POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Los siglos XVII Y XVIII, fueron pródigos en sequías y plagas, la mayoría de las veces de langosta. Por tal motivo, las otrora fértiles huertas estaban esquilmadas. Como consecuencia de estas catástrofes naturales, las cosechas de trigo se vieron mermadas ostensiblemente; hasta el extremo de que los panaderos por orden del Comisario, tuvieron que recurrir a la harina de garbanzos, centeno, cebada, maíz y bellota, con el fin de cocer panes suficientes para el consumo de la población, principalmente la de garbanzos.
El Cabildo de la Región de Murcia que había nombrado Regidor Perpetuo a D. Sebastián de Rueda y Benavides y Almeida en el año 1705 y, a la vez, Caballero de la Orden de Santiago y Alcalde del pueblo desde 1690 hasta 1729, como mérito a su intachable conducta. Este insigne Alcalde que vivía en la que, posteriormente fue la Casa de la Condesa, era tan querido que a partir del primer año de su mandato se le llamó cariñosamente el señor de Ulea.
Pues bien, el Cabildo de la Región de Murcia nombró al Regidor Perpetuo D. Sebastián de Rueda y Benavides Comisario de la zona del Valle de Ricote, con la finalidad de controlar el peso y el precio de las harinas así como los panes de trigo, cebada, centeno, maíz, garbanzos e incluso, de bellotas, aproximadamente el 60% era de garbanzos. Para su control, contó con la inestimable ayuda del teniente cura Juan Pay Pérez, entre los años 1723 y 1729.
Al mismo tiempo se les otorgó licencia para determinar en qué molino, de los tres existentes, se podían moler, los hornos autorizados para amasar, así como las distintas mixturas de harinas, que debían utilizarse según las existencias.
El Ayuntamiento, del que era Alcalde el señor Rueda y Benavides, hizo saber a los ciudadanos las disposiciones que se habían tomado con los productores, molineros y panaderos, con el fin de que abastecieran de la materia prima para subsistir y, además; evitar la picaresca del estraperlo por parte de quienes tenían almacenada en abundancia, gran cantidad de guisantes y cereales. Para justificar su almacenamiento clandestino, alegaban que las cosechas habían sido pésimas, cuando en realidad su única finalidad era, encarecer los precios de las distintas clases de pan.