
POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)

Si no hubiera quien me leyera, yo seguiría escribiendo igual solo para mí. No pretendo convertir a nadie a nada con mi escritura volandera ocasional, que es medicina, ya lo sé. Allá cada cual, con sus juicios y prejuicios, sus indicios hacia lo de acá o allá. No me siento tampoco salvador de ninguno; si acaso sí de mi propio naufragio abismal diario. Necesito auscultarme la fiebre del alma con insistencia minuciosa y curativa como si estuviera enfermo de ansiedad, y poco más. Si no escribo no vivo, tal cual le ocurría a Lope de Vega, que fue el genio y el ingenio más leal a sí mismo y más vividor torrencial del Siglo de Oro, y que con sus experiencias y las de otros y otras acabó amontonando la mayor y más explícita obra poética, novelística y dramática de todos los tiempos y lugares. Obras son amores, y lo demás, viento.