AQUELLOS CÓMICOS CALLEJEROS
Ago 19 2015

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

Cómicos antiguos
Cómicos antiguos

El pueblo de Ulea recostado en la ladera del monte El Castillo, tenía pocos habitantes entre los siglos XVIII al XIX, muy diezmado por las epidemias pero, eran alegres y bulliciosos. Se dedicaban a la agricultura, ganadería y pesca y, dentro de un orden, les agradaban las fiestas.

Los cómicos y titiriteros se percataron de que tenían un público propicio y, con frecuencia acudían a Ulea y representaban sus funciones en la vía pública. Fue a finales del siglo XVIII y primera mitad del XIX, cuando frecuentaron sus actuaciones por las calles de Ulea, generalmente en la plaza y en la Replaceta. Para ello tenían que pedir permiso al Regidor del pueblo previa información del guión y, éste se lo comunicaba al cura Párroco; con la finalidad de que no se desmadraran con su actuación y provocaran la corrupción de costumbres en los jóvenes del pueblo.

En la segunda mitad del siglo XIX hasta la década de 1920  -actuaban en un salón de Blas ‘el sastre’ y en el café-posada de Domingo Pérez. A partir del año 1924 comenzaron a efectuar sus representaciones en el Teatro Reina Victoria.

En la primera etapa de representación callejera, el público acudía con sus sillas y hacían un corro. En la parte delantera se sentaban los niños, en el suelo y, como eran de baja estatura, no impedían la visión de los adultos.

En esta época tenía mucha aceptación el dúo ‘El trabuco’; una pareja marido y mujer venidos de la ciudad de Mula. La expectación era manifiesta y la asistencia masiva. El importe de la entrada era la voluntad y la recogían antes de comenzar el espectáculo. El regidor municipal se sentaba en primera fila y lo pasaba en grande, como los demás asistentes y así, cumplía tres misiones: divertirse, controlar la decencia del espectáculo y evitar el desorden público.

Números circenses, acrobacias y chistes eran su repertorio. Eso sí, tenían que ir aseados y vestidos con decoro.

Sin embargo, a finales del siglo XIX, había más tolerancia y realizaron hasta un número un poco picante. Todos estaban expectantes pero dispuestos a reírse a mandíbula batiente. Sin embargo, el citado regidor aunque le gustaba y lo pasaba bien, ese día estaba un tanto serio.

El número se titulaba ‘La hija ciega’. Como no había luz, se alumbraban con faroles y como las mujeres llevaban unas enaguas que le llegaban hasta los tobillos y, además eran muy recatadas, según la educación que habían recibido, simularon el acto matrimonial con los ojos vendados y sin saber por dónde colocar la cosa.

Palpando y a ciegas encontraron el sitio El guión del número lo constituían insinuaciones y ademanes nada más. Como consecuencia concibieron una hija ciega. Las risas fueron más abundantes que las protestas. El regidor Felipe Carrillo Garrido, se ausentó, pero alguien alertó al párroco José María Escribano Tornel, que acudió de inmediato al lugar de los hechos, hincándose de rodillas e implorando plegarias contra el maligno. Aquí se acabó la función y el dúo El Trabuco desapareció de la escena.

En el año 1924 se abrió el Teatro Reina Victoria para actores profesionales con la obra cómica ‘El Zampabollos’. La presidieron el regidor  José Ríos Torrecillas y el párroco Juan de Dios Zagalé Fernández. Ese día si, fue todo un éxito de actuación y de público.

El diario ‘La Verdad de Murcia’ lo relató con el siguiente titular: ‘Mucha porquería en la función teatral del Reina Victoria de Ulea’. El argot teatral porquería,= mucha mierda- como dicen los actores de teatro- en aquella época, era sinónimo de éxito y la obra ‘Zampabollos’lo fue. El público acudía al teatro con la merienda puesta e incluso, con fiambreras y cascarujas. Por eso, cuanto más sucio estaba el recinto es porque había acudido mucho público y lo había pasado muy bien.

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