POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Compré “Los girasoles ciegos”, de Alberto Méndez y me senté a leer la sinopsis de la contraportada; en este trance, vi en la solapa la foto de este autor y me pareció el retrato exacto de otro Alberto Méndez, un agente comercial, también de Madrid y de esa edad, que trabajó bajo mi dirección en una constructora. ¿Es posible que aquel fullero, que en los años 80 habíamos despedido por cuentista, se hubiera dedicado a escribir, como yo haría diez años más tarde?, ¿será aquel Alberto el que, póstumamente, obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Literatura? Ahora recuerdo sus inquietudes intelectuales, que redactaba bien las cartas comerciales y su fantasía desbordante cuando nos demandó por despido improcedente. ¡Alberto! ¡Sí, un tipo singular! Empecé a reconocer sus dotes y a admirarlo. Luego, comprobé que no era el mismo y aquel impostor volvió a debilitarse en mi memoria.
Fuente: http://www.lne.es/