los que le votaron. ¿Era este el apellido del abuelo que militó en Cada? El caso es que llegó eufórico y dispuesto a que la “jolgorio” continuase y, además para más INRI, a desenterrar a los muertos de la Gurra Civil. Hecho que produjo la primera fractura interna de España, y naturalmente de muchísimos españoles que deseábamos olvidar y no recordar. Aunque la grieta venía apreciándose desde bastante antes. Mientras la economía heredada funcionó –si entendemos por “funcionar” que todo el mundo podía sacar provecho de aquel festín del ladrillo, deuda y subvenciones-, no preocupaba a los que se “aprovechaban”. Pero cuando llegó la profunda crisis, la mayor y más insondable desde la del 29, aquella anoréxica democracia saltó por los aires. Si bien llamarla democracia a aquellas alturas resulta bastante exagerado. Ya que la democracia se compone de derechos y deberes a partes iguales, lo que faltaba en una España donde todo eran derechos y nada más, deberes, palabra borrada de nuestro vocabulario. Así pues, que el accidente catastrófico estaba cuándo menos garantizado.

Ante aquel contratiempo, los españoles reaccionamos con nuestra formula favorita y democrática, -ésta sí verdadera- : el vuelco o revuelco. Dar a D. Mariano Rajoy Brey plenos poderes para que nos resolviera el problema creado por una malísima gestión y por todos los que la provocaron. Pero a Rajoy se le pide que resuelva las dos crisis al mismo tiempo: la económica, con España al borde del precipicio y muy próxima al “rescate”, y la política, con la corrupción como cáncer nacional, su partido incluido, gracias a un manipulador sin escrúpulos. Él se concentró en la primera y más perentoria –evitar el temido rescate, reducir la deuda, hacer los ajustes-, todo iba bien hasta que Barcenas para salvarse sacó a relucir sus “papeles”, que le estallaron al presidente en la cara. Ha intentado posponerlo, ignorarlo, minimizarlo, obviarlo, pero una oposición en la que a revivido el instinto cainita y revanchista, no le ha dado tregua, y lo peor es que jamás se la dará. En su último debate parlamentario ha logrado frenar el acoso y derribo desenfrenado de la izquierda, y una pausa. Pero al presidente Rajoy y su gobierno le queda aún un largo camino de sin sabores, hasta la plena recuperación económica y él sabe que los avances no servirán de nada sino soluciona la crisis política, que es otra que hacer de España un país que derechos y deberes vayan unidos y aparejados, sin depender del partido, la familia, la región o las conexiones que se tengan. Una segunda Transición en suma, que corrija los errores de la primera. Algo más difícil que los batallas del Cid Campeador, pues nuestras caballerizas tienen más estiércol que los del ejército del Gran Capitán y la corrupción es peor que la hidra de Lema. Rajoy que es muy sensato e inteligente y cuenta en su haber con muchísimos años de carrera política, intenta lograrlo con un “plan nacional” de regeneración. Pero el mejor, por no decir único plan es el ejemplo. A los buenos me refiero. De los malos, hemos tenido ya bastante y él debe, ni debemos nosotros esperar nada. Sólo nos queda una cosa, esperar a que Dios se apiade de nosotros y por ende de nuestra España, que es la única que tenemos.

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