
POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Lees la prensa y te pasmas porque ves que es la novela truculenta del día a día, cada vez más llena de sangre, sudor y lágrimas, tristeza y desolación; parece que estemos en guerra unos contra otros. Lo de siempre. La guerra de nunca acabar.
Mas se desvincula de su España “emocionado”; asfixian unos padres a una niña adoptada de doce años en Galicia; se desgañita la pucelana Soraya Rodríguez contando y representando las “mentiras” del caso Bárcenas; el Rey se encama a cadera izquierda abierta e infectada; Gibraltar se enroca en su propia piedra trisecular sin dominar ni dominarnos; los pescadores de Algeciras y La Línea carecen de faena o se enredan en los híspidos bloques de hormigón armado lanzados a contracorriente y a contraluz por el pícaro Picardo; los ERE andaluces tocan fondo; se demuestran sobornables los políticos y los sindicalistas; cunden el pánico y el desánimo; aquí no hay ni un solo justo como en las tierras antiguas de Abraham. Y, para colmo de males, el otoño sobrevenido deja en caída libre lluvias y hojas, balanceadas por el viento de la descomposición. Así no hacemos país, lo decostruímos tontamente y a lo barato, lo embarramos y embarrancamos de obscenidades tórpidas; lo encloacamos; vamos de culo, somos el culo de Europa, no nada limpio. Tápense las narices, por favor.
Por el contrario de ese infame desperdicio y despendole, triunfa otra vez la serie “Isabel” en TVE, aunque le retiren el plató de la grabación de nuevos episodios en la hasta ahora noble Barcelona; baja la prima de riesgo de rescate; se alza y engorda la bolsa a niveles de hace años de burbuja inmobiliaria; bajan los costes de la cesta de la compra; aumentan como nunca las exportaciones; se desmadra el turismo internacional por playas y monumentos; surgen jóvenes emprendedores por un tubo de ensayo promocional; cantan los números de la recuperación económica anunciando brotes verdes. Y etc, etc, etc. Bien.
¿Pero en qué quedamos? ¿Con quién nos comparamos? ¿Cómo, de verdad, andamos y nos mejoramos? Todo son encuestas, a gusto de la derecha o de la izquierda, pero la estadística no es la única respuesta. Hay que armarse de valor moral, el gran motor; hay que atarse los machos fuertemente para mantenerse claros y firmes ante tanta disparidad de opciones, opiniones, decisiones, indecisiones y contradicciones.
La demasiada información es infumable e impide ver el bosque de trampantojos en el que nos hallamos sumidos y desorientados. Ni aun subiéndonos al acueducto logramos ver el panorama social despejado, creativo, pacífico y solidario.
Venga ya. Échanos una mano, diosa Fortuna.