POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
Octava exposición del año en el Complejo Cultural Valbusenda, con un doble o triple sentido, según gustos del lector u observador le ha tocado al barro, ese oficio tan noble y bizarro, que todos llevamos dentro, nos miremos como nos miremos, porque somos barro y las calidades las demostramos en ese día a día de nuestros calendarios respectivos.
Esta vez nos recuerda esto y muchas más cosas Miguel González, alfarero de casta que desde La Bañeza y y sin interrupción, desde hace cuarenta y un años ha estado abriendo la puerta de nuestra Feria de la Cerámica y Alfarería en ese mítico rincón de la plaza de Viriato, como un noble y bien abanderado guionista de un barro en el que la historia ha dejado huellas tan nobles y dignas que en esas tierras cruzadas por caminos tan ricos como atractivos fue escribiendo mensajes y leyendas desde hace más de dos mil años. La Bañeza, centro vivo y vital de una amplia región, se ha proyectado en todas direcciones a través de esa cerámica y siguiendo esa vía histórica del itinerario 17 nos acerca a Jiménez de Jamuz y nos trae a nuestro Vidriales, casi sin darnos cuenta y por ese camino nos llegó y pasó la historia grande, esa que Miguel González nos ofrece hoy todavía fresco el desafortunado desplazamiento de la pasada Feria de San Pedro, pero ese fallo ya esta superado y corregido, porque la veteranía ha sido y seguirá siendo un grado, pese a las revueltas y los revoltosos.
Las formas que Miguel nos ofrece constituyen una auténtica lección sobre las características de ese alfar, dentro de las cuales podemos observar relaciones y connotaciones muy concretas y definidas, como es lógico a su situación geográfica e histórica en un lugar clave. Pero además Miguel nos ofrece esa bella e interesantísima colección de miniaturas de todas y cada una de las formas que a lo largo de su historia han salido de ese alfar, hermosa lección que pocas veces encontramos en la historia de los alfares, por lo que me atrevo a citarla casi como una leyenda del barro, digna de tenerla en cuenta y conocerla.
En esta exposición que nos ofrece generosamente el mecenazgo de Valbusenda, podemos disfrutar de la belleza y las sugerencias que el dominio del barro nos ofrece, arrastrando casi sin darnos cuenta hasta ese mundo de las formas que a lo largo de siglos han sido depositarios de la más sentida intimidad, a la vez que esas formas han sido celosos guardianes de los tesoros aunque en muchas familias eran su único recurso vital. En muchas de esas formas que Miguel nos ofrece, y a pesar de su mítico silencio, con solo mirarlas nos sugieren multitud de ideas y nos descubren hasta lo más profundo de su ser y sentido, como si quisiera grabarnos esos mensajes que el barro deja escapar cuando unas manos privilegiadas y una mente lúcida y enamorada de las formas se deleita en su creación. Este número ocho del 2013 marca una página de lujo en esta obra que sigue su rumbo.
Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/