
POR FRANCISCO PUCH JUAREZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDESIMONTE (SEGOVIA)

Así lo ha sido, especialmente para mí, y para otros muchos segovianos de la diáspora que el día 25 de septiembre acudimos a la hermosa ciudad del Acueducto, llamados por los actos que en la maravillosa catedral segoviana se han producido en honor de nuestra excelsa Patrona la Virgen de la Fuencisla.
El Centro Segoviano de Madrid ocupó un lugar destacado con la asistencia de un gran número de socios que, a primera hora de la tarde, nos desplazamos a Segovia para estar presentes en dichos actos, que estuvieron presididos por el Sr. Obispo de la ciudad Excmo. Señor Don Ángel Rubio acompañado en esta ocasión excepcional por el Señor Obispo Auxiliar de la Diócesis de Madrid, Secretario General de la Conferencia Episcopal y Obispo titular de Bigastro, antigua ciudad episcopal murciana que dio origen a la actual Vega Baja situada en las inmediaciones de Cehegin, Monseñor Don Juan Antonio
Martínez Camino.
Y se da la circunstancia de que cuando monseñor Martínez Camino fue nombrado por el Papa Benedicto XVI Obispo titular de Bigastro y Obispo Auxiliar de Madrid, estuve presente en la Catedral de la Almudena, acompañando a un numeroso grupo de personas de Cehegín donde tengo muchos y buenos amigos y que por esas casualidades de la vida se reunieron después, en fraternal almuerzo, en un afamado restaurante de Madrid, sito en la Plaza de la Marina Española regido por un buen amigo segoviano.
Monseñor Martínez Camino dedicó toda su homilía como no podía ser menos, a elogiar la advocación Mariana de La Fuencisla, centrándose en que su nombre viene de Fuente, fuente de vida, fuente de paz, fuente de devoción a la que los segovianos acudimos cuando tenemos sed de fe, sed de amar, sed de creer, y se produce esa sed porque sabemos que existe una fuente, esté donde esté, próxima o lejana, en la que poder beber y saciar nuestra sed de religiosidad.
El estar allí presente el Centro Segoviano como representación de la Segovia Ausente, ante aquella solemnidad del altar mayor de nuestra Catedral, en los actos concelebrados por ambos obispos y por un numeroso grupo de sacerdotes segovianos, tuvo para mí una gran emoción, de una manera muy especial, pues se cumplía el tercer aniversario de la muerte de mi muy querida hija Beatriz que tenía una muy especial devoción por todas la advocaciones Marianas de cuyas estampas tenía en casa una amplísima colección.
Por la mañana estuve en el cementerio Sacramental de San Justo, postrado ante su tumba rezándole unas oraciones; en casa habíamos puesto unas lamparitas ante una de las muchas fotografías que de ella tenemos por toda la casa; por eso no pude por menos de mostrar mi emoción ante la imagen de nuestra Excelsa Patrona y de manera especial cuando con voz bronca y entrecortada se entonaron los himnos de la Patrona y la Salve.
Vengo a dejar aquí constancia de esa emoción porque la imagen de nuestra excelsa Patrona, la llevamos siempre los segovianos en lo más profundo de nuestro pecho.